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La mayoría de sobrevivientes de COVID-19 grave padecen síntomas prolongados

Científicos de Brasil y Estados Unidos presentaron los resultados preliminares de tres estudios de más de seis meses, en los que analizan el impacto prolongado del coronavirus.

Maria Fernanda Ziegler - Agência FAPESP
06 de julio de 2021 - 02:00 a. m.
En uno de los estudios, el 89,3 % de investigados exhibió síntomas persistentes, como cansancio, dolores corporales y disnea. El 58,7 % informó al menos un síntoma emocional o cognitivo.
En uno de los estudios, el 89,3 % de investigados exhibió síntomas persistentes, como cansancio, dolores corporales y disnea. El 58,7 % informó al menos un síntoma emocional o cognitivo.
Foto: AFP - INDRANIL MUKHERJEE

La mayoría de los pacientes que sobreviven a la forma grave del COVID-19 tienden a padecer síntomas prolongados o secuelas de la enfermedad, una condición a la que se le ha dado el nombre de COVID largo o subagudo. Esto es lo que apuntan los datos preliminares de estudios en los cuales se están monitoreando factores como la salud mental, la calidad de vida y la rehabilitación física, económica y cognitiva de esas personas.

“Desde hace más de un año sufrimos las consecuencias de la pandemia de COVID-19 y, cCon el tiempo, nos hemos venido percatando de que, más allá de los problemas relacionados con la transmisión, la infección y las muertes, el COVID-19 puede generar también consecuencias a largo plazo para los pacientes. Como estas implicaciones aún no han sido del todo entendidas por los científicos, es sumamente importante estimular el intercambio de conocimientos y de experiencias entre investigadores de todo el mundo”, dijo Luiz Eugênio Mello, director científico de la Fapesp, durante la apertura del seminario online intitulado “Long and post-acute COVID-19”, realizado a comienzos de junio. (Le recomendamos: La vacuna china “es mala”, “es la de los pobres” y otras mentiras sobre Sinovac)

En dicho evento, científicos de Brasil y Estados Unidos presentaron los resultados preliminares de estudios que están desarrollando referentes al impacto prolongado del COVID-19.

En Brasil, los investigadores están monitoreando aspectos de la vida pos-COVID-19 de 882 pacientes que estuvieron internados en el Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (HC-FM-USP), con el fin de profundizar la comprensión de la presencia de síntomas de la enfermedad seis meses después del alta hospitalaria. Todos los participantes en el estudio padecieron la forma grave de la enfermedad, y las dos terceras partes requirieron atención en unidad de terapia intensiva (UTI).

Con seis meses de análisis, los investigadores observaron que es alta la existencia de síntomas tras el alta hospitalaria. Del total de investigados, el 89,3 % exhibió síntomas persistentes, como cansancio, dolores corporales y disnea. Asimismo, el 58,7 % informó al menos un síntoma emocional o cognitivo, como pérdida de memoria (42 %), insomnio (33 %), deterioro de la concentración (31 %), ansiedad (28 %) y depresión (22 %). (Le puede interesar: Coronavirus en Colombia: eventos adversos tras vacunación son menores al 0,07 %)

“Estos síntomas están todos interrelacionados. En otras palabras, lo que verificamos es que una persona que se queja de la pérdida de memoria también informa sobre insomnio, ansiedad y depresión. Es importante destacar que estos resultados se ajustaron con relación a los síntomas que padecían antes de tener COVID-19”, afirmó Geraldo Busatto, coordinador del Laboratorio de Neuroimágenes en Psiquiatría (LIM21) del HC-FM-USP y coordinador del estudio.

Busatto explica que durante este estudio se realizaron entrevistas estructuradas con los pacientes, lo que les permitió a los investigadores categorizar los diagnósticos de trastornos psiquiátricos. “Existe una variedad de trastornos entre esos pacientes y un índice similar de estrés postraumático (13,65 %) con relación a los datos disponibles referentes a la población en general. Sin embargo, encontramos altos índices de alucinaciones (8,71 %) y delirios (6,35 %)”.

También se les solicitó a los participantes que realizasen tareas cognitivas. “En comparación con la media brasileña, esos pacientes obtuvieron resultados peores, algo que se registró especialmente entre aquellos que tenían entre 60 y 75 años. En tanto, en los test mediante los cuales se analizó la fluidez verbal, no se registraron diferencias entre los pacientes y la población brasileña en general. Esto demuestra que el déficit causado por el COVID-19 probablemente no es uniforme: algunas áreas de la cognición presentarían más déficits que otras”, agregó. (Puede leer: Pacientes con comorbilidades ya no necesitan estar priorizados en Mi Vacuna)

La calidad de vida pos-COVID

En otro estudio que también se lleva a cabo en Brasil, en el cual participan más de 55 centros de investigación, se analizan las consecuencias a largo plazo del COVID-19 sobre la calidad de vida de alrededor de mil personas adultas que fueron hospitalizadas.

“Los datos preliminares muestran que seis meses después del alta hospitalaria la mortalidad es alta (6,9 %), y suele haber nuevas hospitalizaciones (16 %). Entre los pacientes que hicieron uso de ventilación mecánica, esos datos son más altos: el 24 % murió seis meses después del alta hospitalaria, ante un 2 % de los que no requirieron ventilación mecánica. Con relación a las nuevas hospitalizaciones, arrojaron un 40 % ante un 10 % -de los pacientes que no fueron intubados-. Son diferencias estadísticas significativas, aun después del ajuste de covariantes, como la edad y las comorbilidades”, comentó Regis Goulart Rosa, médico intensivista del Hospital Moinho de Vento, de la ciudad de Porto Alegre, y uno de los coordinadores del estudio.

Se registró también una pérdida de funciones físicas importantes para la realización de actividades cotidianas. “Hubo un deterioro acentuado durante los primeros tres meses, con una relativa mejoría al sexto mes. Sin embargo, entre los pacientes que requirieron ventilación mecánica, aun después de seis meses del alta no habían llegado a los mismos niveles de antes del COVID-19”, afirmó Goulart Rosa.

Un estudio similar, realizado con pacientes estadounidenses, apuntó a monitorear durante seis meses a 1.500 sobrevivientes del COVID-19. La intención era seguir de cerca las variaciones en la salud cardiopulmonar y mental, así como cuestiones de índole socioeconómica.

Los datos de 253 pacientes recabados un mes después del alta hospitalaria muestran que el 54,9 % exhibía algún síntoma cardiopulmonar. Entre los investigados, el 15,9 % seguía necesitando suplementación de oxígeno domiciliaria. De acuerdo con esta investigación, los pacientes exhibían síntomas como tos (un 23 %), falta de aire antes de dormir (un 13,4 %), latidos cardíacos irregulares o acelerados (un 19,1%) y dolor en el pecho, cansancio o angina (un 11,3 %).

“Un descubrimiento preocupante es el hecho de que muchos de los pacientes que exhiben alguna de esas dificultades regresan a sus hogares sin ninguna ayuda para afrontar esos nuevos problemas. Esto se suma a un aspecto destacado en la investigación, que indica que las finanzas del 53 % de los que respondieron la encuesta se agotaron tras la hospitalización. Asimismo, el 38 % debió pedir ayuda a familiares para sus cuidados y el 20 % tuvo que cambiar de trabajo. Existe un impacto socioeconómico del COVID-19 y también del COVID largo”, dijo Catherine Hough, quien coordina el estudio realizado en la Oregon Health & Science University.

Asimismo, se encontró que la recuperación del COVID-19 puede ser lenta para muchos pacientes. El estudio realizado en Estados Unidos mostró que entre esos pacientes, el 85 % aún no se había recuperado completamente al cabo de un mes del alta hospitalaria. Del total, el 65 % presentaba alguna incapacidad y el 63 % padecía algún problema cognitivo significativo.

“Al analizar los mismos datos tres meses después del alta de los pacientes, observamos pocos cambios con relación a esos síntomas: el 75 % aún no se había recuperado por completo, el 60 % exhibía alguna incapacidad y el 54 % tenía algún problema cognitivo significativo”, aseguró Hough, quien remarcó que los estudios sobre el COVID largo deben tener en cuenta enfermedades y otros problemas de salud que ya estaban presentes antes de la infección provocada por el SARS-CoV-2. Según la investigadora, “el virus puede ser un amplificador de otros problemas previos”.

Un rompecabezas

También se están investigando los mecanismos inmunológicos que derivan en esa variación de síntomas y secuelas posteriores al COVID-19.

“Existe una importante variación en la forma en que el sistema inmunológico humano monta una defensa contra el coronavirus, por eso tenemos esa multiplicidad de pronósticos: asintomático, leve, moderado o COVID-19 severo. De la misma manera, sabemos que mientras que algunas personas padecerán únicamente la versión aguda de la enfermedad, otras afrontarán una versión más prolongada, con síntomas y secuelas que podrán perdurar durante meses”, explicó Carolina Lucas, investigadora del laboratorio Akiko Iwasaki, en la Yale School of Medicine, en Estados Unidos.

En un estudio publicado en la revista Nature, Lucas identificó cuatro firmas inmunológicas predictivas que serían capaces de distinguir y prever la trayectoria de la enfermedad en cada paciente al investigar parámetros inmunológicos y clínicos de 113 pacientes, entre casos moderados (fuera de la UTI) y casos graves (en la UTI), a lo largo de un lapso de 53 días tras la aparición de los síntomas.

El grupo de investigadores observó que entre los pacientes con la enfermedad moderada que se recuperaron había aún una mayor abundancia de las proteínas implicadas en la cura y en la reparación de tejidos. Sin embargo, entre quienes padecieron la forma agravada de la enfermedad, las citoquinas estaban más mezcladas: aparecían en combinaciones que son poco comunes en una infección viral. En ese grupo murieron más personas.

Existe también una cuestión de timing. Los resultados de los análisis indicaron que los pacientes en estado grave no lograron controlar la carga viral en el transcurso del tiempo y exhibían niveles más elevados de interferones, proteínas elaboradas por las células de defensa para combatir patógenos. Otro aspecto que los científicos detectaron reside en la correlación entre la carga viral y las cantidades de citoquinas implicadas en las funciones antivirales, independientemente de la gravedad de la enfermedad.

Por Maria Fernanda Ziegler - Agência FAPESP

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