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La meticulosa tarea de detectar el virus de la fiebre amarilla en los monos

Para aislar el virus de la fiebre amarilla en los monos que han muerto en departamentos como Tolima, veterinarios y biólogos deben examinar tejidos de las vísceras o fragmentos de la médula ósea, una tarea que hoy es crucial para monitorear el brote y evitar que continúe expandiéndose.

Juan Diego Quiceno

15 de mayo de 2025 - 07:00 p. m.
Los monos aulladores negros (Alouatta pigra), emplean ideas métricas para moverse.
Foto: Hunbatz - Wikkimedia
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El brote de fiebre amarilla que afecta desde finales de 2024 zonas del sur y el centro-occidente de Colombia, con los mayores impactos en departamentos como Tolima, Putumayo, Meta y Caquetá —que concentran más del 90 % de los casos confirmados—, tiene un afectado que no se roba tantos titulares: los primates. Monos como el aullador rojo (Alouatta seniculus), el ardilla (Saimiri sp.), el araña (Ateles sp.) o el nocturno de tres rayas (Aotus trivirgatus) comparten su hogar con las comunidades rurales en las selvas y reservas donde se mueve el virus. Decenas de estos animales han enfermado, han muerto, y su observación ha sido clave para rastrear el avance de la enfermedad antes, incluso, de que aparezca en humanos.

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Estos primates, que no transmiten la fiebre amarilla (pues esta se propaga a través de la picadura de algunas especies de mosquitos), son muy susceptibles al virus y cumplen un papel clave en la vigilancia epidemiológica: son lo que en la ciencia se conoce como “centinelas”. Es decir, en palabras mucho más simples, su enfermedad o muerte puede alertar sobre la circulación del virus en un área, incluso antes de que se detecten casos en humanos. Por eso los protocolos del Instituto Nacional de Salud (INS) establecen que cada vez que se reporta la muerte de un primate en zonas con alto riesgo de fiebre amarilla se deben activar rutas de atención, que incluyen la recolección del cuerpo del animal, la realización de la necropsia y el envío de muestras biológicas al laboratorio en Bogotá.

Pero no cualquier muestra sirve. Para saber si un primate murió por fiebre amarilla, el INS pide que se haga un estudio histopatológico e inmunohistoquímico. Esto significa que, durante la necropsia, se deben tomar muestras de tejidos específicos, como las vísceras (por ejemplo el hígado, el bazo o los riñones) y de otros órganos que puedan estar afectados. La idea es analizar estos tejidos en el laboratorio para buscar signos del virus y de los daños que causa en el cuerpo. Pero esto no ha sido fácil en medio de este brote.

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“Hemos recibido animales en diferentes estados de conservación: algunos muy bien conservados y otros que, por ejemplo, llevaban dos semanas de muertos y ya solo quedaban las osamentas”, dice Camilo Bárcenas, médico veterinario de Cortolima y la U. de Tolima, y quien ha apoyado la valoración macroscópica, los protocolos de necropsia, la colecta y el envío de muestras al Instituto Nacional de Salud.

Con “osamentas”, Bárcenas se refiere a los huesos que quedan después de que el cuerpo se ha descompuesto casi por completo. En varios casos reportados los monos fueron encontrados días o incluso semanas después de morir, cuando ya no era posible tomar muestras frescas de órganos o tejidos blandos. “Eso fue un reto. Entonces pensamos: bueno, ¿qué otro material podría servir?”, dice Bárcenas. “Y lo primero que nos ayudó fue una cola que venía con fragmentos de fémur. Ese fue el primer caso de ese tipo. Colectamos fragmentos de la cola, del hueso y del fémur. Lo cortamos, colectamos la médula ósea y de ahí se logró aislar el virus”. A partir de allí, el grupo comenzó a hacer análisis similares con otros tipos de restos óseos.

Frascos de muestras que envían desde Tolima al laboratorio del Instituto Nacional de Salud. Se han analizado 31 ejemplares desde principios de 2025. / Cortolima-U. de Tolima
Foto: Cortolima

La médula ósea, al estar resguardada dentro de los huesos, especialmente los largos (como el fémur) o planos (como el esternón), suele conservarse mejor que otros tejidos blandos cuando el cuerpo entra en descomposición. Esto se debe a que el hueso actúa como una barrera física que protege el tejido interno del ambiente, la humedad y la acción de carroñeros o insectos. Por eso, en casos donde los cadáveres de primates están muy deteriorados (como mencionaba Bárcenas), la médula ósea puede convertirse en una de las pocas fuentes viables para obtener material biológico útil para análisis. Esta técnica, aunque no está en el protocolo, ha sido muy importante para mejorar la vigilancia y el diagnóstico del virus. Además, ha fortalecido el proceso de atención y respuesta que Cortolima ha implementado con el apoyo de la U. del Tolima. Hasta inicios de mayo se habían analizado 31 ejemplares de primates. De todos ellos, se logró aislar el virus en 27.

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“Los primates no saben que hay un virus circulando en su entorno, por eso es responsabilidad de los humanos comenzar con la vacunación”, finaliza el científico.

Los monos más afectados han sido los aulladores. La evidencia revela que son muy susceptibles al virus y, posiblemente, funcionan como los principales centinelas naturales en los brotes de fiebre amarilla aquí y otros países. Su sistema inmunológico, aunque resistente a muchas otras enfermedades, no parece tener una defensa eficaz contra este virus transmitido por mosquitos, por lo que suelen enfermar y morir rápidamente tras la exposición. A pesar de lo importante que ha sido este trabajo, los investigadores están algo inquietos por la fauna.

Hay que protegerlos

No se sabe con certeza cuántos primates no humanos están enfermos y han muerto por el brote de fiebre amarilla. Dado que son esquivos por naturaleza, viven en lo profundo de bosques y selvas, muchas de sus muertes pueden pasar inadvertidas. A diferencia de los humanos, además, no todos los cuerpos son encontrados ni reportados a tiempo. “Los principales casos de la enfermedad se detectaron hacia septiembre del año anterior, en la zona aledaña a la reserva del Bosque de Galilea, especialmente en Villarrica. También tenemos afectaciones en el sur de Tolima, especialmente en Chaparral, Planadas y Ataco. Y hemos detectado casos en el norte de Tolima. Tenemos unos corredores y mapas de calor que indican por dónde se ha transmitido la enfermedad”, dice Olga Lucía Alfonso Lannini, directora de Cortolima.

A pesar de que desde Tolima se ha declarado la emergencia sanitaria y entidades como Cortolima se han unido a instituciones como la U. del Tolima, hay dos cosas que preocupan a los científicos. En primer lugar, dice Alfonso, la ausencia de un plan intersectorial de gestión de fauna. “Hemos hecho un llamado al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Ya hace unas tres semanas enviamos una comunicación a la ministra de Ambiente y al ministro de Salud con el objeto de que articulemos la estructuración —sobre todo con el Ministerio de Ambiente— de un plan intersectorial que proteja la fauna”, afirma la funcionaria.

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Para Alfonso, las circunstancias de los ecosistemas en cada una de las jurisdicciones de las 33 corporaciones ambientales son diferentes. “El desarrollo, las condiciones técnicas, científicas y de profesionales en cada parte del país son distintos. Entonces, es muy importante contar con un plan intersectorial y con presupuestos que permitan cuidar y preservar a la fauna silvestre, en este caso, los primates no humanos”, dice. Lo que piden es que el Gobierno Nacional, especialmente el Ministerio de Ambiente, tome la iniciativa para crear una estrategia clara que proteja a los animales silvestres, como los primates.

Precisamente, la segunda gran preocupación es que algunas personas, guiadas por información falsa o malintencionada, puedan actuar en contra de los primates. “Hemos recibido quejas a nuestra línea de atención de fauna silvestre informando afectaciones o maltrato, especialmente contra los primates no humanos. Hemos desplegado actividades de control y vigilancia, e iniciado procesos sancionatorios en la vía administrativa, además de remitir el caso a la Fiscalía para lo de su competencia”, explica Alfonso. Estas denuncias se han presentado con mayor frecuencia en el sur de Tolima. Por eso hace un llamado claro a la comunidad: “No atentemos contra la fauna silvestre, en este caso contra los primates no humanos. Atentar contra la fauna silvestre es un delito que tiene sanciones”.

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En el decreto a través del cual se declaró la emergencia nacional por fiebre amarilla, el Minsalud estableció la importancia de activar la Vigilancia Basada en Comunidad (REVCom) en los municipios de mayor riesgo. Esta red comunitaria debe reportar de inmediato cualquier persona con síntomas compatibles con la enfermedad —como fiebre, ictericia o sangrado—, así como la presencia de monos u otros mamíferos pequeños, enfermos, muertos o restos óseos. El decreto señala que deben realizarse actividades pedagógicas para aclarar mitos y creencias erróneas sobre la fiebre amarilla, como por ejemplo que los monos la transmiten. Aunque se dice que estas jornadas deben utilizar un lenguaje claro y accesible, adaptado a la realidad de cada comunidad, algunos creen que ha faltado proactividad.

Mientras esto ocurre en la fauna, el Ministerio de Salud reportaba, con corte hasta el pasado 14 de mayo, 87 casos confirmados en humanos de fiebre amarilla en el país, de los cuales 39 han sido mortales. La situación, como ya se dijo, es especialmente crítica en el departamento de Tolima, donde se concentra el 79 % de todos los casos (69 en total) y el mayor número de muertes (26 fallecidos).

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