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Desde hace un tiempo, se sabe que escuchar música puede ser una herramienta valiosa para combatir la tristeza y la depresión, que es hoy un gran problema de salud pública en el mundo.
Aunque hay tratamientos farmacológicos, los científicos y médicos están buscando urgentemente nuevos enfoques. La música puede influir en cómo funciona el cerebro en áreas importantes para las emociones y el comportamiento, lo que apunta a que podría ser útil en el tratamiento de problemas mentales relacionados con estas áreas del cerebro. Sin embargo, los mecanismos neuronales que explican esos eventuales efectos antidepresivos siguen sin estar claros y, por ende, sin poder ser aprovechados al máximo.
Una nueva investigación publicada en Cell arroja algunas luces sobre el tema. Lo primero que hay que saber es que música puede provocar emociones al activar el circuito de recompensa del cerebro. En este proceso, una parte llamada el núcleo del lecho de la estría terminal (BNST por sus siglas en inglés), que forma parte de la amígdala, juega un papel importante al estar involucrada en las rutas neuronales relacionadas con las emociones. En el estudio, los investigadores quisieron entender cómo la música afecta esas áreas del cerebro relacionadas con la recompensa. Para hacerlo, midieron las señales eléctricas del cerebro en la superficie del cuero cabelludo y dentro del cerebro mismo, en pacientes con depresión resistentes al tratamiento.
Esa resistencia es cada vez una preocupación mayor. En la investigación, los autores recuerdan que aproximadamente el 50% de los pacientes con trastorno depresivo mayor experimentan depresión resistente al tratamiento (conocida como DRT). Esto significa que la mitad de las personas no responden adecuadamente a los tratamientos convencionales. La DRT puede llevar a una mayor severidad de los síntomas y a un aumento en la dificultad para encontrar opciones efectivas.
Los científicos reclutaron 23 pacientes con esa resistencia y les implantaron electrodos en el circuito BNST.
La música y la depresión
El equipo dividió a los 23 participantes en dos grupos según su familiaridad con la música: uno que no conocía bien la música clásica y otro que sí la conocía. Los investigadores eligieron dos segmentos de música clásica con contextos emocionales distintos: la Sinfonía n.º 6 de Tchaikovsky, que representa la tristeza, y el tercer movimiento de la Sinfonía n.º 7 de Beethoven, que representa la alegría y la emoción.
Los participantes escucharon estos segmentos tres veces al día durante 14 días para alcanzar un nivel de familiaridad similar. Luego calificaron sus preferencias, identificando sus piezas favoritas y menos favoritas.
Con esa información, los participantes se dividieron otra vez en dos subgrupos: uno escuchó su música preferida y el otro la menos preferida. Los resultados comenzaron a mostrar cosas interesantes. Cuánto una persona disfruta la música, eso afecta significativamente cómo se siente emocionalmente. En el primer subgrupo (quienes escucharon su música preferida), se encontró que una mayor mejora en los síntomas de depresión estaba relacionada con ese mayor disfrute. Basándose en esos hallazgos, los investigadores profundizaron el experimento.
El análisis mostró que la música ayuda a sincronizar ritmos cerebrales, como las oscilaciones gamma (que están asociadas con el procesamiento local de información) y las oscilaciones theta (que ayudan en la comunicación entre diferentes regiones cerebrales). Esta sincronización mejora la actividad en el circuito de recompensa del cerebro, que incluye áreas como el BNST y el NAc, esenciales para la motivación y la recompensa, lo que puede explicar por qué disfrutar de la música puede aliviar los síntomas de la depresión.
Pero no cualquier música
Algo clave es que no cualquier música sirvió. La mejora en los síntomas no dependió de la emoción que la música provocaba (tristeza o alegría, como eligieron los investigadores), si no de cuánto disfrutaba cada persona la música. Dado que el disfrute personal de la música es fundamental y subjetivo, se sugiere que los tratamientos basados en la música deben ser personalizados. Esto significa adaptar la selección musical a las preferencias individuales de cada paciente, en lugar de aplicar una única pieza musical o un tipo de emoción general a todos los pacientes. La conexión personal y el disfrute son cruciales, dice la investigación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) la musicoterapia como una intervención efectiva en algunos contextos de salud. La OMS cree que puede ser beneficiosa para la salud mental, incluyendo la reducción de síntomas de trastornos como la depresión, la ansiedad y el estrés. También destaca que puede mejorar la calidad de vida de personas con enfermedades crónicas o terminales al contribuir a una reducción del dolor, la ansiedad y el sufrimiento, y al promover el bienestar general.
Sin embargo, el organismo enfatiza en la necesidad de más investigación para evaluar de manera rigurosa su eficacia en los diferentes contextos y para desarrollar mejores prácticas y directrices. En esa línea, la OMS reitera la importancia de contar con profesionales capacitados en musicoterapia para asegurar que las intervenciones sean efectivas y seguras. Los musicoterapeutas deben estar adecuadamente formados para aplicar técnicas terapéuticas basadas en la música de manera competente.
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