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A los 88 años de edad, el médico colombiano José Félix Patiño sigue cosechando méritos académicos. Hace unos pocos días recibió un correo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, donde se graduó como médico en 1952, anunciando que la tesis que presentó en aquella época fue elegida como una de las más importantes en la historia de la facultad.
La tesis del doctor José Félix se tituló “Trasplante de células endocrinas embrionarias” y en aquel momento fue galardonada con el Premio Borden, el más importante que ofrecía la universidad entre sus estudiantes.
La historia es fascinante. En la Facultad de Medicina de Yale el profesor Harry Green había comenzado a hacer experimentos sobre cáncer en curíes. Eran los orígenes de lo que hoy llamamos medicina regenerativa. Green comenzó su trabajo trasplantando células cancerígenas a la cámara del ojo de estos animales. La razón por la que hacía esto era que el ojo, más que la ventana del alma, es una ventana al interior del cuerpo. Si se implantan células allí es posible monitorear el progreso del experimento con un simple examen visual. Si crecían, razonó Green, era porque se trataba de células malignas. Si no crecían, deducía que el tumor era benigno.
Green, uno de los profesores favoritos de José Félix por su espíritu liberal e inquieto, se preguntó qué pasaría si trasplantaba tejidos normales. El joven estudiante, interesado en el trabajo de su maestro, le propuso trasplantar y estudiar células de la glándula tiroides. Los primeros experimentos dieron buenos resultados y José Félix propuso algo más arriesgado. “Les propuse hacerlo con un paciente”, recuerda.
El elegido para el trasplante fue un paciente muy bien conocido por todos los médicos del Yale New Haven Medical Center, que padecía la enfermedad de Addison, una rara deficiencia que afecta las glándulas suprarrenales. Estas glándulas, del tamaño de un pulgar ubicadas sobre los riñones, son la fábrica de un conjunto importante de hormonas, entre ellas la testosterona.
José Félix recuerda muy bien aquel día en que escribió una de las páginas de la historia de la medicina norteamericana. Cuando el paciente ya estaba en la camilla y tenían listas las células de un feto donado por una madre que interrumpió su embarazo por razones médicas, recibió una llamada en la que le informaron sobre la disponibilidad de otro feto en una localidad a media hora de New Haven. Pensó que las posibilidades de éxito se multiplicaban si aplicaban dos grupos de células en los músculos abdominales del paciente. La idea detrás del trasplante era que estas células fetales asumieran la tarea que le correspondía a las células averiadas del paciente.
“Le preguntamos al paciente si podía esperar mientras iba por el otro feto”, cuenta José Félix. El paciente y los otros cirujanos estuvieron de acuerdo en la espera.
Luego de recoger el feto y manejar de vuelta al hospital una patrulla de la policía detuvo el carro del médico colombiano. Cuando le preguntaron por qué había excedido el límite de velocidad, José Félix les mostró lo que llevaba al lado en una nevera. Los policías decidieron escoltarlo hasta el hospital y perdonarle la infracción.
“Ha sido el único paciente con un trasplante exitoso de este tipo reportado en la literatura mundial”, dice José Félix, quien al regresar a Colombia fue ministro de Salud, forjó una gran reforma en la Universidad Nacional como rector, creó la Fundación Santa Fe y desde entonces ha formado a centenares de médicos. Ahora, 63 años después, ha visto los frutos de aquellas primeras intuiciones sobre el poder de las células embrionarias.
Problemas éticos
Pero la historia de la terapia celular fetal ha sido accidentada. En 1988 el presidente Ronald Reagan impuso una moratoria sobre este tipo de investigaciones. Los grupos conservadores y religiosos acusaban a los científicos de estar creando “cultivos de fetos”. Pasaban por alto que gracias a este tipo de células fetales fue posible el desarrollo de la vacuna contra la polio, que salvó de la muerte a millones de niños en el mundo.
En 1993 Bill Clinton logró eliminar la moratoria y la investigación con células fetales revivió. Bajo la administración de George Bush esta línea de investigación sufrió muchos tropiezos. En 2003 se impuso una moratoria a los ensayos clínicos por el fracaso de las primeras pruebas.
Hoy los experimentos con células provenientes de fetos se han reactivado y con ellos la esperanza de encontrar terapias efectivas para enfermedades como la diabetes, lesiones de la médula espinal, la enfermedad de párkinson, el alzhéimer, entre otras.
Terapia contra párkinson
De hecho, coincidiendo con el homenaje al médico colombiano, un grupo internacional de científicos anunció esta semana el trasplante de células cerebrales fetales a un hombre de unos 50 años que padece la enfermedad de párkinson.
Roger Barker, de la Universidad de Cambridge y líder del equipo internacional que llevó a cabo el procedimiento en el Reino Unido, aseguró que si todo sale como está proyectado, en unos cinco años el hombre podría recuperar el control de sus movimientos. “Parece que todo va bien por ahora”, comentó el médico.
Hace unos 20 años, médicos suecos habían intentando este mismo tratamiento, pero no fue posible establecer con certeza su utilidad. En 2001, en Estados Unidos, se intentó algo similar, pero el experimento se suspendió cuando algunos pacientes presentaron efectos adversos. El grupo que dirige Barker, junto con otro equipo de médicos suecos, tiene previsto operar unos 20 pacientes en los próximos meses. Para tratar cada enfermo se necesitan células provenientes al menos de tres fetos.
¿Empresas de fetos?
La terapia sigue siendo polémica, porque confronta todas nuestras creencias sobre la vida y la enfermedad. En Colombia, por ejemplo, cada año se llevan a cabo 398.000 abortos clandestinos, según Profamilia. Sólo en esta institución se realizaron 3.000 interrupciones legales del embarazo. Si la medicina regenerativa se consolida en torno a este tipo de células, muchos de estos fetos eventualmente podrían salvar la vida a decenas de personas. Sin duda es un debate difícil por sus aristas religiosas y culturales.
Para Ignacio Zarante, genetista de la Universidad Javeriana, sería “maravilloso” si de estos experimentos surge una terapia efectiva contra la enfermedad de párkinson. Hoy, más de 10 millones de personas conviven con esta enfermedad en el mundo. Una cifra que inevitablemente crecerá y crecerá en la medida que la población envejezca. Los fármacos que hoy están disponibles para estos pacientes sólo funcionan por un breve período.
Pero al mismo tiempo el genetista colombiano reconoce “la sensibilidad” que genera el uso de células provenientes de feto. Las células madres provenientes de fetos no son las únicas, pero sí las más efectivas, explicó.
Dos alternativas que ya han comenzado a explorar los investigadores es la obtención de células madres de tejidos adultos y la inducción de células madres a partir de una célula que ha perdido esta capacidad. Pero por ahora las favoritas siguen siendo las extraídas de fetos por su versatilidad, su capacidad de adaptarse a los tejidos del receptor y por generar una baja taza de rechazo inmunológico.
“A pesar de que las terapias relacionadas con el uso de células madres han sido muy exitosas y han tenido un impacto muy grande en medicina en los últimos tiempos, existen muchos retos éticos frente al uso de este tipo de medicina”, comenta la científica colombiana Elsy Cristina Buitrago, de la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos, y quien acaba de publicar una investigación en la revista Science relacionada con la formación y evolución de células fetales de los vertebrados.
Uno de esos retos, dice, es la dependencia de donantes de células fetales. La pregunta que atormenta a todos es: si estas terapias son tan exitosas, ¿existirá tarde o temprano un negocio de células madres fetales?
“Somos conscientes de estos inconvenientes éticos”, responde la investigadora, pero al mismo tiempo saber que la terapia puede resolver enfermedades incurables hasta ahora es también un motor muy poderoso para seguir adelante.