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¿Vive en la carrera Séptima? Debería ver estos indicadores de salud que encontró un estudio

Un estudio, liderado por la Universidad de los Andes y la Universidad Nacional, indagó sobre el estado de salud de quienes viven en la carrera séptima de Bogotá, además de otros aspectos como movilidad, medio ambiente e infraestructura. Los habitantes de esta emblemática avenida presentaron mayores índices de enfermedades crónicas, como la hipertensión, y trastornos de salud mental, como ansiedad.

Catalina Sanabria Devia

03 de abril de 2025 - 07:10 a. m.
El equipo recorrió la séptima en tres tramos: Centro, Chapinero y Usaquén.
Foto: Camila Fernández Hernández
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¿Qué tan “chévere” es vivir en Bogotá? Esa fue, en palabras sencillas, la pregunta que guió el proyecto de investigación “Ciudad Viva, Inteligente y Conectada (Civica)”, de la Universidad de los Andes y la Universidad Nacional. El estudio, en el cual colaboró la Secretaría Distrital de Planeación, recopiló, organizó y analizó datos de distintos sectores, como el de movilidad, medio ambiente, infraestructura, vivienda y salud.

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Los profesores e ingenieros civiles Carlos Moncada y Luis Guzmán lideraron este proyecto junto con Olga Sarmiento, médica con un doctorado en epidemiología. Se enfocaron en un caso en particular: la carrera séptima, una de las más representativas de Bogotá. Además de su importancia histórica, esta vía está cargada de un gran valor económico y social, y a sus alrededores hay alta densidad de población y empleo.

El equipo de Civica recorrió la séptima en tres tramos: desde la calle 1 hasta la calle 39 (Centro), desde la 40 hasta la 99 (Chapinero) y desde la 100 hasta la 200 (Usaquén). Fueron dos cuadras hacia el occidente de la carrera y dos hacia el oriente, donde realizaron encuestas a 2.445 adultos entre los 18 y 64 años. Sarmiento y sus colegas dieron con un panorama preocupante sobre el estado de salud que reportaron quienes viven en esas zonas: presentan índices de enfermedades crónicas y trastornos de salud mental mayores al promedio de los ciudadanos.

El estudio CARMELA (The Cardiovascular Risk Factor Multiple Evaluation in Latin America) estimó una prevalencia de hipertensión promedio del 13.4 % en habitantes de Bogotá mayores de 25 años. Sin embargo, en el caso de la Séptima, los expertos hallaron que en el tramo del Centro la cifra es del 19.8 %; en el de Chapinero, del 15.1 %, y en el de Usaquén, del 21.1 %.

En términos de salud mental la situación es la siguiente: aproximadamente el 21,8 % de los bogotanos tienen síntomas de ansiedad, pero en el tramo Centro de la séptima, el 31 % de los residentes señalaron tener este trastorno. En esa zona los investigadores encontraron un índice de depresión superior en más de 10 puntos porcentuales al promedio: el 28.9 % de personas que viven en la séptima, entre la calle 1 hasta la calle 39, reportó síntomas. La población del Centro, incluso, fue la que expresó estar menos satisfecha con su salud.

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El equipo aspira seguir con sus investigaciones para comprender el porqué de estos índices de salud mental. Por ahora tienen algunas hipótesis. Sarmiento se refiere a estudios que señalan una relación entre pasar más tiempo en el carro y atorado en el tráfico con síntomas de depresión y ansiedad. Los profesores también plantean que el ruido crónico y la falta de ejercicio afectan la salud mental.

Para la doctora, hay otro elemento que está influyendo en esta situación: la desigualdad social. Los indicadores menos graves de salud, en general, están en Chapinero, donde vive gente con mayor poder adquisitivo. En cambio, en estratos más bajos, las personas con menor estatus económico pueden tener una falta de acceso a diagnósticos o a servicios médicos, lo cual implica más vulnerabilidad ante estas enfermedades crónicas y de salud mental, de acuerdo con la doctora.

Calidad del aire, un factor clave

La quinta edición del informe “Estado del aire global”, publicado en junio de 2024 por el Health Effects Institute (HEI), en colaboración con Unicef, reveló que la contaminación atmosférica fue responsable por 8,1 millones de muertes en todo el mundo durante 2021. No es un asunto menor. Por eso es que en el proyecto los investigadores midieron la calidad del aire de la séptima a través de unos monitores personales.

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Sarmiento los describe como unas mochilas que, en este caso, usaron los peatones al caminar por la avenida, al esperar los buses en los paraderos o al montar bicicleta. Estos dispositivos cuentan con un tipo de “manguera” que se ubica cerca de la nariz y la boca, lo que los hace “mucho más precisos para determinar ese contaminante que respiramos”, explicó la profesora.

El estudio reveló que en el corredor hay altos niveles de hollín, ese humo negro que expulsan algunos vehículos. De acuerdo con el ingeniero Luis Guzmán, las motos juegan un papel importante en esta situación, pues emiten más carbono negro que un TransMilenio, además de que no cuentan con el catalizador que, por ley, tienen los automóviles. Este dispositivo es parte del sistema de escape de los carros e impide que expulsen gases perjudiciales para el ambiente.

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Durante la medición también se hallaron índices inquietantes de concentración de pequeñas partículas, con un diámetro menor o igual a 2,5 micrómetros (PM2,5). Para hacerse una idea de la gravedad de esta contaminación atmosférica en la carrera séptima, basta una comparación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un límite diario de 15 microgramos por metro cúbico de estas partículas en las ciudades, con el fin de proteger la salud de las personas, pero los profesores se sorprendieron al observar que en puntos específicos de la avenida, entre las calles 32 y 57, la 72 y la 85, y al norte de la calle 183, los peatones estuvieron expuestos, en tan solo 10 segundos, a un promedio de 90 microgramos por metro cúbico, es decir, seis veces el valor que sugiere la OMS.

La investigación arrojó, además, un elevado número de partículas ultrafinas, que tienen un diámetro menor a 0,1 micrómetros y, por tanto, pueden atravesar los pulmones y entrar al torrente sanguíneo. Si esto sucede, explica Sarmiento, las partículas pueden dañar los tejidos y afectar la producción de insulina. “Vivir cerca de zonas con mucho tráfico y la exposición a contaminantes atmosféricos se han asociado con un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2”, menciona la médica.

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Además, como explica Sarmiento, las partículas dañinas que entran al cuerpo aumentan el “estrés oxidativo”, lo cual genera que los vasos sanguíneos se inflamen. “La contaminación del aire puede mantener la presión arterial elevada durante 24 horas”, añade.

Una sola salud

Ante todas estas inquietudes, ¿qué se puede hacer? A grandes rasgos, las propuestas que deja Civica para mejorar la séptima son repensar el espacio público, priorizar una movilidad activa y sistemas de transporte sostenibles, y poner en práctica nuevas estrategias de control de emisiones. Asimismo es fundamental, dice el equipo, integrar la salud de los ecosistemas en las decisiones de la ciudad, “reconociendo la relación entre el medio ambiente y la calidad de vida en el corredor”.

El proyecto hace énfasis en un viejo concepto llamado “Una sola salud”, el cual, básicamente, busca poner en una balanza el bienestar tanto de los seres humanos como de los animales y los ecosistemas.

De hecho, en el marco de Civica, la profesora de la Unal y médica veterinaria, Arlen Gómez, lideró un estudio de aves en la Séptima, en el que se analizó su microbiota intestinal por medio de muestras fecales.

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Similar a lo que se halló en humanos, el estado de las aves a lo largo de la avenida no es el mejor. También hay desigualdades en sus niveles de bienestar en cada uno de los tramos. Por eso, los investigadores resaltan que, a mayor salud animal, mayor salud ambiental y, por ende, humana. Una alternativa, entonces, sería sembrar árboles por la carrera séptima, que podrían traer múltiples beneficios, según Sarmiento.

Por un lado, se ha demostrado que un mayor número de zonas verdes está asociado a una mejor salud mental, pues podría reducir los síntomas de depresión y ansiedad, además de fomentar la actividad física. En suma, “los árboles capturan parte de los contaminantes, por lo que siempre recomendamos una arborización pensada con especies nativas, guiada por expertos tanto de planificación urbana, como de, por ejemplo, el Jardín Botánico de Bogotá”, dice la médica.

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Por Catalina Sanabria Devia

Periodista con interés en temas de género, medio ambiente y construcción de paz. Ha colaborado en medios como Rutas del Conflicto y Mongabay Latam. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (2022) y el Premio al Periodismo Social y Ambiental de Constructora Capital (2023).@catalina_sanabrlsanabria@elespectador.com
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