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Lo que un cosmético nunca podrá hacer por ti

La ciencia ha sido capaz de identificar factores del envejecimiento de la piel, pero el camino para aplicar ese conocimiento a cosméticos efectivos aún será largo.

Daniel Mediavilla / El País
02 de septiembre de 2015 - 07:36 p. m.
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En un estudio publicado este año, la compañía de cosméticos Olay anunciaba el descubrimiento de la huella digital genética de las mujeres cuya piel parece no envejecer. El estudio, presentado en el Congreso Mundial de Dermatología celebrado en Vancouver entre el 8 y el 13 de junio, había estudiado a mujeres de veinte a setenta años e identificaba variantes genéticas y de otros tipos de estas privilegiadas. A la cabeza del estudio se encontraba Alexa Kimball, profesora de dermatología de la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.).

Después de analizar 20.000 genes, se habían identificado 2.000 que, aunque también están presentes en el resto de la población, se expresaban de una manera diferente entre las “eternamente jóvenes”. El trabajo de estos genes influye en la capacidad de las células para reparar el ADN, producir antioxidantes y otros factores relacionados con el envejecimiento. Para Rosemarie Osborne, investigadora de Procter & Gamble, conocer por qué estos genes actúan distinto en algunas mujeres “puede permitir a los investigadores ayudar a más mujeres a lograr una piel que parezca la excepción y no la regla en cualquier etapa de la vida”.

El estudio es científicamente sólido, pero el salto que se sugiere entre el conocimiento obtenido y la posibilidad de mejorar sus productos no es tan sencillo. “Parece un trabajo ambicioso y han cumplido la parte descriptiva usando las últimas tecnologías; ahora viene lo difícil, que es encontrar la manera de rejuvenecer la piel”, comentaba Manuel Serrano, jefe del Grupo de Supresión Tumoral del CNIO y especialista en el estudio de los mecanismos relacionados con el envejecimiento. Serrano, que ha participado en estudios que describen las causas del deterioro biológico que se produce con el paso del tiempo, conoce la gran distancia que existe entre conocer un proceso y ser capaz de manipularlo. Por ahora, ninguna estrategia ha mostrado ser efectiva para prolongar la vida humana.

Esto no desanima a la industria de los cosméticos. Elio Estévez, responsable de comunicación científica de Procter & Gamble Beauty, asegura que desde su compañía quiere “identificar moléculas que sean capaces de modificar rutas metabólicas o bioquímicas para que una piel no excepcional se comporte como excepcional”. Para lograrlo, realizan pruebas en cultivos de laboratorio para exponerlos a distintos componentes con el fin de seleccionar los efectos deseados. Según Estévez, buscan moléculas capaces “de ralentizar los genes activados en los procesos de envejecimiento y poder hacer que el ADN se comporte como ARN mensajero”.

Más allá de la posibilidad de lograr manipular el material genético de la piel para evitar su envejecimiento y pese a lo que se sugiere en algunos anuncios (que introducen el ADN o las células madre como atractivo), un producto capaz de alterar el ADN dejaría de ser cosmético. “La acción de los productos cosméticos, por su propia definición, siempre ha de limitarse a la capa superficial de la piel (epidermis) o de las mucosas bucales. Las reivindicaciones de 'cambio en la expresión génica' o 'acción sobre el funcionamiento de las mitocondrias' deben ser valoradas cuidadosamente, ya que en ningún caso un cosmético podría producir una alteración del material genético o de las células que pudiera afectar a las funciones fisiológicas del organismo”, explican desde la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. “Cuando un producto produce la modificación de funciones fisiológicas mediante mecanismos de acción de tipo inmunológico, metabólico o farmacológico, estaríamos hablando de medicamentos”, añaden.

“En dermatología, para aplicaciones médicas, como el tratamiento de la epidermolisis bullosa [la enfermedad conocida como piel de mariposa], se están estudiando formas de revertir una determinada expresión genética, pero no creo que eso se vaya a aplicar a cosmética de momento”, afirma Bibiana Pérez, dermatóloga del Hospital Ramón y Cajal y miembro de la Academia Española de Dermatología. 'Tiene que pasar muchos tests científicos, lo veo lejísimos', añade. En su opinión, el interés de estudios como el realizado por Olay puede ir más en la dirección hacia una cosmética personalizada.

Se pueden ver los cambios que se producen con la edad y cómo varían según la raza, y analizar cuáles son los puntos débiles de la piel de una persona. Por ejemplo, si tienes dificultad para contrarrestar el estrés oxidativo, aplicar un cosmético que ayude”, indica. Sobre las pruebas a las que se someten los cosméticos, Pérez explica que, aunque se hacen estudios con controles, estos “no son reconocidos universalmente”, y existe una parte importante de percepción subjetiva del paciente y el médico que evalúa.

Aunque se realicen investigaciones de calidad como la financiada por Olay, los productos de la industria cosmética no están sometidos a los controles de los medicamentos y afirmaciones como “clínicamente probado” no significa que hayan superado los estrictos controles de los fármacos. Tiene similitudes con la homeopatía, en la que los fabricantes solo tienen que garantizar su calidad y su seguridad. La eficacia solo se debe demostrar en la minoría de casos en que se declara una indicación terapéutica.

Para quienes quieran seguir manteniendo la esperanza de que al menos parte del proceso natural de envejecimiento está bajo su control, la Academia Americana de Dermatología asegura que los dos productos antiedad más efectivos que los consumidores pueden comprar son cremas hidratantes y protectores solares de amplio espectro, y que el ingrediente secreto de muchas cremas antienvejecimiento es una buena crema hidratante.

Por Daniel Mediavilla / El País

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