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Esta semana la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó, con cifras, una alerta que la comunidad científica internacional venía lanzando desde hace por lo menos cuatro años: los medicamentos están perdiendo efectividad para combatir enfermedades y si no se aplican las medidas urgentes, muchas infecciones comunes no tendrán cura y volverán a matar con toda su furia.
Los expertos internacionales en seguridad sanitaria habían notado cómo el mal uso y el abuso de los antibióticos dispararon la evolución de algunos microbios patógenos que lograron hacerse resistentes a las defensas que los humanos habían desarrollado para combatirlos. En otras palabras, los medicamentos están dejando de ser eficaces porque las bacterias que causan las infecciones sufrieron cambios y se están volviendo inmunes al tratamiento.
Aunque la mayoría de los agentes infecciosos más resistentes a los antibióticos que identificó la OMS son de origen hospitalario (como el Staphylococcus aureus o la Klebsiella pneumoniae), especialistas como la Sociedad Estadounidense de Enfermedades Infecciosas han advertido que cada vez es más fácil adquirirlos por fuera de los centros médicos.
Ese es el caso de la bacteria que genera la gonorrea, la Neisseria gonorrhoeae, de la Mycobacterium tuberculosis, que produce la tuberculosis y de la Salmonella enterica, considerada un grave problema de salud pública debido a que causa la enfermedad diarreica aguda (EDA), uno de los principales factores de mortalidad infantil en América.
Con esta información, la OMS les pidió a sus 194 países miembros que le enviaran los datos más recientes de vigilancia y control de la mutación de estas bacterias.
¿Con qué se encontró?
Lo primero fue que sólo 114 de esos países tenían información acerca de los siete microorganismos (ver gráfico), lo que prendió las alarmas al no poder hacerse un rastreo más completo de lo que puede estar ocurriendo.
A pesar de esto, a partir de los datos consolidados se concluye que los siete agentes infecciosos más resistentes a los antibióticos ya están esparcidos por todo el planeta sin distinción entre países pobres y ricos, y que el arsenal terapéutico para combatir las enfermedades que causan se está quedando corto.
Sólo en el caso de la bacteria Klebsiella pneumoniae, identificada por primera vez en Estados Unidos hace diez años y descrita como resistente a los carbapenémicos (una de las últimas familias de antibióticos existentes), el informe de la OMS indicó que para 2014 se habían notificado casos en 80 países.
Rafael Cantón, vicepresidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología (Seimc), explicó al diario El País que los siete grupos de bacterias elegidos por la OMS para este primer estudio mundial podrían considerarse “patógenos centinelas”, debido a que “se podrían haber elegido otras, pero con estas se hace evidente que están en todas partes”.
Traducida en enfermedades, la presencia de estas superbacterias en el cuerpo humano es suficiente para infectar los sistemas digestivo, urinario, de respiración asistida, sangre, pulmones y cualquier herida superficial.
Según el detallado reporte de 250 páginas, este problema ha alcanzado niveles alarmantes en muchos lugares del mundo y buena parte de la responsabilidad de haber llegado a esta situación la tiene el mal uso y abuso de los antibióticos. “Tomar mal un antibiótico cuando no corresponde, te hace daño, pero también al resto del mundo. Nos podríamos quedar sin alternativas”, le dijo Rafael Cantón, vicepresidente de la Seimc, a los diarios de su país.
A lo que se refiere Cantón es a que en un futuro cercano el mundo podría dar un salto para atrás y volver a los tiempos en que se vivía sin antibióticos, lo que convertiría una neumonía, una infección urinaria o una salmonela en enfermedades letales.