En los próximos 60 segundos después de que usted lea estas líneas, personas en todo el mundo comprarán un millón de botellas de plástico y más de dos millones de bolsas plásticas. Estos elementos que se consumen a diario tomarán, en promedio, más de 1.000 años en degradarse completamente, pero una gran parte de estos se desintegrará en pequeñas partículas conocidas como nano y microplásticos, los cuales han sido detectados, en los últimos años, en todas partes.
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Estos han sido hallados en las nubes, las playas, en el agua que se consume en las ciudades, en los océanos y en más de 1.300 especies acuáticas y terrestres. Además, cada vez hay más evidencia de cómo estas partículas se están acumulando en el cuerpo humano, con estudios que han corroborado su presencia en la sangre, semen, leche materna, placentas, arterias y, entre otros, la médula ósea.
Hay, además de estos, otro “depósito de microplásticos” en el cuerpo humano que cada vez más preocupa a los científicos: el cerebro.
Un nuevo estudio publicado, este lunes de 3 febrero, en la revista Nature Medicine, encontró pruebas de que estos diminutos fragmentos de plástico — que miden menos de cinco milímetros— están atravesando las barreras que protegen el cerebro y llegando a este órgano humano. Además de esto, la cantidad de microplásticos en el cerebro parece estar aumentando en los últimos años, pues la concentración de microplásticos en estos tejidos analizados aumentó aproximadamente un 50 % entre 2016 y 2024.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores de las universidades de Nuevo México y del Estado de Oklahoma analizaron muestras de tejidos cerebrales, renales y de hígado de 28 personas fallecidas en 2016 y 24 en 2024 en el estado de Nuevo México (Estados Unidos). Los investigadores, además, ampliaron el análisis con muestras de tejido cerebral de personas fallecidas entre 1997 y 2013 en la costa este de Estados Unidos.
Con estas muestras, los investigadores concluyeron que el cerebro parecería ser más vulnerables a los microplásticos, pues su concentración era mucho mayor en el tejido cerebral que en otros órganos.
No es, por su parte, la primera vez que investigadores encuentran microplásticos en el cerebro humano. En otro estudio publicado en 2024 en JAMA Network Open, los investigadores informaron por primera vez de la presencia de microplásticos en el cerebro humano. Se analizaron los cerebros de 15 personas fallecidas que vivían en São Paulo, la quinta ciudad más poblada del mundo y la más poblada de América Latina. En ocho de ellos se encontraron residuos plásticos.
Aun así, el nuevo estudio demuestra que los trozos de plástico están llegando a sitios más profundos como el córtex frontal.
Los investigadores admiten que, al tratarse de un solo estudio, hay que ser cautos a la hora de interpretar estos resultados. No obstante, indican que la producción de plásticos en todo el mundo se ha duplicado en los últimos 15 años, lo que sugiere que el nivel de exposición de los seres humanos también se ha disparado. “Ver que aumenta en un 50 % en ocho años en los órganos humanos creo que concuerda perfectamente con lo que estamos viendo en el medio ambiente”, le dijo, al Washington Post, Matthew Campen, uno de los autores principales del estudio, el profesor de toxicología de la Universidad de Nuevo México.
Para estudiar esas partículas, los científicos utilizaron un microscopio electrónico para identificar el plástico en estos tejidos. Según la investigación, el plástico más común encontrado fue el polietileno, que se utiliza en bolsas de plástico y envases de alimentos y bebidas. Este constituía una media del 75 % del plástico total. Por su parte, las partículas del cerebro eran en su mayoría fragmentos y escamas de plástico a nanoescala.
Esto último es, según el estudio, poco usual, pues la mayoría de los estudios sobre el efecto de los microplásticos en células y órganos han examinado partículas de forma esférica, lo que podría implicar otros efectos para la salud.
Otro punto que los científicos examinaron fue la relación de la presencia de microplásticos y enfermedades cerebrales. En particular, revisaron cerebros a los se había diagnosticado demencia, y encontraron que tenían entre tres y cinco veces más microplásticos que los cerebros normales. Sin embargo, según los investigadores, esto se podría deber a que la demencia debilita las barreras hematoencefálicas del cerebro.
“Dado el aumento exponencial de la presencia de microplásticos y nanoplásticos en el medio ambiente, estos datos obligan a realizar un esfuerzo mucho mayor para averiguar si tienen algún papel en los trastornos neurológicos u otros efectos sobre la salud humana”, afirman los investigadores del estudio.
En este punto vale señalar que las concentraciones de plástico en los órganos no se vieron influidas por la edad de la persona en el momento de la muerte, ni por la causa del fallecimiento, su sexo o su etnia.
“Estos resultados ponen de manifiesto la necesidad imperiosa de conocer mejor las vías de exposición, absorción y eliminación, así como las posibles consecuencias para la salud de los plásticos en los tejidos humanos, especialmente en el cerebro”, afirman los investigadores del estudio.
¿Qué efectos tienen los microplásticos en el cerebro?
Por el momento, no son claros los efectos en la salud que tienen estas concentraciones de microplásticos en el cerebro humano. De esta manera, artículos como el recientemente publicado empiezan a aclarar su impacto en la salud de las personas.
Otros investigadores han realizado estudios para entender el impacto de estas partículas en el cerebro de ratones. En un estudio de la Universidad de Rhode Island, por ejemplo, se le administró a ratones agua impregnada de diminutas partículas de poliestireno. Luego de una exposición por tres semanas, los individuos mostraron cambios cognitivos, entre estos algunos relacionados con etapas tempranas de alzhéimer.
En esta investigación, los investigadores aclaran que aún es muy temprano para establecer vínculos entre la presencia de microplásticos y el cerebro. Aun así, indican que su presencia puede exacerbar la inflamación de órganos y otros tejidos.
“Ya hemos visto vínculos con enfermedades cardíacas y posibles accidentes cerebrovasculares”, explicó la doctora Kjersti Aagaard, investigadora de microplásticos en la leche materna de la U. de Nuevo México, que no participó en el estudio.
En ese sentido, el año pasado, un estudio publicado en la Revista de Medicina de Nueva Inglaterra reveló que pacientes con microplásticos en una arteria clave tenían más probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular, un infarto de miocardio o la muerte.
“Nuestros datos tendrán un impacto dramático en la salud cardiovascular si se confirman, porque estamos indefensos ante la contaminación por plásticos”, afirmó a The Guardian Raffaele Marfella, primer autor del estudio de la Universidad de Campania Luigi Vanvitelli de Nápoles. “La única defensa de que disponemos hoy es la prevención mediante la reducción de la producción de plástico”.
En esta misma línea, la investigadora Tamara Galloway de la Universidad de Exeter (Reino Unido), sugirió, en un artículo de The Guardian “que si redujéramos la contaminación ambiental con microplásticos, los niveles de exposición humana también disminuirían, lo que ofrece un fuerte incentivo para centrarse en innovaciones que reduzcan la exposición”.
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