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No, Elon Musk no está cerca de leer los pensamientos de las personas

Es crucial comprender el funcionamiento de esta tecnología y disipar malentendidos, especialmente aquellos relacionados con la posibilidad de acceder a los pensamientos o ejercer un control mental. No es posible.

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20 de febrero de 2024 - 08:17 p. m.
La inserción de electrodos intracerebrales no es una técnica nueva y ha sido utilizada en neurociencia y neurocirugía durante varias décadas, específicamente, desde 1980.
La inserción de electrodos intracerebrales no es una técnica nueva y ha sido utilizada en neurociencia y neurocirugía durante varias décadas, específicamente, desde 1980.
Foto: EFE - GEORGE NIKITIN
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Han sido semanas muy movidas para Neuralink, una de las empresas de Elon Musk que está dando mucho de que hablar. Neuralink fue fundada en 2016 con el objetivo de desarrollar tecnologías de interfaz cerebro-máquina (ICM). Básicamente, su propósito es avanzar en la conexión directa entre el cerebro humano y las computadoras, con el objetivo de mejorar las capacidades cognitivas y abordar problemas de salud mental y neurológicos. Lo hace a través de la implantación de electrodos en el cerebro para registrar y estimular la actividad neuronal. A través de chips, se busca crear una conexión directa y eficiente entre el cerebro y las máquinas. (Puede ver: ¿Qué es la COP16, la cumbre de biodiversidad que se hará en Cali?)

En mayo de 2023, la FDA (la agencia sanitaria de Estados Unidos) autorizó a Neuralink a implantar y probar en humanos el dispositivo Telepathy (Telepatía). Tanto la empresa como la entidad no dieron detalles de dicha aprobación y todo se mantuvo en estricta reserva hasta que hace unas semanas, a finales de enero, la compañía dio a conocer que había implantado un chip cerebral en, al menos, un paciente. De dicho paciente se desconoce todo, salvo que podría padecer una parálisis por lesión en la médula espinal.

De momento se ha sugerido en diversos medios de comunicación que el paciente se recupera satisfactoriamente, pero para conocer los resultados habrá que esperar varios meses, pues estudios de este tipo de tecnologías suelen ser largos y con muchos pasos de por medio.

Sin embargo, no han sobrado los comentarios y cadenas virales en redes sociales que hacen ruido con el temor de qué podría implicar tener un chip en el cerebro. Como en las novelas de ciencia ficción, algunas personas comienzan a suponer la posibilidad de que la compañía pueda tener acceso a los pensamientos o incluso al control mental. Eso, para ser claros desde ya, no es posible.

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“Nos intriga cómo funciona el cerebro. Parece que es en este órgano donde se encuentra nuestra intimidad más profunda y queremos respetarlo. No deseamos que otras personas nos controlen. Pero, por el momento, que nos lean la mente o puedan influir sobre nuestro pensamiento no es algo por lo que preocuparse”, zanja en una columna en The Conversation Javier Díaz Dorronsoro, profesor de Instrumentación Biomédica de la Universidad de Navarra, en España, y quien ha seguido de cerca, como muchos de la comunidad científica, este desarrollo.

Pero para entender por qué eso no es posible, hay que explicar un par de cosas antes. Lo primero es que, aunque lo que está haciendo Neuralink podría representar ciertos avances importantes (a los que ya volveremos en unas líneas), el uso de chips en el cerebro (y en otras partes del cuerpo) no es algo completamente nuevo. La inserción de electrodos intracerebrales ha sido utilizada desde 1980. Hoy en día se utiliza regularmente y con éxito en el tratamiento de diversas condiciones neurológicas y psiquiátricas como la enfermedad de Parkinson (en donde se usa para tratar los síntomas motores como temblores, rigidez y bradicinesia) o la epilepsia refractaria (cuando ya no se responde a tratamientos convencionales).

En cuanto al uso de chips intracraneales en casos de depresión, dolor crónico, adicciones, demencia y obesidad, estos son temas de investigación en evolución que apenas están en sus primeros desarrollos. Sin embargo, lo importante aquí es que no se trata de algo completamente nuevo. La tecnología funciona así: en el cerebro, las neuronas son las células fundamentales que transmiten información. Se comunican entre sí mediante señales eléctricas. Cuando una neurona está activada, genera una pequeña corriente eléctrica. Esa corriente es la que permite que el cerebro pueda enviar los comandos de acción (por decirlo de alguna manera simplificada) que permiten, por ejemplo, mover una mano o una pierna.

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La ciencia ya sabe cómo alterar el funcionamiento de las neuronas controlando esos impulsos eléctricos. Eso se puede hacer (y se hace) a través de tratamientos no invasivos como la estimulación magnética transcraneal o la colocación de electrodos en el cuero cabelludo. Pero también a través de chips.

Los chips o electrodos implantados por Neuralink están diseñados para registrar estas corrientes eléctricas generadas por las neuronas. Son como pequeños “detectores”. Las señales eléctricas registradas por los electrodos son luego convertidas en información digital. Este proceso de traducción se realiza mediante algoritmos que interpretan los patrones de actividad neuronal. Cada patrón puede representar algo diferente. La información digital generada se puede utilizar para controlar dispositivos externos, como computadoras o prótesis. Por ejemplo, las señales neuronales registradas por los electrodos pueden traducirse en comandos para mover un brazo robótico.

De esto último viene el potencial de esta tecnología: esta interfaz cerebro-máquina tiene el potencial de mejorar la calidad de vida para personas con diversas condiciones médicas y abrir nuevas posibilidades en el campo de la neurociencia y la tecnología. Esto podría ayudar a qué personas que sufren enfermedades o condiciones que las tienen puedan recuperar autonomía en sus vidas. Pero, como dice Dorronsoro en The Conversation, “una señal muscular no equivale en modo alguno a un pensamiento”.

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Con este tipo de dispositivos, que, en términos muy simples, “solo” proporcionan y conectan impulso eléctrico con máquinas, no se puede saber en qué está pensando la gente ni mucho menos imaginar un control mental. Entre otras cosas, recuerda el profesor de Biomédica, porque ni siquiera tenemos muy claro qué es pensar. El cerebro sigue siendo un órgano al que debemos todo y desconocemos mucho.

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