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No es solo caminar, es cómo caminas: un ritmo rápido puede proteger más al corazón

Un estudio reciente encontró que caminar más rápido puede reducir el riesgo de arritmias cardíacas, como la fibrilación auricular. Caminar a un ritmo más acelerado ayuda a mejorar la salud metabólica y reduce la inflamación, lo que protege el corazón. Aunque aún falta más investigación, estos resultados sugieren que caminar rápido podría ser una forma fácil y efectiva de cuidar el corazón y prevenir problemas de ritmo.

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16 de abril de 2025 - 02:45 p. m.
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Sabemos que moverse y hacer actividad física, como puede ser caminar, puede ayudar a cuidar el corazón y prevenir problemas en su ritmo. Pero aún no está del todo claro si caminar más rápido o más lento hace alguna diferencia en ese beneficio. Faltan estudios que respondan esa pregunta.

Las arritmias, por ejemplo, son problemas en el ritmo del corazón que se han vuelto cada vez más comunes. Uno de los tipos más frecuentes es la llamada tecnicamente fibrilación auricular (FA), cuyos casos se han duplicado en los últimos 30 años y ya afectan a casi 60 millones de personas en todo el mundo. Estas alteraciones pueden causar enfermedades del corazón, muerte súbita, discapacidad y aumentar el riesgo de morir. Por eso, es muy importante detectarlas a tiempo y trabajar en prevenirlas, sobre todo controlando factores de riesgo que se pueden cambiar.

Se ha sugerido que caminar más rápido está relacionado con un menor riesgo de enfermedades cardíacas y una mejor salud en general. Sabemos que problemas como el sobrepeso, el colesterol alto o la inflamación del cuerpo aumentan el riesgo de arritmias. Y también sabemos que caminar a paso rápido puede ayudar a mejorar estos factores. Por eso, creemos que caminar más rápido podría ayudar a prevenir las arritmias, al mejorar la salud metabólica y reducir la inflamación. Sin embargo, todavía sabemos poco sobre si realmente el ritmo al caminar influye en el riesgo de sufrir arritmias.

Para entender mejor esto, un grupo de investigadores de Reino Unido analizó recientemente si existe una relación entre el ritmo al caminar (según lo reportado por las personas y medido con acelerómetro) y la aparición de arritmias. También investigaron diferentes tipos de arritmias y si factores como la edad, el sexo, el peso, el consumo de alcohol o el número de enfermedades que ya tiene una persona pueden influir en esta relación.

El estudio se publica en la revista BMJ Heart y utilizó los datos del UK Biobank, una de las bases de datos de salud más grandes del mundo. Esta cohorte incluye a más de 500.000 adultos del Reino Unido, de entre 40 y 69 años, que fueron reclutados entre 2006 y 2010. A estos participantes se les aplicaron cuestionarios sobre salud y estilo de vida, se les realizaron mediciones físicas y se recolectaron muestras biológicas en centros especializados distribuidos por Inglaterra, Escocia y Gales. El ritmo de caminata fue medido de dos formas: una autoinformada por los participantes (describiendo su ritmo habitual como lento, promedio o rápido) y otra más precisa, usando acelerómetros. Estos dispositivos fueron usados durante 7 días por más de 96.000 personas, registrando de manera objetiva su actividad física, incluyendo la intensidad y el ritmo al caminar.

Además, el equipo de investigación revisó los registros médicos hospitalarios y ambulatorios para identificar los casos nuevos de arritmias que se presentaron durante el seguimiento. También se tomaron en cuenta diversos factores de salud como el índice de masa corporal, la presión arterial, los niveles de colesterol, glucosa y un marcador de inflamación conocido como proteína C reactiva. Estos datos permitieron explorar no solo la asociación entre caminar rápido o lento y el riesgo de arritmias, sino también si esta relación estaba mediada por el estado metabólico o inflamatorio del cuerpo.

¿Qué encontraron?

Los hallazgos apuntan a que caminar a un ritmo más rápido, ya sea reportado por los participantes o medido objetivamente con acelerómetros, se asoció con un menor riesgo de desarrollar arritmias cardíacas. Pero, ¿qué es caminar rápido? Los investigadores definieron el “caminar rápido” de dos maneras. Primero, mediante un cuestionario autoinformado, en el que los participantes debían describir su ritmo habitual de caminata, con opciones como ritmo lento (menos de 4.8 km/h), ritmo constante o promedio (entre 4.8 km/h y 6.4 km/h), y ritmo rápido (más de 6.4 km/h).En este caso, caminar a un ritmo superior a 4 millas por hora fue considerado como caminar rápido.

Además, los investigadores utilizaron un acelerómetro para medir objetivamente el ritmo de caminata de un subconjunto de participantes. El acelerómetro clasificó el ritmo de marcha en tres categorías: lento, moderado y rápido, basándose en la aceleración y el gasto energético, utilizando umbrales previamente validados. Esta medición objetiva del ritmo rápido estuvo relacionada con una mayor aceleración y gasto energético, lo que proporcionó una definición más precisa y técnica de lo que es caminar rápido.

Entonces, en comparación con quienes caminaban lentamente, aquellos con un ritmo de marcha promedio presentaron un 35% menos de riesgo de arritmias en general, mientras que quienes caminaban rápido redujeron ese riesgo en un 43%. Estas asociaciones también se reflejaron específicamente en tipos concretos de arritmia, como la fibrilación auricular y en otras como las bradiarritmias y arritmias ventriculares.

Una parte interesante del análisis fue identificar los factores que median esta relación. Alrededor del 36% del efecto protector del caminar más rápido sobre las arritmias se explicaba por factores metabólicos e inflamatorios, como la obesidad, la inflamación sistémica y el perfil lipídico. Es decir, caminar más rápido parece tener un efecto beneficioso sobre el metabolismo y la inflamación corporal, lo que a su vez reduce el riesgo de arritmias.

Además, esta relación fue más pronunciada en ciertos subgrupos: mujeres, personas menores de 60 años, individuos con un índice de masa corporal (IMC) menor de 30, personas hipertensas y quienes convivían con dos o más enfermedades crónicas. Esto sugiere que los beneficios de caminar a buen ritmo podrían ser aún mayores en personas que, por sus condiciones de salud o edad, están en un grupo de riesgo cardiovascular elevado.

Desde el punto de vista clínico, los autores escriben que estos hallazgos podrían apoyat la inclusión de recomendaciones específicas sobre el ritmo de caminata en las guías de actividad física. Es decir, no se trata solo de caminar más, sino de hacerlo a un ritmo ligeramente acelerado, que eleve la frecuencia cardíaca de forma moderada y sostenida. Esto podría implementarse como una estrategia preventiva simple y económica para reducir el riesgo de arritmias, tanto en personas sanas como en aquellas con antecedentes o factores de riesgo cardiovasculares, dice el estudio.

Además, se sugiere que los profesionales de la salud evalúen no solo la cantidad de actividad física que realiza una persona, sino también la intensidad con la que camina en su vida diaria. Herramientas como los acelerómetros o incluso las aplicaciones móviles podrían ayudar a monitorear este aspecto y dar seguimiento más personalizado a los pacientes.

Finalmente, los científicos creen que estos hallazgos pueden orientar campañas de salud enfocadas en promover el hábito de caminar rápido como parte de la rutina diaria, especialmente en poblaciones vulnerables. La intervención es sencilla, no requiere equipos costosos ni gimnasios, y puede tener un impacto significativo en la prevención de problemas cardíacos.

Los investigadores, dirigidos por la profesora Jill Pell de la Universidad de Glasgow, dijeron, citada por The Guardian: “Este estudio es el primero en explorar las vías que sustentan la asociación entre el ritmo de caminata y las arritmias, y en proporcionar evidencia de que los factores metabólicos e inflamatorios pueden tener un papel: caminar más rápido disminuyó el riesgo de obesidad e inflamación, lo que, a su vez, redujo el riesgo de arritmia”.

El estudio presentó algunas limitaciones importante que deben tenerse en cuenta. En primer lugar, aunque se utilizaron datos de acelerómetros, no se tuvo acceso a los datos brutos, lo que impidió realizar un análisis más detallado sobre la velocidad real de caminata. En segundo lugar, la tasa de respuesta de los participantes fue de alrededor del 45%, lo que introduce un posible sesgo de selección. Además, el Biobanco del Reino Unido, como muchos estudios de cohorte, puede estar sujeto al sesgo de voluntarios sanos, lo que limita la capacidad de generalizar los resultados a toda la población. Los participantes también eran principalmente de origen británico blanco y tenían edades entre 40 y 69 años, lo que significa que los resultados podrían no ser aplicables a otros grupos étnicos, edades o países.

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