Aunque se estima que uno de cada 100 niños tiene autismo, conocido también como trastorno del espectro autista (TEA), las causas de estas afecciones relacionadas con el desarrollo del cerebro siguen sin estar claras.
Ante la ausencia de respuestas claras, varios estudios han buscado las causas en el embarazo. De hecho, varios de ellos han señalado una relación entre el estado de salud de la madre durante el embarazo y el riesgo de autismo de su hijo. Sin embargo, un extenso y reciente estudio controvierte estos hallazgos y señala que las anteriores “asociaciones” pueden responder a factores genéticos, exposición a la contaminación o acceso a la atención médica.
Para la investigación, un equipo de científicos analizó los historiales médicos de más de 1,1 millones de embarazos en Dinamarca. Con estos registros en mano, los investigadores se fijaron en las enfermedades que podían tener las mujeres y se centraron en poco más de 18.000 casos que recibieron algún diagnóstico de TEA.
De acuerdo con Vahe Khachadourian, investigador de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, “creemos que nuestro estudio es el primero en examinar exhaustivamente el historial médico completo de la madre y explorar una amplia gama de posibles asociaciones, controlando múltiples afecciones concurrentes y factores de confusión”.
La mención que hace Khachadourian de los factores de confusión es clave. Según explican los autores del estudio, que fue publicado en Nature Medicine, son factores que pueden ofrecer una explicación alternativa entre el diagnóstico recibido por una mujer y el diagnóstico de autismo de su hijo.
Algunos de estos factores son el estatus sociodemográfico y la edad de la madre durante el embarazo. Esto último es importante, pues los hijos de madres mayores tienen más probabilidades de ser diagnosticados de autismo.
Tras tener en cuenta estos factores de confusión, los investigadores concluyeron que “no hay pruebas convincentes de que ninguno de estos otros diagnósticos en la madre pueda causar autismo”, en palabras de Magdalena Janecka, autora principal del estudio e investigadora de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York.
Para ser más claros en su conclusión, los científicos ofrecieron un ejemplo. “Si una mujer sufre un episodio de depresión durante el embarazo y su hijo es autista, es mucho más probable que madre e hijo compartan genes causantes de ambas afecciones, en lugar de que los efectos químicos de la depresión afectaran de algún modo al feto para causarle autismo durante el desarrollo”.
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