Los impuestos saludables no son simples números en una reforma tributaria: salvan vidas, reducen enfermedades y constituyen una gran herramienta para proteger la salud pública. La evidencia es clara: menos enfermedades del corazón y menos cáncer, entre otros males.
Cada vez que hay una reforma tributaria —o como la bautice el gobierno de turno para que suene menos dolorosa—, se abre una oportunidad para incluir medidas ambientales y de salud. Este es el escenario perfecto para que el Ministerio de Hacienda las incluya con el aval técnico del de Salud.
La reciente Ley de Financiamiento establece impuestos saludables sobre el tabaco y el alcohol. Los fabricantes e importadores de cigarrillos pagarán $11.200 por cada cajetilla de 20 unidades, más un 10 % sobre el precio de venta; esta medida incluye cigarrillos electrónicos y otros productos de nicotina. Para las bebidas alcohólicas, el IVA aumentará al 19 %. Es llamativo que la cerveza, con retrasos históricos por la influencia de Bavaria en el Congreso, tendrá un impuesto adicional de $330 por cada grado de alcohol, más un 30 % sobre el precio de venta.
Con los aliados y académicos con quienes trabajamos vemos estos impuestos con buenos ojos porque la medida funciona.
Los detractores difunden falsedades: no es cierto que el impuesto quiebre a las tiendas tradicionales ni que se pierden empleos. Si quieren señalar posibles causantes de ello, hay que mirar hacia las cadenas de proximidad estilo Oxxo, que son las que más han afectado a los tenderos.
Otros opinan que el Estado no debe decidir lo que consumimos. Ellos deben pensar que no somos tan libres frente a estos productos, pues su presencia en todos los espacios y la exposición a la publicidad no nos permiten libertad total.
La evidencia es contundente: estas medidas reducen el consumo de productos nocivos; particularmente entre los menores de edad y los más vulnerables. El éxito no está en el recaudo, sino precisamente en la disminución del consumo.
Lejos de reducir recursos para salud y educación, las empresas afectadas contribuirán de forma más justa al sistema. Y no, la industria no se hunde por eso. Al contrario: una población más sana es más productiva y goza de mayores oportunidades.
El impuesto saludable, el etiquetado frontal de advertencia, la restricción a la publicidad y a la venta según la edad han demostrado que funcionan. La OMS asegura que es la mejor práctica; es decir, que salva vidas y ayuda a la salud sin gastar demasiado.
En Colombia ya demostramos que el impuesto saludable al tabaco tradicional y a los ultraprocesados no matan la economía, pero sí evita que nos maten varias enfermedades. Bienvenido sea.
*Directora ejecutiva de Red PaPaz
👩⚕️📄¿Quieres conocer las últimas noticias sobre salud? Te invitamos a verlas en El Espectador.⚕️🩺