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Parir en el agua, una práctica que se populariza en las ciudades colombianas

En un país con una fuerte tradición de partería ancestral, cada vez más personas en los centros urbanos regresan a las prácticas de parto natural. Parteras, médicos especialistas y mujeres participan en este retorno a los partos humanizados, donde el agua puede jugar un papel fundamental.

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Elena Bermúdez Rivera
27 de marzo de 2025 - 11:10 p. m.
Al agua la llaman “la epidural de las parteras” porque su efecto ayuda a reducir el dolor del parto. / Getty Images
Al agua la llaman “la epidural de las parteras” porque su efecto ayuda a reducir el dolor del parto. / Getty Images
Foto: Getty Images - ideabug
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Si me preguntan qué es el agua, es fuente de calma. Nadar, bañarme, tomar un té caliente, son pequeños gestos que me permiten volver a mí misma y conectar con quién soy. Siempre me he preguntado si esta relación íntima que tengo con el agua desde niña es única, si el agua me escogió a mí de manera especial o si es algo común entre todas las personas.

Mi madre, María Victoria, me cuenta que, cuando estudió medicina y rotó en ginecología, estuvo cerca de muchos partos que le despertaron una claridad sobre la forma en la que quería traer a sus hijas al mundo. Esa idea se reforzó cuando cambió de carrera y la vida la llevó a trabajar en el Amazonas colombiano con comunidades indígenas. “Yo quería un parto natural, como las indígenas que no lo tratan como una enfermedad”, dice.

Hace 31 años quedó embarazada de mi hermana mayor y, junto a mi padre, eligió el camino del parto acuático. “En mi época, yo me sentí rompiendo miedos del entorno porque un parto alternativo era un riesgo, según la narrativa de los hospitales. Y es importante conocer los posibles riesgos, pero no vivir el embarazo y el nacimiento desde el miedo”, asegura.

Tras esa primera experiencia, los dos embarazos que siguieron fueron planeados como partos en agua desde el inicio. Así, bajo la supervisión y el cuidado de un ginecólogo especialista, mi llegada al mundo estuvo marcada por la luz de las velas, la música, la presencia de mis hermanas, mi padre y mi tía, una ensalada de frutas, la lentitud y el respeto por los tiempos de mi madre. Mi primer contacto con el exterior fue el agua tibia y luego las manos de mi madre, que me recibieron y, sin intervención de alguien más, me llevaron a su pecho.

Impulsadas por el deseo de tener soberanía sobre sus partos, muchas mujeres, hombres transgénero y personas no binarias con capacidad de gestar han emprendido la búsqueda de caminos hacia el parto humanizado desde el cual pueden decidir cómo y dónde parir. Esto hace parte de las luchas por la defensa de los partos respetados que retoman prácticas de conocimiento afro e indígena sobre los partos naturales que se han borrado en las clínicas y centros urbanos.

Uno de estos enfoques ha sido el parto en agua, donde se garantiza el respeto por la mujer, su cuerpo, su bienestar, sus decisiones y sus derechos. En algunos de estos partos, el agua se utiliza únicamente durante la fase de dilatación, mientras el cuello del útero se expande para permitir que el bebé se mueva hacia el canal de parto. En otros casos, también se emplea en la fase de expulsión para que la madre se sumerja en una tina de agua tibia y reciba a su bebé allí.

Sobre el parto humanizado y respetado

Susana Bueno es una ginecóloga y obstetra, egresada de la Universidad del Rosario, que desde hace más de veinte años trabaja atendiendo embarazos con un enfoque holístico. Además es promotora y consultora del parto humanizado en Colombia. Para ella, “no humanizar el parto es una forma más de violencia obstétrica”, que se manifiesta de diferentes formas. Por ejemplo, realizar tactos vaginales sin consentimiento, no proveer la información completa sobre procedimientos médicos, forzar la posición de litotomía -es decir, acostada de espaldas- para el parto, impedir el contacto piel a piel inmediato con el bebé o insistir en hacer una cesárea sin justificación.

La Ley 2244 de 2022, aprobada en Colombia, busca proteger los derechos de las mujeres durante el embarazo, el trabajo de parto, el parto, el posparto y el duelo gestacional y perinatal. Conocida como la Ley de Parto Digno, Respetado y Humanizado, vela por reducir las intervenciones médicas innecesarias, se centra en la madre y en el bebé y en promover que las mujeres elaboren un plan de parto que refleje sus necesidades, preferencias y expectativas.

Frente a las intervenciones quirúrgicas sin justificación, Colombia enfrenta una epidemia de cesáreas. Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que estas cirugías no superen el 15% de los nacimientos, en el 2020 el 44,6% de los nacimientos colombianos fueron por cesárea (casi uno de cada dos bebés).

“El parto respetado genera resistencia en los colegas y se niega así la complejidad de lo que significa tener un trato humanizado que implica, además de un trato empático, un respeto por todas las dimensiones que la mujer está viviendo durante el parto. Una dimensión sexual, emocional, física. Entonces, reconocen a las mujeres en parto, como objetos y no como sujetos. Pero además hay resistencia en el vacío que hay en la capacitación o en la formación que tenemos a nivel de universidades sobre ciertas prácticas que se han seguido como verdades absolutas”, argumenta Bueno.

El camino de la partería

Hace 15 años Paola Méndez Aguilar se adentró en el mundo de la partería. Al igual que mi madre, tras su formación como médica y sus rotaciones en ginecología en un contexto hospitalario, su perspectiva sobre los partos se transformó. Ella es fundadora de la Asociación Parir Cali (APARIR) y de Aluna Nacer, dos organizaciones de partería autónoma.

“Me acerqué a la partería por la necesidad de amigas y personas alrededor que querían tener partos respetados con una ayuda profesional y médica. De ahí surgió la necesidad de buscar otro modelo y de recibir apoyo de parteras en otros países, porque acá, aunque está el conocimiento de la partería afro e indígena, no se reconoce la partería profesional”, expresa Méndez Aguilar.

Amapola Pacheco encontró la misma vocación por una vía diferente. Desde la antropología se despertaron sus preguntas sobre la ciclicidad del cuerpo femenino, sobre la forma en que distintas culturas entienden la salud y los rituales de nacimiento. Pero lo que inició como una inquietud académica pronto se entrelazó con el deseo de ser doula, una acompañante que brinda apoyo físico y emocional durante el embarazo, parto y posparto. Al cabo del tiempo, se formó como partera y recibió su certificación profesional en Estados Unidos.

Ha asistido a cerca de 500 partos y afirma que la lucha por desmedicalizar el parto y por humanizarlo es cada vez más fuerte porque “las mujeres vamos entendiendo que no tenemos por qué usar el postparto para recuperarnos del parto; no tiene por qué ser un trauma. En el parto importamos porque sucede también un rito de iniciación para convertirnos en madres y eso tiene un impacto físico, mental, emocional y espiritual”.

Estas doulas trabajan con las madres y sus familias desde el inicio del embarazo. Se dedican al acompañamiento, a la educación integral y guía sobre las opciones de partos, la lactancia y el proceso de posparto, entre muchas otras tareas. En todos los casos, el proceso de acompañamiento requiere que las madres se hagan los chequeos médicos y los exámenes prenatales para garantizar un parto apropiado.

Durante el trabajo de parto, realizan un monitoreo Doppler -a través de un ultrasonido que evalúa el flujo sanguíneo en el cordón umbilical, la placenta y las arterias uterinas- para dar seguimiento y detectar cualquier señal de alerta. Antes del parto, se firma un acuerdo de corresponsabilidad, donde se establece que, en caso de una complicación que requiera una cesárea, se seguirá un protocolo de emergencia para garantizar una transición segura a un centro hospitalario en ambulancia. En estos casos, las parteras continúan con su rol de acompañamiento, manteniendo comunicación constante con el personal médico de la clínica, asegurando la continuidad del cuidado y brindando apoyo emocional y logístico a la madre y su familia.

El uso del agua en el parto

En diciembre del 2023, la UNESCO reconoció la partería ancestral como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Colombia fue uno de los siete países que nominó esta práctica. Acá, las comunidades indígenas y afrodescendientes han mantenido tradiciones de partería y algunas han utilizado agua y ríos para dar a luz. Las raíces culturales de esta práctica resisten, se mantienen vigentes y enriquecen las búsquedas de partos respetados de las mujeres en las ciudades.

Victoria Rousse es una mujer francesa que tuvo a Samara, su hija colombo-francesa, hace unos meses. Ella tiene 44 años y evitó parir en un hospital porque, por su edad, a pesar de tener un cuerpo saludable, le impondrían tener un parto por cesárea. Así que contactó a las parteras de Aluna en Cali para tener un parto acuático. “Yo siempre viví a la orilla del mar y todo el embarazo se pasó también frente al mar, yendo todos los días a nadar. Para mí fue muy importante poder elegir la forma de tener este parto”, dice. Al momento de entrar en la tina sintió mucho alivio. Las contracciones se sintieron menos fuertes y se pudo mover con más libertad; podía estar boca arriba o boca abajo si así lo deseaba.

Al agua la llaman “la epidural de las parteras”, pues en los partos acuáticos, se utilizan tinas tibias donde las mujeres pueden reducir el dolor de las contracciones mientras sus tejidos musculares se van relajando. “Es una excelente estrategia de manejo no-farmacológico del dolor durante el parto. El agua tiene propiedades de relajación, induce endorfinas, induce una sensación de bienestar,” comenta la ginecóloga Susana Bueno.

A diferencia del bloqueo epidural —un medicamento anestésico que se inyecta en la columna vertebral para reducir el dolor de las contracciones al adormecer la mitad inferior del cuerpo durante el parto—, el uso del agua no tiene efectos secundarios. La anestesia epidural puede prolongar la fase expulsiva al reducir la percepción del reflejo de pujo. Aunque la placenta actúa como barrera, el medicamento puede afectar al bebé, generando en algunos casos taquicardia neonatal o una disminución del estado de alerta, lo que podría interferir en el inicio de la lactancia.

Además, “cuando una mujer está sumergida en el agua tiene menos probabilidad de recibir una episiotomía -un corte quirúrgico en el perineo que se realiza para facilitar la salida del bebé- que puede ser nociva para la madre”, añade la antropóloga y partera Pacheco.

Natalia Rodríguez Marín también es antropóloga. Mientras la entrevistaba sobre su experiencia de dar a luz, Aruna, su hija de casi dos años, se escapaba rebeldemente de sus brazos para correr hacia la piscina a meter los pies. “Ella es una niña muy acuática, le encanta el agua”, me decía Natalia tratando de frenar a su bebé. Aruna y yo tenemos en común que nuestras madres tuvieron partos acuáticos.

Ella agradece dos cosas que la atención hospitalaria jamás le habría provisto. Por un lado, pudo alimentarse durante todo el trabajo de parto; comió miel y chocolate mientras estaba en el agua. Y además, recibió una educación integral durante su proceso de partería que transformó por completo la experiencia de parir.

En medio de las contracciones, antes de meterse en la tina, Natalia recordó que su terapeuta de suelo pélvico le recomendó masturbarse para reducir el dolor de las contracciones. “Me dio pena al comienzo, pero reducía demasiado el dolor y fue una gran ayuda durante todo el parto. Para mí fue algo revolucionario. Si más mujeres lo habláramos, podríamos ayudarnos en el manejo del dolor. Porque claramente en el sistema médico jamás te van a decir: ‘mastúrbate’”, señala.

A pesar de los beneficios que brinda el parto en agua, hay quienes cuestionan esta práctica señalando los posibles riesgos asociados.

Los presuntos riesgos de los partos en agua

Se han realizado diferentes estudios para identificar los riesgos de esta modalidad de partos. El más frecuente es la falta de formación del personal.

En la partería se estudia cada caso de embarazo de manera individual y es fundamental contar con estudios especializados, certificación y conocimientos en ginecología. No todos los embarazos son candidatos para un parto en agua, por lo que los exámenes y chequeos prenatales son esenciales. De esta manera, condiciones como la placenta previa, la preeclampsia o las malformaciones congénitas en el bebé representan algunas de las contraindicaciones para esta opción.

A raíz de los partos en agua que se han registrado, las investigadoras con PhD Jennifer Vanderlaan y Priscilla Hall publicaron en 2020, en The Journal of Perinatal & Neonatal Nursing, una revisión sistemática casos con resultados neonatales desfavorables relacionados con la inmersión en agua. En su mayoría, las complicaciones eran prevenibles, pues fueron resultado de la mala praxis de quienes asistieron el parto.

Sin embargo, aunque es un fenómeno poco común, el estudio destaca la necesidad de investigar los casos de hemodilución -una disminución de la concentración de glóbulos rojos y otros componentes sanguíneos debido a un aumento del volumen de plasma- para determinar si están directamente asociados con la inmersión en agua o si se trata de casos aislados. Esto puede ocurrir cuando una mujer, durante un trabajo de parto prolongado, ingiere grandes cantidades de agua para mantenerse hidratada, provocando un desequilibrio electrolítico, como la hiponatremia -bajos niveles de sodio en la sangre-, lo que podría afectar tanto a la madre como al recién nacido.

Por otro lado, en el estudio Water contamination and infection rate after water births, los investigadores Thoni, Zech, Moroder y Ploner observaron el efecto perjudicial que puede tener la materia fecal de la madre en el agua. Examinaron los microorganismos presentes en las tinas utilizadas para los partos acuáticos y se compararon las tasas de infección en recién nacidos de esta modalidad con las de aquellos nacidos de forma convencional. Los resultados no mostraron una mayor frecuencia de infecciones neonatales en los partos en agua. Sin embargo, se detectó que el agua estaba contaminada, principalmente de E. coli y, en menor medida, de Staphylococcus aureus.

La doctora Susana Bueno resalta la importancia de cumplir con los protocolos para el manejo del agua, de su temperatura, de las heces fecales que pueden liberarse y demás. También menciona que lo más importante es que la mujer no sea portadora de estas bacterias en su canal vaginal previo al parto.

Si bien esto es un factor al considerar la decisión de tener un parto acuático, la doctora enfatiza la importancia de cambiar la visión medicalizada y aséptica del nacimiento: “Hay que entender que en el parto vaginal existen unas normas de precaución, pero no es un evento aséptico ni estéril. Aún si no es en agua, muchas veces hay materia fecal de la madre en el expulsivo. Además, está presente toda la flora bacteriana hospitalaria”.

En cuanto al riesgo de que el recién nacido se ahogue cuando la fase de expulsión se hace en agua, la partera Pacheco aclara que esta modalidad “no tiene ningún tipo de secuelas porque en el momento del parto, la placenta sigue prendida al útero y eso significa que el bebé se sigue oxigenando por el cordón umbilical durante 10 o 30 minutos más, de la misma manera que lo ha hecho durante 240 días dentro de su madre”.

Ahora bien, en Water birth: a systematic review and meta-analysis of maternal and neonatal outcomes publicado en 2024 en el American Journal of Obstetrics & Gynecology, se afirma que hay una relación significativa entre los partos en agua y el ligero aumento del riesgo de avulsión del cordón umbilical (una separación parcial o total del cordón de la placenta).

En esta revisión, se observó en el 0,52% de los casos (166 de 32.338 partos en agua). Una posible causa es el rápido ascenso del recién nacido a la superficie del agua; la tensión y daño en el cordón puede causar exanguinación —pérdida de sangre— y anemia en el bebé —disminución de glóbulos rojos, lo que afecta el transporte de oxígeno. En ese sentido, el estudio recomienda una manipulación cuidadosa del cordón durante el parto en agua, especialmente al sacar al recién nacido y realizar una revisión inmediata para brindar asistencia en caso de ser necesario.

Frente al puntaje Apgar registrado en recién nacidos, es evidente el índice de bajo riesgo que representa esta modalidad de parto acuático. Este puntaje es un sistema de evaluación rápida utilizado para medir la salud general de un recién nacido en los primeros minutos de vida; permite determinar si necesita atención médica inmediata después del parto. El puntaje Apgar se realiza en dos momentos: al primer minuto de vida y a los cinco minutos. Un puntaje de 7, 8 o 9 es normal y es una señal de que el recién nacido está bien de salud.

En los 675 partos acuáticos en la fase de expulsión que estudió Jeniffer Shaw-Battista, de la Universidad de California, para su tesis doctoral, la puntuación Apgar no varió entre bebés nacidos en agua, nacidos después de un trabajo de parto en agua, o nacidos de una mujer que no utilizó la inmersión.

Las investigaciones que se han desarrollado coinciden en señalar que el parto en agua se asocia con múltiples beneficios en comparación con el parto convencional cuando se trata de un embarazo de bajo riesgo. Entre ellos, se destaca una reducción del riesgo de hemorragia posparto, un menor riesgo de infecciones en el recién nacido, una reducción en los ingresos a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales y una experiencia de parto más positiva para la madre por tener mayor movilidad y mayor sensación de seguridad y cuidado.

También coinciden en hacer un llamado de atención para minimizar los posibles riesgos por inmersión. Concluyen que el personal que asiste el parto debe seguir los protocolos establecidos y estar preparado para los posibles riesgos. Deben garantizar un suministro de agua limpia, el monitoreo de su temperatura, el uso de tinas adecuadas y la desinfección rigurosa del equipo. Muchos de los beneficios de los partos acuáticos no solo se deben a la inmersión en agua sino también a la atención personalizada que las parteras suelen brindar en hogares y centros de parto, lo que permite una detección y resolución temprana de complicaciones.

Dignificar el trabajo médico y una lucha por el cambio

En lugares como Reino Unido, Estados Unidos, Holanda y Canadá se ofrecen estos servicios de partería como práctica profesional y en algunos casos es complementaria al sistema de salud público, permitiendo la colaboración entre parteras y gineco-obstetras. En Colombia esta modalidad se desarrolla de manera independiente o en clínicas especializadas, pues el parto respetado aún enfrenta desafíos en su implementación en el sistema de salud.

“Debe haber muchos cambios a nivel de salud pública. Que haya condiciones dignas para los médicos y que se desarrolle un modelo de partería bajo el cual las mujeres puedan recibir atención uno a uno. Por ejemplo, donde estuve en Alemania, había una médica que estaba de turno y muchas parteras acompañando el proceso”, sostiene Méndez Aguilar, de la Asociación Parir Cali.

La ginecóloga Susana Bueno también asegura que “existen prácticas de violencia obstétrica que afectan a los profesionales de la salud, y el Estado tiene una responsabilidad en su prevención. Por ejemplo, el exceso de volumen de pacientes con escasez de personal, turnos que son incluso noche de por medio, salarios que llegan tarde, cierres sistemáticos de salas de partos, entre otras”.

La doctora también propone que el parto humanizado debe involucrar a todo el equipo de salud que acompaña el proceso, incluidos anestesiólogos, pediatras, enfermeras y hasta el personal administrativo. Todos deberían estar alineados con el concepto de humanización, pues “si estamos fragmentados en la atención, será mucho más difícil”.

Parte de la transformación necesaria también está en el acceso a estas modalidades de parto. “Yo sé que ustedes, que conocieron cómo fue su proceso de nacimiento, ya tienen una conciencia sobre su derecho de dar a luz de una manera natural e incluso en el agua. Pero ojalá todas las mujeres en todo el territorio colombiano tengan acceso a este tipo de información, que esta no sea una opción elitista”, insiste mi madre.

A pesar de que el sistema de salud no cubría los tres partos que mi madre tuvo en agua, para mis padres era una prioridad traernos al mundo en ese entorno tranquilo, que ofrecía calma tanto para ellos como para mis hermanas y para mí. Ni la póliza de medicina prepagada ni la EPS respaldaron esos partos naturalizados. 30 años después, el panorama se ha transformado de a poco, pero siguen existiendo barreras para que las mujeres y personas gestantes escojan libremente cómo parir.

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Por Elena Bermúdez Rivera

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