Se estima que una de cada tres mujeres mayores de 50 años sufrirá una fractura relacionada con la osteoporosis. En los hombres, el riesgo también es considerable: uno de cada cinco vivirá una fractura de este tipo a lo largo de su vida. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta enfermedad se caracteriza por una baja masa ósea y un deterioro microestructural del tejido óseo, lo que incrementa la fragilidad de los huesos y su susceptibilidad a fracturas.
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Una reciente revisión, publicada el 30 de junio en la revista académica JAMA Network, actualiza el panorama sobre esta condición en mujeres posmenopáusicas y hombres mayores de 50 años, desde la epidemiología hasta el tratamiento. Para construirla, los autores analizaron estudios en inglés publicados entre el 31 de enero de 2014 y el 11 de marzo de 2025, enfocados en la fisiopatología, diagnóstico, predicción de fracturas y terapias disponibles. De los 1.237 artículos identificados inicialmente, se sumaron 97 más a partir de las referencias, y se seleccionaron 98 para la revisión final: 20 ensayos clínicos aleatorizados, 15 revisiones, 21 metaanálisis, 20 guías o declaraciones de consenso y 22 estudios observacionales (21 longitudinales y uno transversal).
Uno de los principales desafíos que plantea la osteoporosis es que no suele dar señales claras en sus primeras etapas. Muchas personas descubren que tienen baja densidad ósea solo después de sufrir una fractura, usualmente en la cadera, columna, antebrazo, hombros o pelvis. En contraste, las fracturas en manos y pies rara vez están asociadas con esta condición.
Los autores destacan que, cuando aparecen, los síntomas suelen ser tardíos: dolor de espalda persistente, pérdida de estatura con el tiempo, postura encorvada y fracturas tras caídas leves o incluso sin una causa evidente. Para ese momento, el daño ya está hecho.
Mujeres y hombres: riesgos compartidos y diferencias clave
Si bien hombres y mujeres comparten varios factores de riesgo, como el envejecimiento, fracturas previas, tabaquismo, enfermedades crónicas o el uso prolongado de glucocorticoides (un tipo de medicamento, hay elementos específicos que afectan a cada sexo.
En las mujeres, el descenso de estrógenos tras la menopausia es central. También influyen el bajo índice de masa corporal (IMC), antecedentes familiares de fractura de cadera, tratamientos hormonales para cáncer de mama, sedentarismo, consumo excesivo de alcohol, tabaquismo y antecedentes de trastornos alimentarios como la anorexia.
En los hombres, la osteoporosis está subdiagnosticada, pero bajos niveles de testosterona, tratamientos para cáncer de próstata, pérdida de peso involuntaria, bajo IMC, consumo de alcohol, tabaquismo y comorbilidades como enfermedades hepáticas o renales crónicas elevan significativamente el riesgo.
Además, los estudios de asociación genómica han identificado variantes genéticas relacionadas con la densidad mineral ósea, la fuerza del hueso y la propensión a fracturas, lo que refuerza la idea de que el riesgo no es solo ambiental o conductual, sino también biológico.
La prevención empieza temprano
La buena noticia es que la osteoporosis es altamente prevenible. El artículo enfatiza que los esfuerzos deben comenzar desde etapas tempranas de la vida, priorizando hábitos que favorezcan el desarrollo y mantenimiento de huesos fuertes.
Entre las principales recomendaciones están:
- Alimentación adecuada, con un consumo diario de calcio entre 1.000 y 1.200 miligramos (mg), y de 600 a 800 Unidades Internacionales (UI) de vitamina D.
- Ejercicio físico regular, que incluya tanto fuerza (como sentadillas o flexiones) como equilibrio (como pararse en un solo pie o hacer elevaciones de talones).
- Evitar el tabaquismo y limitar el consumo de alcohol.
- Mantener un peso corporal saludable.
- Monitorear activamente la salud ósea en personas con factores de riesgo, mediante pruebas como la absorciometría de rayos X de energía dual (DXA).
Para quienes ya tienen un riesgo alto —por ejemplo, personas con densidad ósea muy baja o antecedentes de fracturas vertebrales o de cadera—, el uso de medicamentos como bifosfonatos o denosumab puede reducir de forma significativa la posibilidad de nuevas fracturas: 52 por cada 1.000 personas-año en la columna y 6 por cada 1.000 en la cadera.
Una de las estrategias más efectivas señaladas por la revisión es la implementación de programas de seguimiento para quienes ya han tenido una fractura. Estos programas, conocidos como fracture liaison services, aumentan considerablemente la adherencia al tratamiento y reducen el riesgo de recurrencias. Mientras solo el 17 % de los pacientes sin este tipo de acompañamiento inician tratamiento, el porcentaje sube al 38 % cuando se cuenta con un plan de atención coordinada. Esa diferencia puede significar años adicionales de autonomía, movilidad y calidad de vida.
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