Desde hace un par de años los medios de comunicación comenzaron a hablar de una “moda” que periódicamente vuelve a ganar el adjetivo de “nueva”. Se trata del stealthing, que en inglés significa “en sigilo” o “secretamente” y que consiste en la práctica que asumen algunos hombres de quitarse el condón durante el sexo, a pesar de haber acordado con su pareja el uso del condón.
El acto ocurre cuando una persona, mayoritariamente una mujer, ha consentido de forma autónoma tener relaciones sexuales con condón, sin embargo, es engañada y coaccionada secretamente a participar en relaciones sexuales sin condón. El engaño y la coacción la privan de sus derechos a la sexualidad y la autonomía corporal y su derecho a controlar su sexualidad y elecciones reproductivas, todo sin que ella lo sepa.
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En 2017, la investigadora Alejandra Brodsky, una abogada de la Universidad de Yale, publicó en la revista Columbia Journal of Gender and Law un estudio en donde imaginaba las posibles repercusiones legales del “stealthing”, y ahonadaba en las repercursiones que tiene esta práctica para las víctimas.
Para empezar, la abogada comienza por llamarlo “agresión sexual”, no una moda, ni una tendencia, ni una práctica. Para su investigación, Brodsky encuestó a más de cien mujeres que habían sido víctimas de esta práctica. Sus relatos comenzaban de manera muy similar: “No estoy segura de que sea violación, pero…”. La abogada escribe que estas mujeres no saben cómo llamar al daño y los tribunales (en este caso, de Estados Unidos) tampoco.
“Sin embargo, a pesar de la falta de reconocimiento legal, la práctica está muy extendida y es conocida: una subcomunidad en línea de los perpetradores ha identificado y apodado la práctica de quitarse los condones sin consentimiento durante las relaciones sexuales como “sigilo”, en una negación de la autonomía no muy diferente a la violación. No obstante, la ley guarda silencio ante lo que este artículo argumentará es una violencia generalizada”.
No hay cifras claras sobre esta práctica, sin embargo, un estudio realizado en 2018 por la Universidad de Monash en Australia encontró que una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres había sido víctima, y según el mismo estudio apenas el 1% acude a instancias judiciales o policiales. Apenas en 2018 un hombre en Melbourne (Australia) fue condenado por el delito de acceso carnal violento por haberse removido el condón sin consentimiento y en 2015 uno de esos casos se hizo público en Suecia (una de las sociedades con mejores índices de “equidad de género” en el mundo).
Fue este caso el que puso el stealthing en el ojo público, pero esta práctica no es una moda nueva. Los predecesores del sigilo se remontan a la vigilancia y el énfasis del uso de condones en relación con el control de la propagación del VIH en la década de 1990 en Gran Bretaña.
En ese momento, tanto los hombres como las mujeres heterosexuales y homosexuales eran diligentes en el uso del condón a pesar de que les restaba valor para alcanzar el orgasmo. A pesar de su obstáculo para el placer sexual, el uso del condón no era negociable. Sin embargo, incluso en el clima de temores al VIH, existía una subcomunidad de hombres que engañaban a sus parejas en el uso del condón.
El por qué algunos hombres lo hacen es otro asunto. Hay comunidades en línea que invitan a los hombres a esta práctica con argumentos como que “sin condón se siente mejor” o “por la emoción de degradar”, según las pesquisas de la ginecóloga Sumayya Ebrahim publicadas en la revista Reproductive Health in Sub-Saharan Africa, en 2018. Según las pesquisas de la experta, los escritores en línea que practican o promueven la extracción no consensuada del condón arraigan sus acciones en la misoginia (el odio hacia las mujeres y cuerpos feminizados).
Este apartado hace parte de sus investigaciones: “Si bien uno puede imaginar una variedad de motivaciones para los “sigilosos” (mayor placer físico, una emoción por la degradación), las discusiones en línea sugieren que los delincuentes y sus defensores justifican sus acciones como un instinto masculino natural y un derecho masculino natural. Un comentarista de un artículo sobre el sigilo escribió: “Es el instinto de un hombre disparar su carga en el culo de una mujer. Nunca se le debe negar ese derecho. Como mujer, es mi deber abrir mis piernas y dejar que un hombre dispare su carga en mi coño mojado cuando quiera”. Otro defensor, al comentar una publicación de blog que detalla la “estrategia” de un hombre para el sigilo, explicó: “Oh, estoy completamente de acuerdo con esto. Para mí, no puedes tener uno y no el otro, si ella quiere la polla del chico, ¡también tiene que tomar la carga del chico!”. Otro colaborador en el hilo preguntó si las parejas sexuales de los “sigilosos” “merecen estar embarazadas”. “Sí, se lo merecen”, respondió otro. “Así es como Dios creó este universo, nacimos para hacerlo”, respondió otro”.
Todas estas razones son falsas y están basadas en la falsa creencia de la supremacía masculina, según denuncian la abogada, la ginecóloga y las víctimas de estas prácticas. La autonomía durante las relaciones sexuales es innegociable, y según las investigadoras, quitarse el condón o mentir sobre ponérselo constituye una violación a la autonomía sexual y hace parte de los delitos contra las mujeres reconocidos internacionalmente.