En los últimos días, varios de los medios más importantes del mundo han publicado noticias sobre un avance prometedor en la investigación sobre el VIH: un equipo internacional de científicos anunció un posible paso hacia su “cura” mediante la edición genética, una herramienta que está transformando la medicina. Sin embargo, aunque se trata de un avance prometedor, hay muchas razones para tomarlo con pinzas y prudencia.
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El anuncio fue hecho luego de que la prestigiosa revista Nature Communications publicó un artículo firmado por más de una decena de científicos del Instituto Peter Doherty de Infecciones e Inmunidad de Australia. Entre sus autoras estaba la directora de ese centro, la médica Sharon Lewin, experta en epidemiología y tratamiento de virus. En el artículo, los científicos muestran cómo lograron desarrollar una manera de identificar las células con VIH a través de la edición genética, lo cual sería útil en el largo camino que falta por recorrer en la búsqueda de una cura.
Precisamente, uno de los motivos por los cuales ha sido difícil hallar una cura para el VIH es por su habilidad de esconderse en el organismo. Hace meses, Lewin le explicó esa complejidad del virus a El Espectador mediante una metáfora: “es como si fuera una aguja escondida en un pajar dentro del cuerpo humano. No hay evidencia visible del virus en la superficie de la célula donde se esconde; por eso es tan difícil de eliminar”.
El VIH ataca el sistema inmunitario: destruye la capacidad del cuerpo para combatir infecciones y enfermedades al atacar los linfocitos CD4, un tipo de glóbulo blanco clave en la respuesta inmune frente a virus, bacterias y otros patógenos. Una vez entra al cuerpo, dijo Lewin, el virus comienza a multiplicarse. “Por eso, si fuéramos a erradicarlo realmente, tendríamos que eliminar cada una de las células infectadas”, continuó. Además, solo hace falta una célula con el virus entre mil que no lo tienen para que este pueda reaparecer y multiplicarse en el organismo. A eso se le llama reserva: puede reducirse con tratamientos, pero en el 99 % de las personas con VIH vuelve a activarse en dos o tres semanas. Para eliminar estas células, según Lewin, es clave entender dónde se esconden, cómo hallarlas y qué componentes las hacen únicas.
¿Puede realmente hablarse de una cura del VIH?
En la investigación publicada en Nature, el equipo de Lewin usó muestras de sangre de personas que viven con VIH bajo tratamiento antirretroviral, tomadas en dos centros: el Hospital Alfred en Melbourne, Australia, y la Universidad de California en San Francisco, EE. UU.
Hace meses, Lewin y su equipo venían trabajando con ARN mensajero (mRNA). Como explica Juan Camilo Carrillo, investigador posdoctoral en enfermedades infecciosas de la Universidad Brown, en Estados Unidos –y quien no participó en el estudio–, todos los seres vivos tienen mRNA, una molécula que funciona como una instrucción temporal que le indica a las células qué proteína deben fabricar.
Una vez tuvieron las muestras, el equipo de Lewin inyectó una especie de burbujas de grasa diseñadas para llegar al interior de las células infectadas. Para eso, desarrollaron una nueva formulación de nanopartículas lipídicas, llamadas LNP-X. “Los autores usaron estas partículas para lograr algo que otras tecnologías no habían conseguido con tanta eficiencia: entregar instrucciones genéticas dentro de las células para que, una vez traducidas, desencadenen mecanismos que actúen directamente en el núcleo, donde se esconde el virus”, dice Carrillo. Esto, en términos sencillos, permite reactivar el virus latente que estaba “escondido” en el ADN, un paso crucial para poder eliminarlo.
El investigador recuerda que ya se había intentado algo similar con la estrategia conocida como “shock and kill”, que consistía en intentar eliminar las células infectadas mediante terapias combinadas como inmunoterapia, CRISPR y ciertos medicamentos. “Esta metodología se ha investigado durante años, con resultados poco exitosos en humanos. Sin embargo, lo que hicieron los autores del estudio fue únicamente lograr que el mRNA entrara en las células correctas para despertar el virus, sin eliminarlo. Este hallazgo es una herramienta nueva que podría ayudar a implementar la estrategia shock and kill en el futuro, pero todavía falta mucho para llegar allá”, comenta Carrillo.
El estudio no usó la forma clásica de CRISPR –una técnica de edición genética que funciona como unas tijeras moleculares capaces de cortar o modificar partes específicas del ADN–, pero sí utilizó una versión modificada llamada CRISPRa, que permite activar genes sin alterarlos. Esto se logra usando una enzima específica, guiada para activar regiones específicas del ADN del virus. “Igualmente, los resultados abren la puerta a que las nanopartículas sean un vehículo para que herramientas como CRISPR lleguen con precisión al lugar donde deben actuar, sin necesidad de extraer células, modificarlas en el laboratorio y volver a introducirlas”, dice Carrillo.
Sí, es un avance, pero todavía falta mucho
En entrevista con The Guardian, la autora principal del estudio, Paula Cevaal, del Instituto Peter Doherty, explicó que se creía imposible introducir mRNA en los glóbulos blancos que albergan el VIH. De hecho, ya se había intentado en varias ocasiones sin éxito. Por eso, los resultados actuales fueron una sorpresa. Sin embargo, advirtió que aún falta investigar si reactivar el virus es suficiente para que el sistema inmune lo elimine, o si este enfoque deberá combinarse con otras terapias para lograr una cura definitiva.
Carrillo insiste en que el camino aún es largo y que es muy pronto para hablar de una posible cura. “Sin duda es un logro importante, pero debe verse en perspectiva. Todavía estamos a más de una década, siendo optimistas, para que esta tecnología se implemente. Después de las pruebas de laboratorio, deberán hacerse estudios en animales y en humanos, lo que puede tardar años”, dice.
En la entrevista con The Guardian, Cevaal también afirmó: “No quiero pintar un panorama más optimista que la realidad, pero en cuanto al campo específico de la cura del VIH, nunca hemos visto nada tan prometedor en cuanto a la capacidad de revelar este virus”.
Carrillo hace una observación importante: los investigadores solo analizaron la capacidad de las nanopartículas para entrar en el núcleo de los linfocitos. “Pero el VIH no solo está en estas células. También puede encontrarse en los macrófagos, que son células del sistema inmune presentes en todo el cuerpo y donde el virus también tiene alta presencia”, explica.
Para entenderlo en términos simples, esta investigación solo tuvo en cuenta una de las muchas “habitaciones” donde se esconde el virus. “Hay muchas más células además de los linfocitos que necesitan ser activadas para hablar de un posible tratamiento del virus”, continúa Carrillo.
Carrillo también dice que aún no está claro qué se hará una vez se logre identificar la reserva de células infectadas. “Los investigadores lo señalan claramente al final del artículo: lo que se puede hacer después de identificarlas sigue siendo hipotético”. En esa misma línea, plantea una pregunta sobre el acceso: si tratamientos como el Lenacapavir –e incluso el Dolutegravir en su momento– resultaron ser bastante costosos, ¿cuál podría ser el precio de un tratamiento tan avanzado como este, que implica tecnología de punta? “A futuro esto es un gran avance, pero podría haber grandes desafíos en términos de accesibilidad, especialmente en contextos donde ya ha sido difícil implementar tratamientos innovadores como Lenacapavir o Dolutegravir”, puntualiza Carrillo.