El Magazín Cultural

Fabricante de letreros de bus, un oficio en vía de extinción

La transformación del sistema de transporte urbano en la ciudad hizo que trabajos como este perdieran vigencia. Sin embargo, la nostalgia ha impedido que el oficio se acabe por completo. "A los letreros de los buses de hoy les falta vida y no sirven para guiar a la gente".

Joseph Casañas - Twitter: @joseph_casanas
23 de marzo de 2019 - 03:00 a. m.
Daniel Castiblanco “El Pibe”, lleva más de 15 años fabricando letreros para buses de servicio público. / Joseph Casañas
Daniel Castiblanco “El Pibe”, lleva más de 15 años fabricando letreros para buses de servicio público. / Joseph Casañas

Autor: Joseph Casañas 

Aquello era un verdadero ‘bacanal tipográfico’. Las tablas de tríplex reforzado de 45 cm X 45cm eran los lienzos de unos cuadros que se exhibían en el costado derecho del vidrio panorámico de las busetas en Bogotá. Eran las tablas que mostraban las rutas del transporte público. Hoy están en vía de extinción. Hoy forman parte de un mercado emergente que sobrevive por culpa de la nostalgia.

El recorrido del bus estaba registrado en un aparente desorden, y era eso, aparente, porque los tableros estaban muy bien pensados para que el usuario reconociera, a metros de distancia, cuál era el bus que le servía para llegar a su destino.

El número de la ruta, el nombre de dos o tres calles principales, el nombre de un barrio, el logo de un almacén, todo quedaba registrado. Nada estaba al azar.  El color del tablero, el estilo de la letra, la forma de los números, todos los elementos comunicaban algo con el único objetivo de guiar al usuario. 

En el barrio Yomasa (localidad de Usme), en el sur de Bogotá y a pocos metros de lo que fue un paradero de esos buses gigantes de ‘Servicio Ejecutivo’, existe un negocio en el que aún se fabrican las tablas en cuestión. Daniel Castiblanco, o El Pibe, como le dicen en el barrio, habló con El Espectador de una labor que, pese a las dificultades, sigue adelante.  Del Especial de #SeguimosAdelante lea también: Santiago Rivas: sobreviviendo a la censura

“Hace 15 años fue la época dorada de la fabricación de este tipo de letreros, pero este trabajo viene en decadencia. Hoy son muy pocas las personas que mandan a hacer una tabla de estas”.

El Pibe cuenta que, antaño, “en un mes malo”, alcanzaba a fabricar hasta 60 rutas de bus.  Ahora, si tiene suerte, fabrica dos o tres. “En la mejor temporada, usted podía llegar a hacer hasta cinco tablas al día. Había más trabajo, pero no daba abasto (…). Tocaba cortar la madera, lijarla, pintar, hacer las letras, acomodarlas sobre la tabla, en fin, el trabajo era dispendioso y la demanda, altísima”. Su jornada laboral empezaba a las 8:00 de la mañana y terminaba a las 8:00 de la noche.  Al medio día hacía una pausa, se lavaba las manos y se iba al restaurante de la esquina. Carne asada, arroz, frijol, plátano y jugo de guayaba servido sobre un plato blanco con diseños florales era su menú favorito. 

El almuerzo lo reposaba mientras veía ‘Padres e Hijos’ o escuchaba las anécdotas de los acondicionadores de vehículos de transporte público, un gremio que hoy ya no existe (o al menos no como se conocía entonces) y que estaba conformado por electricistas, vendedores de lujos, fabricantes de cabinas, tapizadores y letristas. Entre todos, convertían una buseta en una especie de miscelánea rodante.

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“Los dueños de los buses se gastaban su buena plata adornando la máquina. Había de todo. Algunos mandaban a hacer altares religiosos, otros colgaban fotos a sus familiares, otros mandaban a hacer repisas para poner carritos de colección, algunos mandaban a acondicionar unidades de sonido muy poderosas, otros ponían luces de neón con el escudo de su equipo de fútbol”. La parte delantera de los buses  era la extensión de la casa de los conductores y cómo no, allí pasaban más tiempo que en su  vivienda. 

Volvamos a los letreros.  “Todo se hacía a mano. La tabla se cortaba con un bisturí y se pulía con lija, luego se pintaba con el color de la empresa a la que pertenecía el bus (Sur Oriente, Gaviota, Cootranskennedy, Comnalmicros). Luego se hacía la forma de las letras en cinta adhesiva y se rellenaba con aerosol, era divertido (…). Los de hoy son letreros aburridos,  les falta vida”.

Los  letreros que hoy fabrica El Pibe carecen del trabajo manual. “Ahora es mucho más fácil y mecánico.  Ya no es en madera, sino en acrílico. Primero se diseña la tabla en Corel, allí se asignan los tamaños y los colores a las letras y se manda a imprimir en el plotter. Por último, se pegan las letras en el acrílico que anteriormente fue cortado de acuerdo al tamaño de la empresa o conductor que lo pide”.

Ya no se juega con el aerosol, con el pincel, con el vinilo, con el color, con la cinta.  Ya no se lija. Ya la madera no es como una escultura a la que toca darle forma. “Aparte, los letreros de hoy en día no cumplen con su objetivo de guiar a la gente”, reflexiona Castiblanco.

En un esfuerzo por reorganizar el caótico transporte público de Bogotá, en 2006 se puso en marcha el Sistema Integrado de Transporte Público (SITP), un esquema que buscaba acabar con el monopolio en el transporte urbano para mejorar la calidad  del servicio.  Desde la época, cerca de 6000 buses tradicionales han salido de circulación, los restantes están bajo las reglas de Transmilenio. El nuevo sistema hizo que el gremio de acondicionadores de vehículos de transporte público, prácticamente desapareciera. 

“Los conductores de los buses viejos  mandaban a hacer las tablas, pero como esas rutas ya no existen, el trabajo se vino al piso. Los buses de ahora también tienen letreros, pero esos letreros tienen los mismos colores, blanco, azul y negro, el tamaño y el color de las letras no permite que la gente se guíe fácilmente. Yo no sé si es por eso que esos buses viven vacíos”, se ríe El Pibe.

“Esas tablas de ahora son muy normales, les falta  vida y amor”. Sin embargo, justamente por esa añoranza, es que su labor  se resigna a desaparecer.
“La nostalgia es como una sensación de tristeza, como de extrañar algo que ya no existe. Esos encargos los fabrico a la manera tradicional. El que compra el letrero es porque los extraña.   Yo también extraño fabricarlos”. 

La situación hizo que El Pibe transformara su negocio. Además de los  letreros de bus, hace impresiones a gran formato y fabrica todo tipo de avisos. Curiosamente, el que más vende es el de ‘salida de emergencia’, eso fue lo que le tocó hacer, reinventarse en medio de la emergencia para poder decir #SeguimosAdelante.

Por Joseph Casañas - Twitter: @joseph_casanas

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