¿Colombia está lejos de destacar por sus ciudades inteligentes?

En Lahore, Pakistán, el dengue se convirtió en una amenaza de epidemia a causa de la temporada de lluvias, pues los mosquitos que transmiten el virus aprovechan los repositorios de agua para reproducirse. Una estrategia tecnológica para evitar tal escenario fue entregar dispositivos móviles a trabajadores de campo para que registraran posibles focos de propagación. 

Mediante rastreo geográfico, se logró crear un mapa que permitió predecir y prevenir los brotes; como resultado, Lahore pasó de registrar cerca de 21.000 casos de dengue, durante su temporada de lluvias, a consolidar 258.

El anterior es uno de los ejemplos de cómo una ciudad puede emplear sistemas tecnológicos para recopilar datos y así tomar decisiones acertadas que beneficien a su población. Esta podría ser una breve definición de lo que es una 'ciudad inteligente'. 

Otras estrategias tecnológicas se adelantan desde diversas partes del mundo, como en Barcelona, donde el sistema de recolección de basuras ha alcanzado el calificativo de “inteligente”.

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Allá los enormes recolectores son activados con tarjetas que los ciudadanos ponen sobre un sensor antes de depositar su basura; también avisan cuando se encuentran llenos y hasta son compatibles con chips que se integran en las bolsas para saber quién no está reciclando.

Parte de los objetivos de esta tecnología es conocer cómo la población está desechando sus desperdicios, si están separando bien la basura y, con base en esa información, tomar decisiones sobre qué sectores necesitan más pedagogía de reciclaje.

Según Cisco, compañía tecnológica presente en el desarrollo de ciudades inteligentes, la implementación de recolectores como estos ha significado que la población mejore sus hábitos de reciclaje. En algunos puntos la cantidad de personas que realizan esta buena práctica se estima en un 60% de la comunidad.

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Colombia no es la excepción, la implementación de soluciones tecnológicas incluso permiten hablar de ‘municipios inteligentes’, como es el caso de Soacha. 

Allá una serie de sensores, ubicados en las viviendas de los sectores más sensibles, registran y envían información a una plataforma inteligente que es capaz de determinar las probabilidades de que ocurra un deslizamiento, una inundación o un incendio. 

La intención de esto es generar alertas que permitan a las instituciones encargadas activar los procedimientos de atención. La Defensa Civil y la Policía Nacional están conectados a este sistema.

Medellín es otro ejemplo del potencial que tiene Colombia para destacar por el desarrollo en ciudades inteligentes, la capital de Antioquia fue seleccionada por el Foro Económico Mundial como el epicentro de la cuarta revolución industrial en América Latina. Ahora esta ciudad hace parte de un selecto grupo de territorios enfocados en desarrollo tecnológico del que también hacen parte Estados Unidos, Japón e India.

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Según René Sans, consultor de servicios profesionales para Cisco, el proceso de instauración de tecnologías del tipo ‘ciudades inteligentes’ no es una labor exclusiva del gobierno, se requiere la participación activa de otros actores como la ciudadanía, la legislación, los fabricantes de tecnologías y empresas.

“Algo que sucede mucho en América Latina es que le tenemos miedo a la experimentación y queremos cosas que ya estén construidas y en funcionamiento. Los grandes hitos de ciudades inteligentes están sucediendo con procesos en que la ciudadanía se da el espacio para aprender y construir entre todos”, manifiesta Sans.

Mientras esto ocurre, compañías como Unisys, por medio de su presidente para América Latina, Eduardo Almeida, ponen sobre la mesa el debate ético que debe acompañar el desarrollo de las ciudades inteligentes.

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“Según un informe de las Naciones Unidas (ONU), publicado en 2018, se estima que las ciudades concentrarán el 68% de la población mundial en 2050. Por lo tanto, es esencial pensar en proyectos innovadores para proporcionar calidad de vida y evitar problemas sociales y económicos”, explica el directivo al agregar que el futuro de los taxis voladores, el tránsito controlado por una Inteligencia Artificial y los recolectores de basura inteligentes debe estar acompañado por una protección que le garantice una privacidad al usuario que entregará sus datos.

“Un estudio reciente de Unisys Corporation muestra que los ciudadanos de todo el mundo no apoyan plenamente la idea de que los organismos policiales puedan utilizar dispositivos para determinar su ubicación. Las personas quieren la garantía de que sus datos serán recogidos de forma ética y transparente, utilizados para un propósito específico y protegidos contra uso accidental o no autorizado”, concluye el profesional. 

Hoy regulaciones como el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) en Europa, y la Ley de Protección de Datos Personales en Colombia, entre otras existentes en todo el mundo, definen las reglas de juego de hasta dónde pueden llegar los alcances de recolección de información de estas tecnologías sin que se afecten los derechos de los usuarios. Una tarea legal que va tomando forma a la par que van a apareciendo nuevas soluciones tecnológicas. 

En Lahore, Pakistán, el dengue se convirtió en una amenaza de epidemia a causa de la temporada de lluvias, pues los mosquitos que transmiten el virus aprovechan los repositorios de agua para reproducirse. Una estrategia tecnológica para evitar tal escenario fue entregar dispositivos móviles a trabajadores de campo para que registraran posibles focos de propagación. 

Mediante rastreo geográfico, se logró crear un mapa que permitió predecir y prevenir los brotes; como resultado, Lahore pasó de registrar cerca de 21.000 casos de dengue, durante su temporada de lluvias, a consolidar 258.

El anterior es uno de los ejemplos de cómo una ciudad puede emplear sistemas tecnológicos para recopilar datos y así tomar decisiones acertadas que beneficien a su población. Esta podría ser una breve definición de lo que es una 'ciudad inteligente'. 

Otras estrategias tecnológicas se adelantan desde diversas partes del mundo, como en Barcelona, donde el sistema de recolección de basuras ha alcanzado el calificativo de “inteligente”.

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Allá los enormes recolectores son activados con tarjetas que los ciudadanos ponen sobre un sensor antes de depositar su basura; también avisan cuando se encuentran llenos y hasta son compatibles con chips que se integran en las bolsas para saber quién no está reciclando.

Parte de los objetivos de esta tecnología es conocer cómo la población está desechando sus desperdicios, si están separando bien la basura y, con base en esa información, tomar decisiones sobre qué sectores necesitan más pedagogía de reciclaje.

Según Cisco, compañía tecnológica presente en el desarrollo de ciudades inteligentes, la implementación de recolectores como estos ha significado que la población mejore sus hábitos de reciclaje. En algunos puntos la cantidad de personas que realizan esta buena práctica se estima en un 60% de la comunidad.

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Colombia no es la excepción, la implementación de soluciones tecnológicas incluso permiten hablar de ‘municipios inteligentes’, como es el caso de Soacha. 

Allá una serie de sensores, ubicados en las viviendas de los sectores más sensibles, registran y envían información a una plataforma inteligente que es capaz de determinar las probabilidades de que ocurra un deslizamiento, una inundación o un incendio. 

La intención de esto es generar alertas que permitan a las instituciones encargadas activar los procedimientos de atención. La Defensa Civil y la Policía Nacional están conectados a este sistema.

Medellín es otro ejemplo del potencial que tiene Colombia para destacar por el desarrollo en ciudades inteligentes, la capital de Antioquia fue seleccionada por el Foro Económico Mundial como el epicentro de la cuarta revolución industrial en América Latina. Ahora esta ciudad hace parte de un selecto grupo de territorios enfocados en desarrollo tecnológico del que también hacen parte Estados Unidos, Japón e India.

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Según René Sans, consultor de servicios profesionales para Cisco, el proceso de instauración de tecnologías del tipo ‘ciudades inteligentes’ no es una labor exclusiva del gobierno, se requiere la participación activa de otros actores como la ciudadanía, la legislación, los fabricantes de tecnologías y empresas.

“Algo que sucede mucho en América Latina es que le tenemos miedo a la experimentación y queremos cosas que ya estén construidas y en funcionamiento. Los grandes hitos de ciudades inteligentes están sucediendo con procesos en que la ciudadanía se da el espacio para aprender y construir entre todos”, manifiesta Sans.

Mientras esto ocurre, compañías como Unisys, por medio de su presidente para América Latina, Eduardo Almeida, ponen sobre la mesa el debate ético que debe acompañar el desarrollo de las ciudades inteligentes.

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“Según un informe de las Naciones Unidas (ONU), publicado en 2018, se estima que las ciudades concentrarán el 68% de la población mundial en 2050. Por lo tanto, es esencial pensar en proyectos innovadores para proporcionar calidad de vida y evitar problemas sociales y económicos”, explica el directivo al agregar que el futuro de los taxis voladores, el tránsito controlado por una Inteligencia Artificial y los recolectores de basura inteligentes debe estar acompañado por una protección que le garantice una privacidad al usuario que entregará sus datos.

“Un estudio reciente de Unisys Corporation muestra que los ciudadanos de todo el mundo no apoyan plenamente la idea de que los organismos policiales puedan utilizar dispositivos para determinar su ubicación. Las personas quieren la garantía de que sus datos serán recogidos de forma ética y transparente, utilizados para un propósito específico y protegidos contra uso accidental o no autorizado”, concluye el profesional. 

Hoy regulaciones como el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) en Europa, y la Ley de Protección de Datos Personales en Colombia, entre otras existentes en todo el mundo, definen las reglas de juego de hasta dónde pueden llegar los alcances de recolección de información de estas tecnologías sin que se afecten los derechos de los usuarios. Una tarea legal que va tomando forma a la par que van a apareciendo nuevas soluciones tecnológicas.