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Educación con tecnología para el agro

Las escuelas digitales campesinas entregan alfabetización en temas tecnológicos, además de contenidos en áreas como liderazgo y empresa para poblaciones rurales.

Santiago La Rotta
16 de septiembre de 2015 - 04:01 a. m.

Pensar que la tecnología es una solución para prácticamente todo es una de las ideas que aparentemente han hecho más carrera en la actualidad: cualquier aspecto de la vida diaria, en apariencia, es susceptible de recibir una aplicación dedicada o un aparato que mejore (así sea tangencialmente) el desempeño de una función específica. Si se tratara de una religión, el credo acá sería algo como: “El silicio es nuestra salvación, en él confiamos”.

Siguiendo un poco esta línea, buena parte de la inversión (en Colombia y en muchos otros países) en el sector de la tecnología se ha centrado, al menos en un primer momento, en la expansión y el mejoramiento de infraestructura: incrementar y optimizar redes y puntos de conexión, así como una repartición masiva de dispositivos, computadores y tabletas.

Pero es bien sabido que el aparato en sí puede no solucionar nada, pues se trata de una herramienta, un vehículo para la creación, y no la creación como tal. Si se trata de construir algo, esto involucra entonces cierto conocimiento, contenido que permita explorar las posibilidades de la herramienta.

Y es en este renglón donde se insertan cosas como las escuelas digitales campesinas, una iniciativa de Acción Cultural Popular (ACPO), la organización que estuvo detrás de la creación de Radio Sutatenza, el conocido proyecto radial de alfabetización y difusión de contenidos que desde 2013 quedó incluido en el Registro Regional de Memoria del Mundo de la Unesco.

La idea detrás de las escuelas es aportar contenido valioso, principalmente a comunidades en zonas rurales, en áreas como alfabetización digital, liderazgo, empresa y asociatividad, construcción de paz y convivencia, y, más recientemente, cambio climático.

Las escuelas comenzaron a gestarse en 2013 y entraron en operación en 2014, con la aplicación del programa de educación virtual en 34 municipios de ocho departamentos: Antioquia, Boyacá, Cauca, Caquetá, Chocó, Cundinamarca, La Guajira y Valle del Cauca. El proyecto usualmente se desarrolla en el interior de colegios de estos lugares, por lo que el contenido del programa se une al currículo de las instituciones en temas como educación en informática. Cada módulo de aprendizaje (son cinco actualmente) puede tomar tres meses, aunque, en la realidad, estos tiempos varían mucho debido a las debilidades en las conexiones de las escuelas públicas.

“Mi computador aún no conecta, pero me gusta mucho esta clase. Me gustan los computadores. A mí me va bien en matemáticas. Aún no tengo un correo electrónico, pero algunos amigos míos sí. Me gustaría tenerlo para compartir con ellos”. Wílmer Andrés Pinzón tiene 13 años y cursa séptimo grado en la Institución Educativa Departamental Agroindustrial Santiago de Chocontá, en Cundinamarca, uno de los ocho municipios del departamento en donde funciona una escuela digital campesina. Aquel día no era particularmente bueno, pues la conexión del lugar fallaba y apenas un par de estudiantes habían podido engancharse a la red wifi del aula de informática para trabajar en uno de los módulos diseñados por ACPO.

“La semana pasada tuvimos conexión todos los días. Acá los módulos los completamos en seis meses y podría ser menos, pero depende también de qué tanto nos podamos conectar”, cuenta Óscar Garzón, uno de los docentes encargados de supervisar las tareas del programa de escuelas campesinas en Chocontá, municipio que tiene tres puntos Vive Digital y que para octubre de este año espera la instalación de uno más en la escuela, según dice el rector de la institución, Humberto Ballén, quien asegura que la conexión de este punto puede llegar hasta los 80 MB, mientras la de todo el colegio está en 12 MB.

Esta escuela resulta particularmente interesante, pues una parte de su proyecto educativo gira alrededor de temas como agricultura orgánica y mejoramiento de la alimentación. Ballén cuenta que una de sus metas es poder instalar una granja en el colegio “porque pensamos que el trabajo colectivo puede ser uno de los pilares que nos ayuden a recuperar la fortaleza del núcleo familiar”. Los contenidos de las escuelas campesinas aportan a este tipo de proyectos al sumar conocimiento en cosas como emprendimiento y mejores técnicas para el agro.

Incluso con los problemas de infraestructura, Janeth Díaz, facilitadora de las escuelas para Cundinamarca, asegura que el proyecto les ha servido para acercar a varias comunidades a las fronteras amplias de internet: “Ellos han comenzado a entender que la red no es sólo para diversión, sino que ahí hay mucha información que les puede ser útil. Pero tenemos que comenzar de cero, con alfabetización digital básica, especialmente para los mayores en veredas lejanas”.

¿Qué tan útil puede llegar a ser este tipo de iniciativas? Díaz cuenta la historia de un empresario de 50 años en Cómbita, quien a través de la escuela digital logró formular un proyecto en el que construyó una máquina para aprovechar desechos. “Él vive muy emocionado con todo lo que ha podido encontrar en internet. Esta es una persona que jamás había tenido contacto con un computador y hoy sabe que puede encontrar en él cosas para mejorar su negocio y su vida”.

Para expandir su alcance, ACPO lanza este miércoles una campaña llamada Milagro (se escribe MilAgro) en la que invita a la ciudadanía a financiar el crecimiento de esta iniciativa. La meta es poder ampliar el proyecto a 70 escuelas más, algo que requiere unos $10.000 millones de inversión.

Entre el 16 y el 27 de septiembre, quienes quieran donar para esta campaña pueden hacerlo de forma presencial en centros comerciales, colegios, universidades y empresas asociadas con esta iniciativa. También se puede contribuir a través de la página www.milagro.com.co, a través de la línea telefónica 282 8582 o en la cuenta corriente del Banco de Bogotá número 014322705.

 

Por Santiago La Rotta

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