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“Como prueba de que Nintendo mantiene un fuerte entusiasmo por el negocio de los sistemas para juegos, permítanme confirmar que la compañía está desarrollando actualmente una plataforma dedicada de juegos, con un nuevo concepto, bajo el nombre en clave de NX. Aún es muy pronto para publicar más detalles, pero esperamos poder compartir más información con ustedes el próximo año”.
Estas palabras fueron pronunciadas por Satoru Iwata, expresidente de Nintendo, en marzo de este año y fueron recibidas como una especie de bálsamo, tanto por los inversionistas, como por los jugadores. La compañía que llevaba cerca de 30 años produciendo Mario, entre otros títulos exitosos, tenía una visión del futuro que, entre otras cosas, podría ayudarle a superar la crisis en ventas (y también moral, en parte) por la que atravesaba.
Mario acabó de cumplir la semana pasada 30 años desde su lanzamiento oficial, Iwata murió en julio de este año, unos meses después de sus palabras ante la prensa, y la compañía aún sigue sin revelar mayores detalles de cuál es su versión sobre el futuro de los videojuegos. (Lea más sobre Satoru Iwata)
La muerte de Iwata, aunque esperada por su círculo más íntimo, fue un golpe duro para la empresa, pues su anterior presidente era, más que un ejecutivo, un jugador. Y eso dice mucho del carácter de alguien al frente de una compañía de videojuegos porque, claro, la idea es tomar buenas decisiones de negocios que, sin embargo, tienen que ser primero buenas decisiones para los jugadores y, en últimas, para el acto de jugar en sí.
El juego ha sido en Nintendo una especie de fuerza reverenciada que, desde Iwata, se ha revelado poderosa en su simplicidad y eficiente en su inocencia: jugar como un acto que trasciende las edades y las habilidades, jugar desde un dispositivo que no aspira a aplastar las barreras de la computación, pero sí a redefinir el horizonte del entretenimiento.
Bueno, Iwata está muerto, pero Nintendo no. La empresa anunció este lunes que nombró a Tatsumi Kimishima como su nuevo CEO. El ejecutivo entró a la compañía en 2000 y, entre otras cosas, ha dirigido la filial americana de Nintendo.
No se trata de una figura carismática como Iwata. O bueno, quién sabe. De pronto sí hay carisma debajo de la corbata. Lo que resulta cierto es que, para su trayectoria al interior de la empresa, Kimishima es más bien un hombre en la sombra. Aunque, a juzgar por la confianza depositada en este abogado de 65 años, que antes de entrar al universo Nintendo trabajaba en un banco japonés, Kimishima parece saber lo que hace. No es un jugador como Iwata, ni el líder visionario que fue Hiroshi Yamauchi (algo así como el padre de Nintendo), pero sí un hombre eficiente.
Vale la pena aclarar una obviedad: la eficiencia es relativa, tiene muchas caras.
En sus primeras declaraciones, Kimishima dijo “no haré cambios drásticos en la estrategia básica que impulsó el presidente Iwata”, aunque aseguró que también se concentrará en “identificar nuevos proyectos y administrar de forma adecuada los recursos humanos de la empresa para conseguir de nuevo unos beneficios adecuados para Nintendo”.
Esta administración de los recursos humanos tiene que ver, necesariamente, con la reasignación de funciones de Shigeru Miyamoto y Genyo Takeda, dos de los ejecutivos más queridos de la empresa, y quienes desde la muerte de Iwata se habían repartido las funciones de dirección de Nintendo; Miyamoto es el creador de Mario Bros, por cierto.
Ambos pasarán a ser una especie de asesores en el terreno creativo y tecnológico. La figura específica utilizada por la compañía para los nuevos cargos de Miyamoto y Takeda es fellow que, según la misma empresa, se refiere a “un individuo, seleccionado entre los directores, con un conocimiento avanzado y una larga experiencia, que proveerá asesoramiento y guiará las operaciones de la organización en un área especializada”.
La reestructuración de la compañía también podría suponer la fusión de varios departamentos, de acuerdo con una hipótesis lanzada por la revista Wired, y que aún no ha sido confirmada o desmentida por Nintendo. El asunto es que, tanto Miyamoto, como Takeda, eran jefes de dos divisiones que hoy no tienen nuevas cabezas y que, al parecer, podrían haberse vuelto una sola que pasaría a llamarse “Entretenimiento, planeación y desarrollo”; las tres palabras eran ramas por aparte en la empresa.
Esta jugada, de ser cierta, significaría que los equipos de desarrollo de la empresa se estarían mezclando y, desde ahí, podría existir una intención de reinventar la forma como Nintendo concibe el mundo del videojuego.
El cambio, si es algo que en efecto está sucediendo, podría resultar una diferencia sutil para muchos, acaso un problema de nombres y nada más. Pero en el fondo, la atención al detalle de las primeras acciones de Kimishima, el nuevo CEO, dejan ver el miedo, acaso, que hay por los giros que pueda tomar una compañía amada por millones.
Nintendo hoy trata de recuperar terreno en la competida industria del videojuego, en la que, aparte de las clásicas consolas, se cuenta con las nuevas fronteras por explorar en los juegos en dispositivos móviles.
Este último es un mundo al que la empresa ingresó con un pronunciado retraso, pues hasta este año anunció su decisión de formar una alianza con la compañía de desarrollo japonesa DeNA para producir material de Nintendo para teléfonos celulares y tabletas. El día del anuncio, en marzo pasado, un diseñador de juegos escribió: “Bienvenidos a hace tres años, Nintendo”.
Kimishima, aunque con poca exposición pública, en buena parte se ha enfocado en fortalecer los lazos de Nintendo con otros estudios de videojuegos. Se trata de una especie de diplomático mezclado con hombre de negocios, habilidades que la empresa necesita explotar ahora más que nunca.