Steven Kruijswijk, el ciclista que volvió para ser campeón

El holandés, tercero de la general del Tour de Francia, por poco se retira de la actividad profesional en 2013. Ahora es firme candidato a subirse al podio en París.

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Camilo Amaya - Enviado Especial Nimes
22 de julio de 2019 - 01:35 p. m.
El holandés Steven Kruijswijk busca lograr ganar un Tour de Francia, algo que no hace un corredor de ese país desde 1980 con Joop Zoetemelk. / AFP
El holandés Steven Kruijswijk busca lograr ganar un Tour de Francia, algo que no hace un corredor de ese país desde 1980 con Joop Zoetemelk. / AFP
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La charla pasa desapercibida. Solo unos pocos se dan cuenta y observan, y tratan de escuchar lo que dicen. El que habla es Joop Zoetemelk, el último holandés en ganar el Tour de Francia (1980). El que escucha es Steven Kruijswijk, el ciclista del Jumbo. El veterano, que sabe un poco más, aconseja al más joven, que presta atención y solo se limita a asentir. El diálogo termina con un fuerte apretón de manos y Kruijswijk se va para el bus de su equipo. Los periodistas de su país le preguntan qué le dijo el excampeón y Kruijswijk responde antes de subir las escaleras: “Cosas claves”. Sobre la bicicleta luce grande, portentoso, pero resulta que es muy delgadito, de espalda ancha y hombros gruesos. De hecho, en Holanda lo llaman la Percha, por su cuello fino y la manera tan abrupta en la que se despliega el torso.

En este Tour ha estado al lado de los mejores, subiendo a la par gracias a su pedaleo cíclico y sin dar muestras de cansancio. Luego de llegar al Tourmalet, en la etapa 14, el que tuvo mejor semblante tras la meta fue él. Los demás tomaban bocanadas de aire; él como un témpano, infranqueable, como si acabara de hacer el fuerte ascenso en carro. “No sabes si va bien, si va sufriendo. No te deja leer nada, es una página en blanco”, dice el alemán Emanuel Buchmann. En los últimos metros de la cruel subida en los Pirineos fue el único que le respondió el ataque a Thibaut Pinot, no pudo seguir el paso, chocó levemente con el colombiano Egan Bernal y arribó tras la rueda de Julian Alaphilippe. Y apenas se bajó de su bicicleta, mientras otros bebían agua y se abrigaban, exclamó: “No me fue tan mal”.

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Y no le ha ido para nada mal, pues a punta de regularidad tiene soñando a un país de gran tradición ciclística, pero de pocos ganadores, que en los últimos años se ha conformado con victorias de etapas, de clásicas y la del Giro de Italia de 2017, con Tom Dumoulin. “Tiene una disciplina impresionante. De por sí, los equipos holandeses son estrictos, pero él se pasa. Hasta sus mismos compañeros se asombran con el punto de concentración que alcanza en una carrera de tres semanas”, apunta Dean Hakkernberg, periodista que lo ha seguido desde sus comienzos en 2007, cuando pasó a integrar el Rabobank, y quien quedó pasmado cuando lo vio terminar en el puesto 18 en la Corsa Rosa en 2010.

Kruijswijk nació en Nuenen, una población en la que predomina la llanura y que los velocistas de su país buscan para realizar la pretemporada. Entonces, ¿de dónde es tan buen escalador? “Creo que descubrió esa facilidad tarde y por eso en 2011 se mudó a Girona, para tener la montaña que niegan las planicies holandesas, para no ser uno más y poder destacarse en el lote”, resalta Hakkernberg.

Desde ese momento procura hacer sus preparaciones en Tenerife (España), en la ladera del Teide, a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Allí estuvo antes del Giro de 2016, carrera en la que fue líder de la general durante cinco etapas, competencia que tenía más que lista (tres minutos de ventaja sobre Esteban Chaves) y en la que terminó en el suelo en la jornada 19 por la imprudencia de tomar riesgos en un descenso. “Ahora soy más calmado, más prudente”, reflexiona con relación a su choque contra un bloque de hielo a falta de 55 kilómetros de la meta que le costó el título de ese Giro.

Lo que más sorprende es que, maltrecho y luego de una mala noche, Kruijswijk terminó la prueba en el cuarto lugar, a un minuto y 50 segundos del campeón, Vincenzo Nibali. Fue un desastre heroico, uno que no está dispuesto a pasar de nuevo, pues en Holanda tienen puestas en él las esperanzas de volver a ganar un Tour. “No hablo, pedaleo. Y pedaleando es que se triunfa”, apunta. En 2013, una temporada de resultados malos, Steven se sometió a exámenes médicos para conocer el origen de una dolencia que no lo dejaba correr con comodidad. El resultado: un problema en la arteria femoral y la desmoralización de toda Holanda, pues se vio cerca el fin de la carrera de uno de los ciclistas con mayor proyección. Su tragedia fue un asunto de Estado, y de colegaje de sus compañeros, de apoyo de los amigos y de amor de sus familiares. “En el deporte hay que estar rodeado de la gente que te quiere para poder seguir adelante”. Y tras un año de terapias, de medicamentos y de gimnasio intensivo, Kruijswijk volvió a la bicicleta y paulatinamente se recuperó.

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El equipo lo abrazó, lo protegió y, a su manera, lo activó. “Me esperaron y ahora me la juego por ellos. Vamos a ver hasta dónde me da”, concluye el holandés que quiere hacer historia y volver a ganar un Tour para su país luego de 39 años, algo que no parece improbable por su calidad para correr, sobre todo de escalar. Ayer, en Foix Prat d’Albis, con una lluvia intermitente y una bruma que complicó ver un poco más adelante, Kruijswijk fue octavo, y cruzada la meta se le escapó una sonrisa, otra prueba de que sigue muy entero, de que será peligroso para todos.

Por Camilo Amaya - Enviado Especial Nimes

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