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Blanco y azul, sonidos imponentes, inmensidad. Salir de la rutina, del movimiento, del tráfico, de la bulla. No huir por huir; desconectarse para encontrarse y volver a empezar. El paisaje cambia desde las nubes, el piloto de Aerolíneas Argentinas del vuelo desde Buenos Aires hacia El Calafate anuncia los 10.000 pies de altura, los colores cambian. Morados, rosados, naranjas; está amaneciendo. Se ven picos nevados, montañas blancas, el lago Argentino, tan azul, tan turquesa, tan verde. No hay nada más, pero está todo, es la inmensidad.
El aeropuerto internacional de El Calafate, Comandante Armando Tola, está ubicado a 23 kilómetros del centro de la ciudad. Alrededor no hay casas, ni personas, pero sí la gran estepa patagónica. Lo que hasta hace poco era un pequeño pueblo aislado, con el tiempo se ha transformado en uno de los destinos turísticos más visitados de Argentina y de Suramérica, con hotelería, restaurantes, transporte y servicios de primer nivel.
Esta ciudad toma su nombre del pequeño arbusto calafate, típico del sur de la Patagonia. Según la tradición, quien come calafate alguna vez regresará por más. Pero la realidad indica que quien conoce El Calafate no quiere irse jamás.
PARQUE NACIONAL LOS GLACIARES
Está ubicado en el sudoeste de la provincia de Santa Cruz, tiene una superficie de 726.927 hectáreas y fue creado para preservar una extensa área de hielos continentales y glaciares, del bosque andino patagónico y muestras de la estepa patagónica. Es el más extenso del Sistema Nacional de Áreas Protegidas Argentinas y fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1981.
“Su nombre se debe a la presencia de numerosos glaciares que se originan en el gran Campo de Hielo Patagónico, el manto de hielo más grande del mundo después de la Antártida. Éste alimenta 47 grandes glaciares y existen más de 200 de menor magnitud”, asegura Parques Nacionales de Argentina.
En la Patagonia helada hay silencio. Es difícil hacer otra cosa que contemplar el paisaje, dejarse llevar por el aire fresco y respirar. El asombro es general. Hay asiáticos, europeos, americanos, sobre todo brasileños, que no disimulan su admiración.
Sonrisas, silencios, abrazos. Desde la primera vez que se puede ver el imponente Perito Moreno, a lo lejos, en la Curva de los Suspiros (no puede tener un nombre más apropiado), las palabras, aunque no debería confesarlo, se quedan cortas con tal inmensidad.
Tal como lo informa el Parque Nacional, si bien las grandes masas de hielo suelen encontrarse en nuestro planeta a más de 2.500 metros sobre el nivel del mar (msnm), los glaciares de la provincia de Santa Cruz tienen su origen a solo 1.500 msnm de altitud y descienden hasta los 200 msnm, lo cual permite un acceso fácil para las personas y una visualización única en el mundo.
PERITO MORENO
Si bien los glaciares más grandes del Parque Nacional son el Viedma y el Upsala, el Perito Moreno, a 78 kilómetros de El Calafate, es el de mayor renombre a nivel mundial por la facilidad de acceso y el periódico espectáculo de su ruptura.
Como muchas veces nos pasa, el glaciar se parte, pero no retrocede. Sus cinco kilómetros de ancho y sesenta metros de alto (casi la misma altura que el tradicional obelisco en Buenos Aires o de un edificio de alrededor de 22 pisos) crujen con los cambios de temperatura. Los desprendimientos de grandes bloques de hielo son igual de impactantes que la visión que ofrecen los inmensos glaciares entre montañas y bosques.
En el sector de pasarelas hay varios balcones que permiten admirar desde diferentes panorámicas el glaciar y presenciar de cerca la caída de los bloques de hielo. Existe un área accesible para personas en situación de discapacidad. La excursión puede realizarse a través de servicios regulares, especiales o alternativos de diferentes empresas; también en carro particular o alquilado. Hay servicios de restaurante, snackbar y baños.
Además, hay varias actividades, como caminar sobre el glaciar o navegar sobre el lago Argentino: los barcos llegan cerca del Perito Moreno, donde, tras un pequeño paseo, se puede incluso pisar su superficie helada.
Cerrar los ojos para sentir también es buena idea. El aire fresco, seco, puro, entra y limpia nuestro cuerpo. El sonido por las rupturas, parecidas a los truenos, profundos, impactantes, misteriosos e inmensos, nos recuerda la grandeza del universo y el poder de la naturaleza. Volver a abrir los ojos porque también nos despiertan, nos recuerdan que no estamos soñando, que la gran masa de hielo no es una pintura, que ese intenso blanco con azul no es una ilusión. A despertar y seguir soñando.
* Invitación de Destino Argentina.