Turismo
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En el corazón llanero

La tierra de bellos atardeceres atrae al turista por su variedad gastronómica, la riqueza musical, el coleo y los planes de ecoturismo.

Lorena Machado
28 de mayo de 2012 - 04:45 p. m.

El calor es infernal. Ni siquiera las tres botellas de agua y una cerveza helada han logrado acabar con la sequedad del paladar que se agrieta más en pleno medio día. Sombreros, gafas oscuras, pantalones cortos y una que otra mujer que carga algún abanico de mano para disfrazar el sofoco con algo de viento hacen parte del panorama. Estamos sentados en las gradas a la espera de que el próximo llanero salga en su caballo para atrapar al toro por la cola con una sola mano justo antes de las demarcaciones. El público se para, a veces abuchea, pero permanece en un éxtasis contagioso. ?

En Yopal, a 335 km de Bogotá, se realizan a finales del año las fiestas que más congregan a los casanareños por ser el sitio donde se une la tradición con lo festivo. Sin embargo, en cualquier época que usted elija para ir, se siente latente el tributo que le hacen los llaneros a un deporte de años, criticado por algunos, aclamado por tantos, que ha logrado un espectáculo que puede llegar a durar horas. Si bien los Llanos Orientales está ligado irremediablemente al coleo, su oferta sobrepasa ese terreno. ?

A pocas horas de la capital del país, este destino congrega lo que la mayoría de turistas buscan para su época de descanso: grandes piscinas, hermosos paisajes y la posibilidad de armar un itinerario según sus deseos. Uno de los lugares que encierra todas esas costumbres es el Parque Mararay, a 20 minutos en carro de Yopal, ojalá con un guía local que oriente por los confusos caminos destapados.?

Una vez se llega, la sorpresa mayor la causa el hombre de los pies descalzos, quien se atreve a interactuar con cada una de las especies del zoológico que allí se encuentran. Boas, zarigüeyas, papagayos, serpientes, micos, chimpancés, loros, tortugas y un cusumbos en completa soledad atraen miradas en un recorrido de aproximadamente una hora. Este sitio tiene la novedad de brindar una experiencia llanera durante todo un día. El prototipo de casa rural del llanero, las caballerizas con sus caballos de paso fino, los deportes náuticos, la tranquilidad de las piscinas y unos restaurantes que hacen honor a que se está pisando tierra ganadera. ?

Ir a comer es uno de los planes obligatorios de Yopal. Aunque haya una carta aparentemente variada en los distintos restaurantes de la ciudad, ninguno puede ser ajeno a probar los grandes trozos de carne que se sirven en cualquier parada. La ternera a la llanera o la mamona, es el plato por excelencia y de ahí la diversidad es infinita. El sancocho de gallina, el chigüiro, la cachama, el dulce de leche, las tortugas, las hayacas, los patos, los cerdos y lo que ellos llaman “las mañanitas” para antes del desayuno, constituyen el menú del Llano. ?

Antes de que se esconda el sol, se reúnen grandes y pequeños a escuchar viejas anécdotas, mientras uno a uno, van cayendo en los chinchorros o hamacas, para tener energía suficiente para la noche y su algarabía. ?

Un capítulo aparte es, sin duda, su música. En algún momento del día, o al caer la tarde, el arpa, el cuatro, los capachos (las maracas) y la voz de algún intérprete jocoso, lo cogen desprevenido junto a los trajes típicos, las coreografías y un zapateo envidiable que se convierte en conquista.

Por Lorena Machado

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