Las nubes que cubren el panorama del avión se despejan y permiten observar, en detalle, a través de mi ventana, la torre de Televisión que se impone con sus 368 metros de altura como símbolo de una ciudad vibrante que palpita ante mis ojos.
Berlín, una ciudad cosmopolita reconocida por su arquitectura, historia y su inmensa cultura. Una metrópoli fascinante, con personalidad propia que, desde las alturas, emerge como una ciudad hedonista, abierta y tolerante.
Capital del país más fuerte de la Unión Europea, hay que observarla, recorrer sus calles y vivirla, para entenderla.
Auténtica como ningún otra
Explorando la ciudad, observo que tiene una estética particular y muy diferente. Calcomanías, stikers, pegatinas y todo tipo de etiquetas adhesivas adornan postes y puertas generando un sinfín de mensajes e infinitas capas de color. En muchos de sus edificios se aprecian inmensos murales y calles grafiteadas que con simples rayones imprimen un sello de identidad visual que le atribuyen, a la capital alemana, su verdadero rostro.
Camino por Friedrichstrasse, en el distrito de Kreuzberg y me detengo justo en Theodor-Wolff Park frente al inmenso mural de un elefante multicolor. Quizás sea el mismo animal de la película de culto de Win Wenders, El Cielo sobre Berlín, que redimensionado rinde homenaje al circo cuya carpa se ubicaba justo en este mismo lugar. Cuando esta ciudad no solo era otra, sino que eran dos mundos separados por un muro salpicado de historia, locura y desenfreno.
Recorriendo su identidad
El estatus actual de la capital alemana no se consolidó de la noche a la mañana. Detrás de la caída del muro, hay una historia cultural alucinante, desde cuando Berlín occidental ocupado por Francia, Inglaterra y Estados Unidos, era, en la década de los ochenta, un espacio de libertad, mientras al oriente, el Estado controlaba casi todos los hábitos de la vida.
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Continuando mi recorrido por el antiguo enclave oeste, al final de Friedrichstrasse, justo en la estación del U-Bahn (metro) de Hallesches Tor, observo los conjuntos habitacionales, en forma de medialuna, que rodean la plaza Mehringplatz y reconozco otro de los escenarios de la película de Wenders. Allí la columna de un ángel, me recuerda aquella mágica historia vista desde la perspectiva de un par de ángeles que deambula en silencio por la Berlín de la posguerra. Su imagen se perpetúa como testigo del paso del tiempo, desde cuando estas viviendas fueron construidas a finales de los sesenta sobre las ruinas de los edificios arrasados durante la II Guerra Mundial, y hoy son hogar de artistas, estudiantes y trabajadores. En uno de sus vistosos murales se lee, como abrebocas, el mensaje: Make art not war. Eyes open, open mind (haz el arte, no la guerra. Ojos abiertos, mente abierta).
West Berlín
Siguiendo la línea del U-Bahn, me desplazo a Kottbusser Tor, corazón de Kreuzberg. Un microcosmos multicultural de migrantes especialmente turcos que llegaron en la década de los sesenta impulsados por la necesidad de mano de obra para la creciente industria alemana.
Camino el vecindario y observo su vida de barrio vibrante y diverso, que, junto a galerías de arte, bares y restaurantes, lo convierten en un espacio moderno, alternativo y contracultural. Puestos de frutas, restaurantes de comida turca, supermercados y todo tipo de comercio popular abundan en el sector.
En sintonía con el lugar, compro un doner kebab, un pan pita relleno de carne o pollo, vegetales y verduras que se apoderó de las calles, y que sabe incluso mucho mejor que en Turquía, de donde son originarios. Junto al currywurst, una salchicha alemana con salsa de tomate y curry, acompañada generalmente con papas a la francesa, son los platos berlineses por excelencia.
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Siguiendo la Skalitzer Strasse por la línea del U-Bahn (metro) llego al puente Oberbaumbrücke, sobre el serpenteante río Spree, en los límites con el distrito de Friedrichshain. Una zona que reúne lo mejor de la nightlife berlinesa. Muy cerca de ahí, East Side Gallery, alguna vez el muro de Berlín. Hoy con sus 1.3 kilómetros de extensión, es la galería de arte al aire libre más larga del mundo.
Al caer la oscuridad, las luces tenues del alumbrado público, apenas iluminan las calles que siempre permanecen en la penumbra, sobre todo al interior de los barrios. Observo que no es una ciudad hermosa, pero si infinitamente atractiva.
Rostros de la urbe
Hace frío, y mientras espero luz verde para cruzar el semáforo peatonal, escucho de repente una melodía muy cerca. Volteo a mirar, y es una chica rubia sobre una bicicleta. Cabello rapado, lentes onda John Lennon, gabán de cuero y botas militares, con audífonos grandes que filtran los beats de la música techno que la acompaña. Son los sonidos que representan, de la mejor manera, la fuerza y el empuje de la ciudad actual.
La observo e inmediatamente conectamos con la mirada, pupila con pupila, la cantidad adecuada en el momento exacto.
Aquí las personas miran a los ojos, y hacen del contacto visual una forma de comunicación que visibiliza, expresa respeto y reconocimiento. Percibo con un cruce de miradas que es un lugar donde se aprecia, como ningún otro, lo diverso y diferente.
Sonidos de Berlín
El ritmo de su vibra me conduce por sus principales arterias, que transito no solo con los pies, sino con el beat del corazón. Cada sonido que escucho es elemento de un lenguaje que conforma una sinfonía de sensaciones musicales. Las sirenas, el idioma, el sonido de la calle, la música electrónica.
Su estilo avant garde, ha determinado durante el transcurso de su historia el rumbo de las tendencias musicales y culturales que observamos en la actualidad.
Ecos 1979-1989
Sintetizadores oscuros de agrupaciones como Kraftwerk y Tangerine Dream, pioneros de la música electrónica, abrieron el espacio y moldearon en principio el sonido de la ciudad.
En 1979 edificios abandonados, tanto del este como en oeste, fueron el espacio ideal para que la juventud allí se refugiara y los ocupara. La policía intervino desalojando a jóvenes ocupas de zonas como Kreuzberg, lo que desencadenó fuertes protestas juveniles, como respuesta a la represión policial.
Una juventud inconforme y reaccionaria que respondió con furia y que encontró en el movimiento punk una manera de expresión que se arraigó en la ciudad. Un escenario que se consolidó, con el paso del tiempo, en epicentro de la cultura underground.
Grupos como Joy Divison, y Die Toten Hosen, entre otros, fueron la banda sonora de aquella atmósfera intensa. Abrieron el camino e Inspiraron de algún modo a otros grupos musicales, que decididamente diferentes, marcaron la pauta para que su influencia sonora repercutiera notoriamente en la construcción del tejido social. Tal efervescencia atrajo artistas como Mark Reeder y Nick Cave and the Bad Seeds quienes fueron, entre otros, rostros visibles de aquella banda sonora de los ochenta.
Así en medio de ambientes densos y clubes de moda, como el S036 de Kreuzberg, frecuentado por músicos como Iggy Pop y David Bowie, estas agrupaciones encontraron un lugar de expresión.
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Tal movimiento de vanguardia radicalmente opuesto a lo comercial posibilitó que los grupos empezaran a cantar en su propio idioma, generando diferentes estilos y vertientes musicales. Incluso abonaron el camino para que bandas como Nena, con su reconocido éxito 99 Luftballons, se convirtieran en 1983, en estrellas mundiales cantando en alemán. Una canción protesta con un gran ingrediente político antiguerra en la Alemania dividida.
El panorama sociocultural y su evolución en nuevas formas de expresión dieron origen en 1989 al Love Parade. Una manifestación liderada por Dr. Motte y Dj Westbam, que, bajo las frecuencias de la música electrónica y un multitudinario desfile, se expresaron en favor del amor, la paz y la unidad, meses antes de la caída del muro.
Hacia 1997, el festival convocó en la columna de la Victoria, ubicada en el Tiergarten, pulmón verde de la ciudad, a más de un millón de personas bailando al ritmo del techno.
Camino aquel bosque, y los rayos de luz que penetran entre las ramas de los árboles iluminan mi rostro. En medio de los robles, acompañado por el canto de los pájaros y el crujido de mis pasos sobre las hojas secas, un ángel aparece en escena. Respiro profundo y cierro mis ojos mientras el sonido de las aves se diluye con el ambiente de aquel entonces. Pitos, gritos y la euforia frenética de los beats del Love Parade. Una atmósfera invisible que se perpetuo por siempre en este lugar. Han pasado 25 años ya, desde aquel entonces, y hoy, esa historia musical continúa escribiéndose.
Una ciudad en constante cambio
Al final de la guerra, la ciudad quedó reducida a ruinas, y fueron las mujeres quienes a pulso la reconstruyeron, ayudando a que emergiera como el ave fénix entre las cenizas.
En la actualidad Berlín tiene cerca de cuatro millones de habitantes y se divide en doce distritos, entre los que se destacan Mitte, Kreuzberg-Friedrichshain y Charlottenburg, donde se concentran la mayor cantidad de atractivos para visitar. No obstante, cada uno de sus barrios está lleno de multiculturalidad y ofrece siempre algo distinto.
Tras la unificación alemana grúas torre de construcción, se establecieron como símbolo urbano, edificando una realidad que se modifica día tras día.
Un claro ejemplo de su fuerza transformadora es el edifico del Reichstag. Sede del Gobierno alemán, fue prácticamente arrasado por los bombardeos de la guerra. Posteriormente se restauró, y como símbolo de la reunificación alemana en 1999 se inauguró la cúpula, diseñada en acero y cristal por el destacado arquitecto inglés Norman Foster. En su planta baja se aprecia una exposición fotográfica de su proceso de restauración. La entrada es gratuita y solo basta registrarse en la página web Bundestang.de, para maravillarse con una de las obras arquitectónicas más impactantes del mundo.
Cerca de ahí, cruzando lugares emblemáticos como la puerta de Brandeburgo, el Tiergarten, oasis verde de la ciudad, y el monumento al holocausto judío, se encuentra otro de los escenarios representativos del film El Cielo sobre Berlín: Potsdamer Platz. Una zona que luego de la guerra quedó convertida en terreno baldío formando parte de la denominada “franja de la muerte del muro”. Hoy es el centro financiero y una de las zonas más modernas. En el lugar pueden encontrarse grandes hoteles, restaurantes, cines e importantes centros comerciales.
Allí se destacan el Sony Center, inaugurado en el año 2000 y sede de uno de los festivales de cine más importantes del mundo: La Berlinale. Su vistoso diseño, obra del arquitecto Helmut Jahn, tuvo en cuenta materiales como el vidrio y acero para la cubierta de una gran plaza interior.
También sobresalen la torre Debis (Debis – Haus), un edificio de oficinas diseñado por Renzo Piano, las construcciones comerciales y de vivienda de Richard Rogers, y la sede de la Filarmónica de Berlín, un espacio donde podrá deleitarse gratis con lo más selecto de la música clásica todos los martes, al medio día.
Cómo llegar a Berlín
Luego de arribar al aeropuerto de Brandeburgo (Flughafen Berlin Brandenburg) es muy fácil desplazarse al centro mediante la línea S-Bahn S9 (tren), desde la estación ubicada en la terminal aérea T1 y T2. De llegada, dependiendo del lugar de alojamiento, recomiendo bajarse en las estaciones de Warschauer Strasse, Alexander Platz o Friedrichstrasse. También opera la línea S45, pero sus paradas son distantes de los sitios más representativos.
Yo siempre compro el tiquete de 7 días que vale 39 euros. Es la mejor opción para movilizarme, ya que la ciudad es grande y puedo utilizarlo ilimitadamente, durante ese tiempo, en el S-Bahn (tren), U-Bahn (metro), Tram (tranvía) y autobús, y que están totalmente integrados entre sí.
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Transporte público
Es excelente y funciona milimétricamente como un reloj. En las estaciones no hay torniquetes ni puertas especiales de acceso, lo cual no significa que el sistema sea gratuito. Es muy importante comprar el tiquete en las máquinas expendedoras, validarlo y llevarlo consigo. Adquirirlo es muy fácil y las instrucciones están en diferentes idiomas incluido español, luego, para que sea válido hay unas maquinitas amarillas o rojas en todas las estaciones, que lo marcan con fecha y hora. La multa por viajar sin boleto o llevarlo sin validar es de 60 euros, que el infractor debe pagar sí o sí. Es una falta grave, cuya penalidad es aplicada por inspectores que se suben al transporte aleatoria e intempestivamente solicitando los tiquetes a los pasajeros.
También puede instalar la app del transporte público Bvg Berlín. La información es muy clara y útil para consultar trayectos, con mapas e indicaciones precisas.
Vida habitual
En las calles se habla alemán, sin embargo, el inglés es de uso común. A pesar de lo anterior, conviene utilizar ciertas palabras y frases habituales para comunicarse mejor. Por ejemplo, en el supermercado al momento de registrar la compra es clave responder el saludo del cajero: hallo (hola), agradecer siempre con un danke schon (muchas gracias) y despedirse con tchuzz, (chao, adiós). Así no sepa nada más en alemán, decir siempre estas palabras facilitará todo. Son costumbres de uso común que demuestran amabilidad.
Compras en los supermercados
En Alemania los precios son favorables comparados con el resto de Europa. Hay tantas novedades en las estanterías que lo mejor es tomarse un tiempo y observar con detenimiento los productos para familiarizarse con ellos. Mi favorito es el Lidl, allí encuentro siempre los mejores precios.
Al hacer las compras, hay que tener el medio de pago listo cuando le hagan el cobro, hacerlo de inmediato y no esperar hasta último momento para empezar a buscar el dinero o la tarjeta, porque esa demora incomoda un montón al cajero y a quienes hacen fila para pagar. Así mismo, luego de facturar, hay que empacar los productos con rapidez.
Los domingos no hay nada abierto, salvo en zonas como Kreuzberg donde un gran porcentaje de locales turcos prestan servicio con normalidad. De resto shoppings y almacenes, absolutamente todo está cerrado. Los únicos supermercados abiertos los domingos, que conozco, en el centro son el EDEKA City Markt de la estación de Friedrichstrasse, el Rewe y el PENNY en la estación de Ostbahnhof y el Rewe de la estación central de Hauptbahnhof. Estos son un verdadero oasis donde satisfacer nuestras necesidades de compras dominicales.
Tomo el U-Bahn, enciendo el walkman y diviso a través de la ventana, una urbe matizada por la música. Abro una lata de cerveza que recién compré y pienso, hoy y siempre es un lindo día para estar en Berlín.
*Periodista y viajero.
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