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La tierra del buen vino

La majestuosidad y belleza de la cordillera de los Andes se conjugan con los extensos viñedos que abundan en la zona.

Sandra del Castillo / Mendoza, Argentina
12 de junio de 2012 - 09:37 p. m.

Mendoza huele a uva. Desde el momento que desciendo del avión y salgo del aeropuerto El Plumerillo, me recibe en primer plano un esplendoroso viñedo en colores ocres, naranja y amarillos que se van difuminando en medio de unas inmensas hojas tostadas, esparcidas por el suelo como si se tratara de insectos disecados. De fondo se observa una majestuosa montaña, la cordillera de los Andes, enmarcada por un cielo despejado, azul, que no deja ver una sola nube.

En el recorrido hasta el hotel, la ciudad del sol y del buen vino, como se conoce a Mendoza, refleja un espíritu jovial, tranquilo, reposado, donde siguen predominando los colores del otoño.

A lo largo de las calles se observan canales artificiales construidos a través de los años para regar cultivos. Alrededor de las acequias un plantón de sauces llorones enmarca las vías por donde pasa un escaso flujo vehicular.

En Mendoza no llueve. Y justamente esa tierra arenosa, arcillosa y pedregosa ha sido la base para cultivar la uva de uno de los vinos más famosos del mundo. De hecho, allí se produce el 72% de los vinos que se consumen en el país, gracias a los 16 millones de hectolitros que se originan por año. Con estas estadísticas, Argentina aparece como el quinto productor de vinos del planeta.

Así que uno de los planes infalibles es visitar alguna de las famosas bodegas, donde además de apreciar la exuberante belleza de las plantaciones de uva en cualquier época del año, se puede aprender en un día cómo se produce esta legendaria bebida.

Al sureste de la península de Quetrihué, donde predomina el bosque de coihue y ciprés, se encuentra el Camino del Vino. Unas 140.000 hectáreas de viñas con sistemas de riego de última tecnología hacen que su calidad sea reconocida en el exterior.

Norton es una de ellas, la más antigua y tradicional. La finca Perdriel es su propiedad originaria. Tiene 100 años de cultivo ininterrumpido, 100 hectáreas y su suelo es ideal para la producción de Cabernet Sauvignon, Merlot y Malbec.

Realizar un recorrido al interior es ser testigo del proceso desde el momento de la recolección en los viñedos, pasando por la molienda, la fermentación, el prensado y la guarda de la uva, que se almacena en barricas subterráneas donde se mantienen estrictos controles de temperatura y humedad para obtener un vino de la mejor calidad.

Incluso por un día los turistas tienen la posibilidad de elaborar su propio vino con una etiqueta original, siguiendo las recomendaciones de expertos vinícolas que recomiendan la medida exacta de los insumos para lograr una bebida apropiada con la cual finalizar la jornada cenando un delicioso ovejo en el restaurante de la bodega.

Pero además del vino, Mendoza tiene otra característica que la hace única, una de las montañas más altas del mundo: el Aconcagua, con 6.962 metros sobre el nivel del mar, es el pico más alto de América.

La región es rocosa y árida, con altas cumbres cubiertas de nieve permanente. La vegetación es escasa y cubre las laderas del cerro hasta aproximadamente los 4.000 metros de altura. El cerro, ubicado en el Parque Provincial Aconcagua, también denominado el Coloso de América, es la meta de montañistas que aspiran a coronar la cima y desde allí contemplar los magníficos paradigmas de la naturaleza.Mendoza huele a uva. Desde el momento que desciendo del avión y salgo del aeropuerto El Plumerillo, me recibe en primer plano un esplendoroso viñedo en colores ocres, naranja y amarillos que se van difuminando en medio de unas inmensas hojas tostadas, esparcidas por el suelo como si se tratara de insectos disecados. De fondo se observa una majestuosa montaña, la cordillera de los Andes, enmarcada por un cielo despejado, azul, que no deja ver una sola nube.

En el recorrido hasta el hotel, la ciudad del sol y del buen vino, como se conoce a Mendoza, refleja un espíritu jovial, tranquilo, reposado, donde siguen predominando los colores del otoño.

A lo largo de las calles se observan canales artificiales construidos a través de los años para regar cultivos. Alrededor de las acequias un plantón de sauces llorones enmarca las vías por donde pasa un escaso flujo vehicular.

En Mendoza no llueve. Y justamente esa tierra arenosa, arcillosa y pedregosa ha sido la base para cultivar la uva de uno de los vinos más famosos del mundo. De hecho, allí se produce el 72% de los vinos que se consumen en el país, gracias a los 16 millones de hectolitros que se originan por año. Con estas estadísticas, Argentina aparece como el quinto productor de vinos del planeta.

Así que uno de los planes infalibles es visitar alguna de las famosas bodegas, donde además de apreciar la exuberante belleza de las plantaciones de uva en cualquier época del año, se puede aprender en un día cómo se produce esta legendaria bebida.

Al sureste de la península de Quetrihué, donde predomina el bosque de coihue y ciprés, se encuentra el Camino del Vino. Unas 140.000 hectáreas de viñas con sistemas de riego de última tecnología hacen que su calidad sea reconocida en el exterior.

Norton es una de ellas, la más antigua y tradicional. La finca Perdriel es su propiedad originaria. Tiene 100 años de cultivo ininterrumpido, 100 hectáreas y su suelo es ideal para la producción de Cabernet Sauvignon, Merlot y Malbec.

Realizar un recorrido al interior es ser testigo del proceso desde el momento de la recolección en los viñedos, pasando por la molienda, la fermentación, el prensado y la guarda de la uva, que se almacena en barricas subterráneas donde se mantienen estrictos controles de temperatura y humedad para obtener un vino de la mejor calidad.

Incluso por un día los turistas tienen la posibilidad de elaborar su propio vino con una etiqueta original, siguiendo las recomendaciones de expertos vinícolas que recomiendan la medida exacta de los insumos para lograr una bebida apropiada con la cual finalizar la jornada cenando un delicioso ovejo en el restaurante de la bodega.

Pero además del vino, Mendoza tiene otra característica que la hace única, una de las montañas más altas del mundo: el Aconcagua, con 6.962 metros sobre el nivel del mar, es el pico más alto de América.

La región es rocosa y árida, con altas cumbres cubiertas de nieve permanente. La vegetación es escasa y cubre las laderas del cerro hasta aproximadamente los 4.000 metros de altura. El cerro, ubicado en el Parque Provincial Aconcagua, también denominado el Coloso de América, es la meta de montañistas que aspiran a coronar la cima y desde allí contemplar los magníficos paradigmas de la naturaleza.

Por Sandra del Castillo / Mendoza, Argentina

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