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Madrid sin escalas: una mirada al estilo de vida y cultura de la capital de España

Es un destino imprescindible de todo viajero cultural y el mejor preámbulo para adentrarse al continente europeo.

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Camilo Bernal*
28 de mayo de 2025 - 04:50 p. m.
El Palacio Cibeles, sede del Ayuntamiento, y su fuente, donde se reúnen los aficionados del Real Madrid para celebrar sus títulos.
El Palacio Cibeles, sede del Ayuntamiento, y su fuente, donde se reúnen los aficionados del Real Madrid para celebrar sus títulos.
Foto: Camilo Bernal
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“Bienvenidos al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid, Barajas” escucho por los altavoces con agradable acento español. Arribo a la que considero, la puerta de entrada a Europa, uno de esos lugares que no se deben visitar, sino se deben vivir. Un destino imprescindible de todo viajero cultural y el mejor preámbulo para adentrarse y entender el universo y estilo de vida del continente europeo.

Seductora a primera vista

Transito la Terminal 4, a donde llegan los vuelos internacionales. Su techo compuesto por una imponente cubierta ondulante de bambú está sostenida por gruesos tubos metálicos de color naranja que al observarse en perspectiva generan una atmósfera envolvente y fluida, por donde circulan millones de viajeros. Construida por Richard Rogers, creador de la arquitectura high-tech y ganador del premio Pritzker, esta terminal es una obra de diseño que todo viajero, de llegada o salida de la capital española debe recorrer.

Una mirada evocadora

Tomo la Línea 8 que desde el aeropuerto me lleva hasta la estación Nuevos Ministerios donde hago transferencia hasta al centro. Estar aquí, en esta ciudad, es una manera de reconocerme en aquellos recuerdos que desde la infancia me acompañan, como cuando era niño y observaba a mi mamá cantando a Rocío Durcal, su artista favorita. Al darse cuenta que la miraba sonreía y me cantaba. Tenía todos sus discos y se sabía al pie de la letra sus canciones. También recuerdo a mi tía Elena a través de quien escuché a Miguel Bosé por primera vez. La tengo en mi memoria peinándose frente al espejo, mientras entonaba sus éxitos del momento. Más adelante vinieron otros géneros y tantos cantantes y agrupaciones españolas que con su música enriquecieron mi panorama musical.

Madrid paso a paso

Al salir a la Gran Vía, su principal arteria, escucho una repentina explosión sonora, como si viniera de una cápsula anti ruido que al abrirse permite la potente descarga del sonido de la calle; las aceras repletas de gente que viene y va, la sonoridad de las conversaciones y el ruido del tráfico. Me sitúo frente a Metrópolis, un suntuoso edificio, quizá el más representativo de la ciudad, inaugurado en 1911. Su fachada neorrenacentista, de un blanco impecable, columnas corintias y la estatua de un ángel de la victoria ubicada en la parte superior de su cúpula, le dan un aire de distinción al lugar. A partir de aquí, puede apreciarse una calle rebosante de vida que se extiende por cerca de kilómetro y medio, llena de hoteles, tiendas de moda, restaurantes y teatros.

En esta ciudad es donde empiezo y finalizo mis viajes por el Viejo Mundo. Aquí preparo mi retina para apreciar todo lo que el continente europeo tiene para ofrecer y también, de regreso agradezco profundamente lo visto, después de un largo recorrido, antes de volver a Bogotá. Siento en principio libertad absoluta y la sensación de tener un amplio panorama por descubrir y recorrer en una urbe que a lo largo de sus siglos de historia se ha transformando y renovado hasta llegar a ser este lugar de encuentros, que ofrece una oferta casi inagotable de espacios para visitar.

Me sumerjo ahora por algunas calles céntricas y me pierdo en sus callejones. Veo señoras elegantemente vestidas con chaquetas, bolsos, zapatos, collares de aproximadamente la edad de mi mamá y me parece ver su reflejo en ellas. De algún local por donde camino suena Amor Eterno de Rocío Durcal. Me detengo por unos momentos y veo como el azul del cielo se torna gris, miro los edificios y sus balcones, la gente pasar y el mundo se detiene. Se me hace un nudo en la garganta porque sé que es la voz de mi mamá quien me habla a través de esta canción, como cuando era niño y la escuchaba cantar. La llamo pero no contesta, quiero decirle que la pienso, que la extraño y que me gustaría mucho estar aquí con ella. La quiero abrazar, la quiero invitar a tomar un café... Y me toca resignarme a la fuerza que ya no está y que nunca podré, entre muchas cosas, caminar junto a ella por estas calles que tanto le gustaban. Retiro mis lentes oscuros y me limpio las lágrimas.

Quiero apartarme un poco de todo y dirigirme a un lugar más tranquilo para procesar en silencio el amargo sabor del vacío que me genera su ausencia. Por suerte estoy cerca del parque El Retiro, un espacio vital donde puedo hacer una pausa, encontrar calma y sentir el abrazo de la naturaleza que me reconforte. Aquí me siento un rato, en este oasis frente al lago. Veo en las barquitas a parejas y familias que reman sin afán, como si ya fueran suficientes las tristezas de este mundo y solo quedara la sensación de aceptar las cosas que no podemos cambiar y simplemente tomar aire y respirar. Aquí dejo fluir mis pensamientos, mientras observo la vida transcurrir.

Puntos de referencia

Para quienes amamos caminar, una de las grandes ventajas de Madrid es que la mayoría de sus lugares representativos pueden explorarse a pie. Frente al parque se encuentra la Puerta de Alcalá y unos metros más adelante el Palacio Cibeles cuya imponente estructura, sede del Ayuntamiento, se ubica frente a una rotonda en pleno corazón de la ciudad. Me detengo en este punto y observo los buses articulados de color azul del transporte público, autos circulando en diferentes direcciones y turistas posando y buscando el mejor ángulo para sus fotos de recuerdo. En el medio se ubica la Fuente de Cibeles, una monumental escultura inaugurada en 1782 de una diosa sobre un carruaje tirado por leones. De su interior brotan surcos de agua, cuyas partículas, al ser atravesadas por los rayos del sol, se descomponen formando pequeños arcoíris que invitan a vivir y a disfrutarlo todo.

Otros puntos distintivos como la Puerta del Sol, El Mercado San Miguel, la Plaza Mayor y el Palacio Real, se encuentran relativamente cerca. Al igual que, museos como El Prado, Reina Sofía o el Thyssen, donde se puede apreciar lo mejor del arte y su huella en la capital.

Pero es en sus barrios donde mejor se puede entender esta ciudad. Todos ellos con un sabor propio y personalidades diferentes: desde la exclusiva Salamanca, pasando por Chueca, donde se respira un aire de libertad y diversidad. También caminando por Malasaña y apreciando su vibrante onda alternativa, hasta el multicultural Lavapies. Recorrer sus calles es la mejor manera para sentir su pulso.

Rica en cultura, diversión y gastronomía, la capital española es elegante, sofisticada, alegre y auténtica. Es una de las urbes con más vida del continente y lleva implícito en su ambiente el secreto del saber vivir. De naturaleza citadina, los españoles viven en la calle. Las amigas quedan para tomar un vino o un café, ir al teatro o al cine, las grandes familias disfrutan de grandes comidas y las cenas festivas son habituales cualquier día en la semana. En los bares se escuchan los brindis de las copas y las celebraciones hacen parte de su diario vivir.

Punto de conexión

Camino las calles del céntrico barrio de Chueca con la lejana esperanza de toparme con Pedro Almodóvar quien, según me dice el camarero del bar, donde recién tomé un café, se le puede ver con cierta frecuencia. No es de extrañar pienso, además porque Madrid ha sido a través del tiempo su gran inspiración y escenario donde ha rodado infinidad de escenas de sus más importantes películas. Mientras ese tipo de encuentro soñado sucede fuera de las salas donde me deleito con sus historias, busco entre mis contactos el de una pareja de esposos a través de quienes puedo observar el rostro de lo que para mí significa Madrid.

Angelita y Jose

En esta ocasión regreso de un viaje de tres meses, por varios países y ciudades europeas. Estoy feliz de verlos y darles un abrazo de reencuentro.

A Jose, como suena, con acento en la o y Angelita, ambos nacidos en Madrid, los conozco de tiempo atrás. Transcurría el 2012 y en un concierto de jazz, en la ciudad de Buenos Aires, una amiga en común nos presentó. Fue una conexión inmediata, alimentada siempre por nuestro infinito amor por la música. En aquel entonces yo cursaba una maestría en periodismo en la UBA y Jose, quien también vivía temporalmente ahí, se desempeñaba como CEO de una empresa española de construcción y desarrollo inmobiliario. Angelita por su parte, lo visitaba cada vez que las vacaciones del Liceo Francés de Madrid, donde trabajaba, se lo permitían.

Perdí la cuenta de las innumerables veces que, en aquel entonces, visitamos el Teatro Colón para presenciar algún recital de música clásica o las veces que asistimos a Jazzología, un legendario espacio porteño, diseñado para amantes del género.

- ¿Hola querido que tal? ¡Que gusto verte!, dice Angelita, mientras nos saludamos y abrazamos fuertemente los tres.

- Adelante. Ponte cómodo, si queréis puedes tomar una ducha.

Jose por su parte sigue atento con su sonrisa.

- ¿Qué tal tu viaje? Me dice Angelita. Bueno ya lo hablaremos en detalle. Escúchame, mira ahora en la tarde hay un recital de jazz en la Fundación March, un centro cultural donde hacen unos eventos fabulosos. Si te apetece podemos ir solo que, como es un evento gratuito, es muy concurrido y debemos llegar por lo menos con dos o tres horas de anticipación para conseguir entradas. O si prefieres descansar no hay ningún problema...

Madrid es una ciudad que irradia energía y para disfrutarla al máximo, hay que mantenerse en movimiento. Aquí culmina mi viaje por Europa y qué mejor manera que despedirme con amigos y música.

- Obvio Angelita, ¡vamos! , le digo sin dudarlo

Angelita es siempre la palabra oportuna, Jose es sabiduría y tranquilidad. Su compañía y complicidad hacen que cada segundo de la vida sea más amable. Con ellos voy a la fija a cualquier tipo de actividad cultural que suceda. Su amor por la música los ha llevado en varias oportunidades a Nueva Orleans, ciudad a la que escapan con cierta frecuencia, en búsqueda de sus sonidos más representativos. Así mismo festivales de jazz como el de San Sebastián, Madrid y Montreaux, entre otros, hacen parte de su hoja de ruta musical.

Con una sensibilidad muy profunda por el arte y la cultura, manejan una agenda programada que día tras día transcurre en este tipo de escenarios. Ya tienen agendados, incluso con meses de anterioridad, festivales, obras de teatro y recitales.

Se les puede encontrar también cualquier día de la semana en centros culturales como la Casa de América, la Casa de México, la Filmoteca Nacional o la Fundación la Caixa, entre otros escenarios, donde en muchas ocasiones disfrutan una variada programación gratuita de excelente calidad.

Su departamento es un espacio sobrio y muy acogedor. En la sala de su casa la música es protagonista y ambienta profundamente cada rincón. Los suaves y moderados compases de la batería y el sonido del saxo crean una atmósfera acogedora que invita a la tertulia. En un atril, en lugar de la biblia, se encuentra una elegante edición en tapa dura de Jazz Life, un libro que a lo largo de sus 600 páginas hace un recorrido fotográfico de William Claxton por la escena jazzística estadounidense, desde músicos callejeros anónimos a grandes leyendas del género. Abierto en la página 231, como si se tratara del versículo bíblico de turno, enseña el poder transformador de la música en el ser humano.

En las paredes de su sala hay cuadros de paisajes de estilo impresionista y también algunas plantas que le dan el verdor necesario a este espacio vital. Descargo mi mochila en el estudio de Jose, donde me hospedo las veces que los visito. Hay un gran escritorio, una biblioteca y un cómodo sofá cama. Entre acuarelas, lápices de colores, carboncillos, papeles, libros de arte, recuerdos y fotografías, Jose se sumerge aquí, en su espacio íntimo a pintar, a dibujar la vida. Un paisaje, un pájaro, un momento efímero de esta existencia que disfruta a plenitud.

Una recarga de energía

Muero de ganas por saborear comida casera. Es el momento ideal para disfrutar bocados y sorbos ligeros que despiertan el paladar. En la mesa hay vino y todo tipo de tapas; aceitunas, chorizos, diferentes tipos de queso, jamón ibérico, tortilla de patatas fritas y como plato principal sopa de lentejas. Pero no un plato de lentejas cualquiera, este viene con trozos de carne, chorizo, zanahoria, patatas, pepinillos y tiene el toque secreto que solo Angelita sabe darle. Mientras, Jose destapa un vino Jerez español y brindamos con esta bebida tan deliciosa como su gastronomía.

-Salud por los buenos encuentros como este, dice Jose con una sonrisa que contagia alegría. ¡Venga!

Un placer inolvidable y un verdadero deleite para los sentidos.

Momentos para compartir

Llegamos tres horas antes del recital. Estamos de segundos en una fila que en el término de un cuarto de hora ya da la vuelta a la esquina. Con ellos las conversaciones son amenas, siempre giran en torno al arte, cine, música, cultura y viajes. Son excelentes conversadores, de esos que abordan cualquier tema, desde lo más trivial a lo más profundo sin prejuicios. Miro alrededor y observo a todos los de la fila sumergidos animadamente en sus propias conversaciones. Quienes han venido solos ya están platicando con los de al lado.

- Genial ver tanta gente junta y una fila tan animada para este recital, me encanta la energía que se siente. ¿Qué es lo que más les gusta de vivir aquí?

Angelita toma la palabra,

- ¡Pues esto!, una vida muy entretenida, es una ciudad muy abierta y acogedora. Rica culturalmente, se respira buen aire, se circula muy bien en transporte público y no es una ciudad agobiante a pesar de ser grande. A nosotros nos gusta mucho vivir aquí.

Escenarios culturales

Justo entregan las entradas por orden de llegada. Como falta todavía una hora para el recital Jose me dice de ver una exposición aquí mismo sobre el color. Angelita, que ya la vio, nos dice que nos espera en la cafetería.

De entrada a la exposición un cartel que anuncia, “El color no es un asunto fácil” de Humberto Ecco, sirve de antesala a la muestra titulada “La autonomía del color en el arte abstracto”. Uno de los temas favoritos de Jose para quien la pintura es un lenguaje con el que expresa su sentir. Observo el trabajo de un amplio número de artistas contemporáneos que utilizan este medio como principio esencial y estructurador de su obra.

- Fíjate es una exposición muy didáctica y enriquecedora donde quien se acerque aprende. Con diagramas, círculos cromáticos, pigmentos y tintas naturales se explica en detalle el origen del color Añade Jose.

Una exposición que le agrega el tono necesario a esta vida que por momentos se tiñe de gris.

Cerca al momento del concierto vamos en busca de Angelita, a quien encontramos entretenida ojeando una revista de moda. La cafetería más que un sitio de paso, invita al encuentro. Luces tenues matizan un ambiente acogedor, en donde libros de arte, arquitectura, diseño, fotografía, moda o cine ubicados estratégicamente en sus estanterías, sirven de compañía para lectores espontáneos que disfrutan un café.

Pensar desde la música

Llegada la hora se abre el telón para el recital de los Cien años del jazz celebrado aquí en la Fundación March. La sala, un espacio aterciopelado de sillas reclinables muy cómodo, acondicionado para desglosar lo mejor de este género musical. En el programa obras de Miles Davis, Chet Baker y Cole Porter, entre otros, anuncia un viaje asegurado.

Sobre el escenario Pepe Zaragoza Quartet, de la ciudad de Valencia, es el artífice de la interpretación musical. Trompeta, piano, contrabajo y batería que, ejecutados magistralmente, dibujan un horizonte por el que transito en medio de un trance sonoro.

El líder de la banda Pepe Zaragoza con su trompeta, interpreta lo mejor de Miles Davis. Se sienta, respira, espera, y entonces poco a poco empieza a ejecutar sublimes notas. Lo que suena es una decisión tomada desde el umbral de lo desconocido. Sutilmente empieza a sumarse cada instrumento, en un modo de crear que no parte de una planificación, sino de la escucha atenta y el instinto que se mueve magistralmente ante la experimentación.

Durante la velada cada instrumento ha tenido la oportunidad de ser protagonista sin estridencias. La intro del piano suena con profunda delicadeza. Gradualmente aparecen las notas de My funny Valentine, aquella melodía original de Richard Rodgers y Lorenz Hart, inmortalizada por Chet Baker quien, con genialidad, la reinterpretó con su voz para bien de la humanidad.

No me considero un experto como en efecto lo son mis acompañantes. Hay sub géneros que no diferencio bien y nombres de temas o artistas que desconozco. A pesar de ello reconozco me conmueve profundamente escuchar estas melodías, porque el jazz es improvisación y como la vida misma debe sortear circunstancias inesperadas. Tal vez por eso, en los momentos más frágiles, cuando somos vulnerables y la vida nos golpea, improvisar se vuelve necesario, no como negación de la verdad sino como forma de habitarla.

Me alimento de estas notas musicales, en medio del ambiente encantador de una ciudad que invita al encuentro y que disfruta sin complejos de sus bellos espacios y tradiciones. Un lugar que se enorgullece de exhibir una riqueza cultural donde pueden encontrarse innumerables tesoros que nutren el alma.

Aplauso imparable de un auditorio conmovido que hace eco en la ciudad. Con la sonrisa a flor de piel por el viaje sonoro camino a la salida, Jose voltea y nos dice: vamos a picar algo, luego podemos dar un paseo y seguirla en casa, hay algo de vino y siempre hay música...

*Periodista.

@tomalaruta.75

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Por Camilo Bernal*

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