¿Le gusta caminar por la naturaleza y se pregunta si podría compartir esa experiencia con sus hijos? La respuesta es sí, y con toda confianza. Salir de excursión con niños, incluso desde edades muy tempranas, no solo es posible, sino altamente recomendable cuando se cuenta con la preparación adecuada. Y es que ya sea que se trate de un bebé en brazos o un adolescente curioso, el senderismo en familia puede convertirse en una oportunidad valiosa para fortalecer vínculos, fomentar el amor por la naturaleza y sembrar aprendizajes duraderos.
El senderismo, lejos de ser una actividad exclusiva para adultos, puede adaptarse a las capacidades de los más pequeños. Lo esencial es asumir el reto con actitud positiva, buena planificación y el equipo necesario para garantizar comodidad y seguridad. La clave está en comprender que no se trata únicamente de caminar, sino de crear experiencias significativas que conecten a los niños con el entorno natural desde el disfrute, la curiosidad y el respeto.
“El senderismo con niños, bebés o adolescentes es completamente viable siempre que los adultos estén debidamente preparados. Exponer a los más pequeños a la naturaleza desde edades tempranas no solo es posible, sino altamente beneficioso. No existe una edad mínima para comenzar, siempre que se tomen las precauciones necesarias. Por supuesto, un bebé no puede caminar largas distancias, por lo que es clave elegir rutas de fácil acceso, con las comodidades adecuadas y medidas de protección apropiadas”, afirma Carlos Avellaneda, socio y fundador de Caminantes del Retorno.
Esta práctica, más allá de ser una actividad recreativa, se convierte en una puerta de entrada a la autenticidad de un país. Cada sendero ofrece una experiencia única que conserva la esencia de los territorios, permitiendo a niños y niñas conocer su entorno de forma vivencial y multisensorial. Así, el senderismo contribuye a una comprensión más profunda de la identidad y el patrimonio natural y cultural.
“También es importante destacar los beneficios físicos: el ejercicio constante y la exposición al aire libre fortalecen el cuerpo en desarrollo. Pero hay más. El senderismo transforma la mente infantil al permitirle sentir el paisaje y conectarse emocionalmente con el territorio. Se trata de una forma de aprendizaje experiencial que va más allá de cualquier enseñanza en el aula. En un contexto dominado por las pantallas y la tecnología, los niños necesitan imperiosamente este contacto directo con la naturaleza”, concluye el experto.
Lo primero: el interés del niño
“Para mantener el interés de los niños durante las caminatas, es recomendable elegir rutas que ofrezcan atractivos naturales pensados para su curiosidad: avistamiento de aves coloridas, presencia de animales silvestres, flores de formas llamativas o pequeños hongos escondidos entre la vegetación. Estos “puntos de descubrimiento” funcionan como recompensas durante el recorrido y aportan una dosis de sorpresa que los cautiva y motiva a seguir explorando", dijo el experto
Al mismo tiempo, es importante transmitirles que la experiencia no consiste simplemente en buscar distracciones constantes o estímulos cada pocos segundos. Parte fundamental del senderismo radica en desarrollar la capacidad de contemplación y apreciar el valor del silencio en la naturaleza. A los niños lo importante es enseñarles a disfrutar del proceso mismo de caminar, de la sensación de avanzar por un sendero, y del placer de compartir ese tiempo de calidad con sus acompañantes.
Estas son algunas recomendaciones clave:
- Usar un lenguaje evocador: Sustituya términos como “caminata” o “excursión” por palabras que despierten la imaginación, como “aventura”, “exploración” o “misión especial”. Estas expresiones generan curiosidad y les dan a los niños una sensación de propósito, anticipación y control sobre la actividad.
- Involucrarlos en la planificación: Permítales participar en la elección del destino. Cuando los niños tienen voz en la decisión, desarrollan un mayor sentido de pertenencia y entusiasmo. Aunque su elección no siempre coincida con la del adulto, conectar con sus intereses naturales transforma la salida en una extensión de su curiosidad.
- Fomentar el juego imaginativo: El entorno natural es un escenario ideal para que los niños inventen historias. Un árbol puede convertirse en una casa secreta, una piedra en un tesoro escondido, o un camino en la ruta de los dinosaurios. Esta dimensión lúdica fortalece su conexión emocional con la naturaleza, al tiempo que estimula habilidades cognitivas, sociales y creativas.
- Incluir juegos estructurados durante la caminata: Actividades como “Veo, veo”, escondite o juegos por equipos adaptados al entorno mantienen el interés y ayudan a avanzar en el recorrido. Estos juegos no son simples distracciones: estimulan la observación, orientación espacial y la interacción social.
- Buscar equilibrio entre estructura y libertad: Las experiencias más enriquecedoras combinan momentos guiados con espacios para el descubrimiento espontáneo. Es en ese equilibrio donde los niños desarrollan competencias concretas sobre el entorno natural y, al mismo tiempo, una relación personal y significativa con la naturaleza. Los niños responden positivamente cuando se les motiva haciéndoles sentir bien durante estas experiencias.
“En última instancia, el objetivo no es simplemente completar una ruta, sino cultivar el asombro ante lo cotidiano, fomentar la autonomía y sembrar una relación duradera con el mundo natural, basada en el respeto, la curiosidad y el disfrute. Esta combinación equilibrada entre momentos de descubrimiento y periodos de contemplación permite que los niños desarrollen una relación más profunda y significativa con la naturaleza, aprendiendo tanto a maravillarse con sus tesoros como a apreciar su serena presencia”, puntualizó el experto.
De hecho, al anunciar una próxima salida, resulta especialmente valioso construir una narrativa rica en imágenes sensoriales, como por ejemplo: “Visitaremos una laguna fascinante donde podremos observar aves, descubrir formas en las nubes y compartir un momento especial en un entorno lleno de maravillas.” Este tipo de relato anticipado no solo despierta la curiosidad, sino que siembra expectativas positivas que acompañarán y enriquecerán la vivencia desde el inicio.
Elementos para llevar a un niño a hacer senderismo
"Para llevar a un niño o niña a actividades al aire libre, el equipamiento debe ser similar al que utilizaría un adulto, especialmente cuando se trata de protección contra los elementos naturales. Es fundamental estar bien preparados para garantizar seguridad y bienestar durante la actividad", contó Avellaneda.
Elementos esenciales de equipamiento:
- Chaquetas impermeables y transpirables: que protejan del frío, la lluvia y el viento.
- Ropa adecuada: vestuario que permita regular la temperatura corporal según el clima del lugar.
- Botas con buena adherencia: fundamentales para evitar resbalones y garantizar estabilidad.
- Morral pequeño: ideal para que el niño lleve sus propios objetos esenciales, como agua o una prenda ligera.
- Cambio de ropa: llevar una muda adicional en caso de que se moje o sienta frío.
Además del equipamiento, es clave que un adulto acompañante —padre, madre o tutor— brinde una guía constante y esté atento a las condiciones del entorno. Se deben considerar factores como el frío, el calor, la lluvia o el viento, y contar siempre con un plan B en caso de que el clima cambie inesperadamente.
Recomendaciones adicionales:
- Evite situaciones extremas: no se trata de exponer al menor a condiciones intensas de frío o calor, sino de asegurar una experiencia agradable y segura.
- Progresividad: iniciar con recorridos suaves y de corta duración, y aumentar el nivel de exigencia gradualmente.
- Atención constante: observar señales de incomodidad o cansancio en el niño, y estar preparados para responder rápidamente.
“Ojo, como guías y tutores en procesos de educación ambiental y actividades al aire libre, tenemos la responsabilidad fundamental de estudiar detalladamente las rutas que recorreremos con los niños. Este conocimiento profundo del terreno proporciona tranquilidad a las instituciones educativas, garantizando que los entornos seleccionados sean seguros y no expongan a los participantes a riesgos innecesarios. La seguridad constituye la base sobre la cual construimos experiencias significativas, respetando tanto las preocupaciones legítimas de padres y autoridades como el cumplimiento de las normativas establecidas", señaló el experto.
Menciona además, que la preparación adecuada para realizar senderismo con niños requiere asumir con responsabilidad que los entornos naturales presentan variables que no siempre pueden controlarse. Por ello, es fundamental contar con un plan de contingencia bien estructurado y una serie de competencias que garanticen una experiencia segura y adaptable. Entre los aspectos esenciales se encuentran:
- Capacitación en primeros auxilios: Permite actuar de manera rápida y eficaz ante accidentes o malestares imprevistos.
- Protocolos de seguridad claros: Facilitan la toma de decisiones y reducen los riesgos ante situaciones adversas.
- Sistemas de comunicación efectivos: Son clave para mantenerse en contacto, especialmente en zonas con señal limitada o nula.
- Recursos de apoyo disponibles: Como botiquín, mapas, ropa adecuada y provisiones, que brindan respaldo ante imprevistos.
“Sin embargo, debemos cuestionar críticamente la tendencia hacia la sobreprotección excesiva. Esta actitud, aunque bien intencionada, puede privar a los niños de experiencias formativas esenciales. Permitir que los pequeños se ensucien con barro, cometan errores controlados o enfrenten pequeños desafíos dentro de un ambiente seguro constituye una parte vital de su desarrollo. Estas situaciones aparentemente desordenadas representan oportunidades invaluables de aprendizaje donde los niños desarrollan resiliencia, adaptabilidad y confianza en sus propias capacidades”, aseguró.
Recomendaciones prácticas:
- Adaptar el recorrido al ritmo y capacidades de los niños: Es aconsejable iniciar con senderos planos y sencillos, permitiendo pausas frecuentes para explorar, observar el paisaje o examinar elementos naturales. Establecer metas atractivas —como llegar a una cascada o recolectar hojas, piedras o semillas— contribuye a mantener el interés durante el recorrido.
- Preparar el equipamiento adecuado: La mochila debe incluir artículos esenciales como linterna, prismáticos, calzado cómodo previamente usado, calcetines de repuesto, una toalla pequeña, cantimplora, silbatos de seguridad, ropa adecuada al clima, gorra, gafas de sol, protector solar y un botiquín básico.
- Garantizar una buena alimentación e hidratación: Se recomienda llevar agua en cantidad suficiente y alimentos nutritivos, incluso para trayectos breves, en previsión de cualquier imprevisto. Realizar paradas estratégicas permite reponer energías y enseñar a los niños a reconocer las señales de su propio cuerpo.
- Realizar ejercicios cardiovasculares sencillos antes de comenzar: Actividades como trotar en el lugar, saltos suaves o estiramientos dinámicos ayudan a activar el cuerpo de los niños, mejorar su ritmo cardiaco y prepararlos para la caminata, favoreciendo así su resistencia y bienestar durante el sendero. Además, es ideal que los niños practiquen regularmente alguna actividad física como fútbol, juegos al aire libre, bicicleta o natación, ya que esto fortalece su condición física y facilita que mantengan el ritmo durante el senderismo.
- Fomentar la conciencia ambiental desde temprana edad: Es fundamental transmitir el respeto por la naturaleza, enseñar la correcta gestión de residuos y sensibilizar sobre la protección de especies. Involucrar a los niños en decisiones sencillas, como llevar su propia mochila, interpretar un mapa o elegir la ruta, fortalece su sentido de responsabilidad. Alternar entre distintos entornos —como lagos, bosques, montaña o litoral— enriquece su comprensión del entorno natural.
“Antes de salir a caminar, es importante que los adultos se preparen bien. La conexión real entre los niños y la naturaleza empieza mucho antes de llegar al sendero. Prepararlos no es solo organizar lo necesario, sino también despertar su curiosidad y emoción. Esto se puede lograr con historias, libros ilustrados y charlas que animen su imaginación. Cuando conocemos qué les interesa sobre la naturaleza, podemos hacer que la experiencia sea mucho más especial para ellos. Estas preparaciones vienen de nuestras propias experiencias de infancia, cuando explorar espacios abiertos nos hacía sentir libres y dejaba recuerdos muy fuertes que no se olvidan con palabras.”
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