Alfabetizar financieramente: un imperativo de la educación

Los conocimientos en finanzas han estado históricamente reservados para quienes deciden enfocar su profesión en carreras afines a la teoría financiera, olvidando su importancia en la vida diaria.

Juan Pablo Rodríguez Neira*
16 de junio de 2019 - 02:26 p. m.
Getty Images
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¿Dónde está el ahorro? ¿Por qué gastamos más de lo que recibimos? ¿Qué pasa si me quedo sin trabajo? ¿Cómo y en qué debo invertir? ¿Tengo recursos suficientes para gozar de un buen retiro? Son preguntas que muchas personas se hacen todos los días y la respuesta no es clara, pues siempre ha pesado más el miedo por las finanzas que la tranquilidad de saber que estamos manejando correctamente nuestros recursos con el único objetivo de crear unas condiciones adecuadas de vida y de futuro.

Los conocimientos en finanzas han sido reservados históricamente para aquellos que deciden enfocar su profesión en carreras afines a la teoría financiera, olvidando la importancia de este conocimiento como herramienta primordial para la construcción, el seguimiento y la evaluación del proyecto de vida personal, apalancando el cumplimiento de las metas personales a través de una planeación que aporta a la tranquilidad personal y una reducción significativa del estrés.

La educación financiera debería ser una materia obligada en los currículos de formación de todas las instituciones educativas, sin importar su nivel, democratizando el conocimiento financiero como pilar fundamental para la generación de mejores condiciones de vida para la población. Sin embargo, tristemente no lo es.

Como experto y docente en finanzas he tenido la oportunidad de apoyar procesos de aprendizaje de personas de todos los niveles. Con gran satisfacción veo cómo la transmisión de conceptos financieros les permite a los alumnos ampliar la perspectiva y romper el paradigma sobre la presunta dificultad de la materia, abriéndoles los ojos a un mundo que, sustentado en una planeación financiera y la construcción y el seguimiento de presupuestos, les permite evidenciar que sí es posible cumplir sus objetivos de manera sencilla y sin la necesidad de altas preparaciones técnicas.

Debemos enfocar los esfuerzos en formar a los colombianos en educación financiera. Este conocimiento es vital para poder construir un ecosistema balanceado en el cual cualquier ciudadano pueda entender realmente cuánto está desembolsando en costos de deuda o cómo —en muchos casos— puede revertir la realidad de estar trabajando y enfocando gran parte de sus ingresos para el beneficio económico de las instituciones financieras, priorizando su gestión financiera hacia la construcción de su bienestar y el de su grupo familiar.

Conceptos como el ahorro, el presupuesto familiar, la construcción de patrimonio y el retiro no deben ser exclusivos de los estratos socioeconómicos de altos ingresos. Si se entregara a la población este conocimiento de manera fundamentada y transversal desde la infancia, se le permitiría aportar al crecimiento de un país de manera equilibrada y coherente.

La Organización Mundial de la Salud establece que “el bienestar mental es un componente fundamental de la definición de salud (...) La buena salud mental hace posible que las personas materialicen su potencial, superen el estrés normal de vida, trabajen de forma productiva y hagan aportaciones a su comunidad”.

Aunque no lo creamos, uno de los factores de mayor estrés para la población, como lo ponen en evidencia muchas organizaciones en los ejercicios de aplicación de la batería de riesgos psicosociales a sus empleados, corresponde a los aspectos financieros causados por déficits familiares y altos niveles de endeudamiento. Estas consecuencias habrían podido evitarse si alfabetizáramos financieramente a la población, impactando de manera positiva en la construcción de condiciones emocionales que incrementarían el desempeño de los empleados sin importar su función dentro de la organización.

Alfabetizar financieramente es enseñar la coherencia que debe existir entre la fuente de los recursos y el uso de los mismos. Este concepto no lo aplica la población en general, hecho que se evidencia cuando adquirimos bienes o servicios de consumo a corto plazo con recursos de mediano o inclusive de largo plazo. Ejemplo de ello es cuando adquirimos una deuda para realizar un viaje de placer de unos pocos días, pero terminamos pagando cuotas por un período largo. Esto produce un sobrecosto importante por los intereses bancarios, reduce nuestro presupuesto futuro y, por ende, pone en riesgo la sostenibilidad. Lo coherente es realizar una planeación de ahorro para el viaje, sin generar costos financieros para conseguir el mismo objetivo.

En conclusión, si queremos evolucionar como país debemos implementar estrategias de educación formal y no formal de manera universal a toda la población en los conceptos financieros básicos. Finanzas debería ser una matemática obligada en las competencias de cualquier colombiano, ya que la pobreza no está asociada a la cantidad de dinero que reciben las familias, sino al manejo equilibrado y organizado que le dan al mismo.

 CEO Dos Búhos Consultoría Estratégica / Docente del CESA.

Por Juan Pablo Rodríguez Neira*

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