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Alma de héroes

Los rescatistas colombianos que fueron a Haití han entrenado por más de 10 años para resistir el hambre, el cansancio y la tristeza.

Mariana Suárez Rueda
23 de enero de 2010 - 09:00 p. m.

Durante los ocho días que estuvo en Haití, Enrique Alejandro Perea nunca entró al baño. La falta de comida, la adrenalina y las extenuantes jornadas de rescate y remoción de escombros ni siquiera le permitieron satisfacer sus necesidades fisiológicas más primarias. En estos cinco días que lleva en Bogotá no ha dejado de tener pesadillas ni de recordar el olor a muerte y las dantescas escenas que vio en las calles de Puerto Príncipe.

Sin embargo, ni el cansancio ni la tristeza lograron vencerlo durante el tiempo que permaneció en la isla. Su mente y cuerpo se han entrenado por más de 20 años para soportar este tipo de tragedias. Su vocación de servicio y deseo de pertenecer a la Defensa Civil Colombiana nacieron después de Armero. Este hombre de 48 años de edad, canoso y de rostro amable, ayudó a los sobrevivientes de la avalancha cuando tan sólo tenía 23 años.

Los ojos de Omaira Sánchez, la niña que permaneció atrapada entre el lodo durante 60 horas hasta fallecer, permanecerán en su memoria para siempre. Al igual que los rostros de las víctimas del terremoto de Armenia, la imagen de los restos del bus del colegio Agustiniano Norte que se accidentó en Bogotá y la nube de humo que cubrió el Club El Nogal después del atentado de hace siete años.

Perea, junto con los más de cien mil voluntarios de la Defensa Civil y la Cruz Roja de nuestro país, ha tenido que aprender a contener sus emociones, a resistir el hambre, el sueño y el dolor; a estar lejos de su familia y a perder el miedo de no volver a verla cada vez que parte hacia una misión. Toda esta fortaleza y disciplina son fruto de la vocación de servicio y con el tiempo se van fortaleciendo mediante los exigentes entrenamientos físicos y mentales que reciben los socorristas.

Édisson Ayala, otro de los rescatistas de la Defensa Civil que estuvieron en Haití, asegura que en una emergencia son capaces de hacer cosas increíbles con tal de salvar una vida. Con los ojos aguados, este enfermero de 30 años recuerda que decidió convertirse en voluntario por su mamá. “Tenía cinco años cuando vi por televisión la tragedia de Armero. Le pregunté a mi madre qué podíamos hacer y ella me contestó que creciera y los ayudara. Y así lo estoy haciendo”.

Ayala ha aprendido a sobrevivir en situaciones extremas, a sacar agua abriendo un hueco en la tierra, a permanecer despierto durante días y a contener las lágrimas. La meditación y la oración lo han ayudado a fortalecer su cuerpo, su mente y su espíritu. De hecho, lo primero que empacó cuando le avisaron que viajaría a Haití fue la Biblia. Ayala cuenta que lo más difícil es soportar la sed. “Sentimos tantas ganas de tomar agua, que si nos ponen una hamburguesa doble carne al frente, la cambiamos por un vaso con líquido”.

Profesión: rescatista

No cualquier persona puede convertirse en voluntario para socorrer a las víctimas de un desastre natural, accidente o atentado. Además de ser fuerte física y mentalmente, debe tener familia. “De lo contrario —confiesa Enrique Alejandro Perea— no tendríamos por qué regresar”. Muchos de los rescatistas combinan los entrenamientos que les dictan en sus instituciones con ejercicios de concentración, que les ayudan a ignorar sus emociones y necesidades fisiológicas en una emergencia.

César Echenique, uno de los miembros de la misión de la Cruz Roja que acaba de llegar de Haití, reconoce que es necesario tener buen estado físico. Durante el viaje, él y sus compañeros tuvieron que cargar morrales que pesaban entre 25 y 47 kilos. “Ahí tenemos el equipo, la ropa, el agua y el saco de dormir”. Este comunicador  social también confiesa que durante una emergencia su mente se mantiene concentrada y es luego, cuando regresan a descansar, que comienzan a revivir y a sentir una mezcla de emociones por todo lo que vieron.

Los días que permanecieron en la isla, Echenique cuenta que tuvieron que dividirse en turnos para poder descansar. Sin embargo, los gritos de auxilio los obligaban a permanecer despiertos. “Uno no se quiere acostar, sino seguir ayudando a la gente, salvando vidas”, cuenta Diego Ortiz, un joven médico de la Defensa Civil que también acaba de regresar de Puerto Príncipe. A pesar de que muchos de estos voluntarios son médicos y enfermeros, la gran mayoría fuma buscando desestresarse, engañar el hambre y calmar la ansiedad.

Desafortunadamente, ni el cigarrillo ni los entrenamientos físicos y mentales evitan que algunos sufran de síndrome de estrés postraumático. José Posada, psiquiatra y asesor en salud mental del Ministerio de Protección Social, explica que el desarrollo de este trastorno depende de la personalidad de cada rescatista y de lo impactante que sea lo que observó en la zona de desastre.

Aunque muchos pacientes tardan años en recuperarse e incluso deben abandonar su profesión, Posada asegura que cerca del 50% responde al tratamiento en cuestión de meses. Lo importante es que reciban atención médica a tiempo y que su familia los apoye durante el proceso.

En medio de los abrazos y aplausos que recibieron los voluntarios de la Cruz Roja y la Defensa Civil que regresaron a Bogotá esta semana, se esconde la tristeza de un grupo de colombianos que quiso haber salvado más vidas. Flacos, con los rostros quemados, los labios ampollados y su mente todavía en Haití, estos hombres y mujeres reciben nuevamente su entrenamiento, asesoría psicológica y mucho amor por parte de sus familias para recuperar los alientos y el entusiasmo y poder salir fortalecidos a su próxima misión.

Qué se necesita para ser rescatista

Vocación, fortaleza, estar entre los 15 y 45 años de edad, aptitudes físicas y un inmenso deseo por ayudar a los demás son las principales características que debe tener una persona que quiera convertirse en voluntario de la Defensa Civil o la Cruz Roja.


El paso siguiente para ingresar es presentar una constancia médica que certifique que no se tienen problemas de salud, un carné que lo acredite como afiliado a un sistema de seguridad social y una carta de recomendación de algún miembro de la entidad a la cual se quiere pertenecer. Por razones de seguridad este último requisito es uno de los más importantes.

Ningún voluntario recibe remuneración por su trabajo, pero sí se le entrega a cada uno un seguro de vida en caso de accidente o de muerte. Tanto la Defensa Civil como la Cruz Roja tienen programas dirigidos a niños y jóvenes para incentivar la formación de nuevos voluntarios.

Desahogarse, la mejor terapia

Durante toda la tarde de este viernes, los 18 voluntarios de la Cruz Roja que llegaron de Haití se reunieron con las psicólogas del grupo de apoyo de la entidad para hablar sobre su experiencia y realizar una especie de catarsis que les permitiera recobrar las fuerzas y el ánimo para su próxima misión.

En entrevista con El Espectador, las terapeutas Maritza Bejarano, María Teresa Gómez, Zulma Garzón y Mireya Gutiérrez, encargadas de reconfortar a este grupo de colombianos, explicaron qué tanto se ve afectada su mente por esta experiencia y los riesgos que existen de que alguno de los rescatistas sufra de síndrome de estrés postraumático.

¿En qué consiste la atención que reciben los voluntarios después de llegar de una zona de desastre?

Primero, hay un acercamiento por parte de nosotras que les permite empezar a reconocer sus emociones. Dentro de las 24 a 48 horas siguientes a su llegada se hace un procedimiento llamado debriefing, que busca ayudarlos a manifestar sus sentimientos y respuestas fisiológicas para resignificarlas como una experiencia normal y poder retornar a su vida cotidiana.

¿Es común que sufran de estrés postraumático?

La probabilidad es nula, teniendo en cuenta que son equipos estructurados por la formación que han recibido, por las experiencias previas, el seguimiento en salud mental que se les hace permanentemente y el apoyo de la Cruz Roja y sus familias.

¿Qué síntomas permiten detectar la aparición de este trastorno?

El estrés es normal durante la primera etapa de reanudación de actividades cotidianas. Cuando se empiezan a presentar signos como trastornos del sueño, falta de apetito, dificultades en las relaciones interpersonales y que todo esto les implique desadaptación en su desempeño social, familiar y laboral durante más de tres semanas, quiere decir que están sufriendo de estrés postraumático.

¿Es necesario utilizar medicamentos?

Hasta el momento no hemos tenido ningún caso.

¿Las pesadillas y el insomnio son comunes en los socorristas?

Al principio sí, pero se espera que esto pase con el apoyo de su familia, de la Cruz Roja y cuando vuelvan a sentir la percepción de control en sus vidas.

¿Qué tan valioso es el papel de las familias?

Es fundamental, porque éstas les proveen un vínculo afectivo y  son el motivo de su retorno. Sin embargo, existen algunas que se resisten a respaldar la labor del rescatista afectando su desempeño.

Por Mariana Suárez Rueda

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