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Tanto en el arca de Noé como en el resurgimiento económico de la Europa de posguerra, la humanidad elige preservar la vida: salvar una pareja de todas y cada una de las especies de animales que existían o realizar ensayos de cooperación económica para evitar una tercera guerra.
Hoy, la humanidad en general y nosotros los colombianos, en particular, tenemos un dilema: salvar la vida como en el diluvio o conservar la productividad como en la posguerra o mejor trascender esta falsa alternativa y aceptar que la pandemia es una experiencia que, a todos por igual, nos muestra la propia ignorancia, nos sacude para elevar nuestra conciencia y entonces aprender y evolucionar, impulsándonos a encontrar una alternativa en que la vida no se sacrifique por la productividad y la sostenibilidad económica asegure, como en el arca de Noé, la supervivencia de las especies.
Es simple: si la elegimos como nuestra maestra, tenemos la oportunidad de crear maneras de convivir más cooperativas y abundantes para todos; en cambio, si la adoptamos como un enemigo le aplicaremos nuestras consabidas costumbres de competir y eliminar.
Al entenderla como un enemigo desencadenaremos una inmensa fuerza destructiva, liberaremos nuestro potencial demoledor de odios y ansiedades, para ser fieles a nuestros más primitivos modelos de análisis y encontrar un culpable a quien eliminar.
Sucede que podemos escoger como chivo expiatorio a un médico que va por la calle, lo apedreamos e ignoramos su valor frente a su misión de atender e investigar el COVID-19. O aceptamos una teoría de conspiración acerca de la pandemia que nos convierta a todos en víctimas de un villano oriental que habrá que arrasar para volver a estar como antes.
Buscar al enemigo y arrasarlo es una ingenua solución ancestral, pero desde la ignorancia se piensa que es más importante que asumir la responsabilidad de encontrar alternativas para trascender el dilema y menos urgente que examinar las realidades que la calamidad evidencia.
Nuestros sistemas sociales, local y global, acusan una injusticia socioeconómica que convierte a muchos en incapaces de sobrevivir autónomamente y a unos pocos en privilegiados sin responsabilidad social.
A los colombianos nos ha puesto de frente a nuestra gran injusticia social, a una corrupción inimaginables, a ciudadanos comunes y corrientes que consideran la violencia como un camino para resolver el dilema COVID-19 o hambre.
Optemos por aceptar la pandemia como una maestra que nos invita a trascender el falso dilema y abandonemos el irrespeto a la vida y la tolerancia ante la injusticia social.