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Hoy la invitación es a buscar y encontrar optimismo en los pequeños signos que nos ofrece cada día. Como dicen las abuelas: “mijito, al mal tiempo buena cara”. Mi abuelo paterno, gozetas de la vida e irónico, me llamaba la atención por el ceño fruncido: “No pierdas la dulzura de tu carácter”. La gracia es no forzar el buen humor sino descubrir qué nos lo produce y aprovechar esos momentos. ¿Un saludo de buenos días? ¿Llamar a un ser querido? ¿El silencio de la mañana? ¿Un buen café? ¿Un abrazo? ¿Abrir la ventana y sentir el viento? ¿Ver árboles? ¿Oír el trino de un pájaro -no de Twitter, por favor-? ¿Ver el sol? ¿Jugar con mi mascota? ¿Ver llover? ¿Leer? ¿Oír música? ¿Hacer ejercicio? ¿Cocinar?
Sé que hay días que amanecemos sin ánimo, más en estos tiempos de incertidumbre. Pero no olvidemos que a partir de muchos detalles podemos hacernos un día amable. El éxito de esta terapia nace en el cerebro de cada cual y con razón se dice que los más inteligentes tienden a tener mejor sentido del humor, porque saben cuándo callar, cuándo plantear mejor una charla o hacer un comentario adecuado, incluso recurrir al humor negro hasta el sarcasmo. No necesitamos que nos cuenten chistes o reír a carcajadas todo el tiempo, a veces nos basta con una mirada, un guiño, una sonrisa, un gesto de solidaridad, para que se nos arregle la jornada. (Recomendamos más de esta serie: El coronavirus y una vida más casera).
Quiero inspirarlos con los consejos del libro que para mí contiene el mejor tratado sobre este tema: Así habló Zaratustra. Es la esencia del pensamiento filosófico del alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900). Más que en clave existencialista, lo leo con el espíritu de lo que él llamaba “autosuperación”, que va de lo individual a lo colectivo:
1. “Procura estar de buen humor, le respondió Zaratustra, como lo estoy yo. Permanece fiel a tu costumbre, hombre excelente, muele tu grano, bebe tu agua, alaba tu cocina: ¡si esta es la que te pone alegre!”.
2. “Todo lo sensible en mí sufre y se encuentra en prisiones: pero mi querer viene siempre a mí como mi liberador y portador de alegría”.
3. “Voluntad, así se llama el libertador y el portador de alegría: ¡esto es lo que yo les he enseñado, amigos míos!”.
4. “Diez veces tienes que superarte a tí mismo durante el día: esto produce una fatiga buena y es adormidera del alma. Diez veces tienes que volver a reconciliarte contigo mismo; pues la superación es amargura, y mal duerme el que no se ha reconciliado”.
5. “Diez verdades tienes que encontrar durante el día: de otro modo, sigues buscando la verdad durante la noche, y tu alma ha quedado hambrienta”.
6. “Diez veces tienes que reír durante el día, y regocijarte: de lo contrario, el estómago, ese padre de la tribulación, te molesta en la noche”.
7. “¿Quién de ustedes puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida”.
8. “El valor que ahuyenta los fantasmas se crea sus propios duendes, el valor quiere reír. Su secreto es reír, reírse de sí mismo”.
9. “Juntos aprendimos todo; juntos aprendimos a ascender por encima de nosotros hacia nosotros mismos, y a sonreír sin nubes”.
10. “De sus sombríos sabios les mandé reírse, y de todo el que alguna vez se hubiera posado, para hacer advertencias, sobre el árbol de la vida como un negro espantajo”.
11. “¡Levantad vuestros corazones!, ustedes buenos bailarines, ¡arriba!, ¡más arriba! ¡Y no me olviden tampoco el buen reír!”.
12. “¿Es que él no encontró en la tierra motivos para reír? Lo que ocurrió es que buscó mal. Incluso un niño encuentra aquí motivos”.
Friedrich Nietzsche advertía que hay que aprovechar los efímeros momentos de felicidad, porque no hay épocas felices. Hagámosle caso a Federico.
@NelsonFredyPadi / npadilla @elespectador.com
* Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus.