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El debate ético detrás de la clonación

Aunque el hallazgo podría conducir al eficaz tratamiento enfermedades como el Parkinson y la diabetes, a la comunidad científica le preocupan los usos que puedan darle en genética, como clonar a seres humanos.

Redacción Vivir
17 de mayo de 2013 - 09:30 a. m.
Científicos de la Universidad y el Centro de Investigación Nacional de Primates de Oregon reprogramaron con éxito células de piel humana para convertirlas en células madre embrionarias capaces de transformar en cualquier otro tipo de célula en el cuerpo. / EFE
Científicos de la Universidad y el Centro de Investigación Nacional de Primates de Oregon reprogramaron con éxito células de piel humana para convertirlas en células madre embrionarias capaces de transformar en cualquier otro tipo de célula en el cuerpo. / EFE
Foto: EFE - OREGON HEALTH & SCIENCE UNIVERS

Horas después de que se conociera que un grupo de investigadores de la Universidad de Oregón logró realizar la primera clonación de células madre embrionarias con fines terapéuticos, el cardenal de Boston y responsable del Comité Provida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, Sean O’Malley, advirtió que la técnica “va en contra de la dignidad de las personas porque trata a los seres humanos como productos”.

Humberto Arboleda, médico genetista de la Universidad Nacional, explica que el descubrimiento de los científicos estadounidenses consiste básicamente en tomar una célula diferenciada (en este caso, de la piel), extraer su núcleo y ponerlo en un óvulo de una mujer que se ha retirado previamente de un útero. A partir de esta unión, surge un embrión que reprograma toda la información de la célula y ésta vuelve a su estado de célula madre, la cual tiene una importante aplicación: puede reproducir todos los tejidos del ser humano, tal y como ocurre durante el proceso de formación de un bebé en el cuerpo de la madre.

El gran avance, dice Arboleda, es que ahora se pueden clonar células madre en el laboratorio para el tratamiento de enfermedades, y, si se quiere, implantar el embrión en el útero de una mujer para formar a un ser genéticamente igual al donador de la célula que se unió al óvulo.

Al respecto, O’Malley, quien hizo la primera reacción oficial de la Iglesia católica frente a la noticia, asegura que “la clonación humana con cualquier propósito es incompatible con la responsabilidad moral de tratar a cada miembro de la familia humana como un don único de Dios, como una persona con su propia dignidad inherente”.

Clara Inés Vargas, decana de la facultad de Salud de la Universidad Industrial de Santander, dice que el avance tiene dos caras: “por un lado, es maravillosos pensar que a futuro pueden desarrollarse órganos y tejidos que puedan curar enfermedades, pero la otra cara indica que estas células madres, desde las que podrían desarrollarse cualquier tipo de órganos, nervios, tejidos y vida, abren una puerta con posibilidades infinitas frente a las que hay que tener cuidado y necesitan una exhaustiva legislación mundial”.

El aspecto que más preocupa a quienes critican este hallazgo es que se abran las puertas de la clonación humana. Pablo Arango, médico experto en bioética de la Universidad de La Sabana, afirma que “este experimento realmente parece ser una clonación similar a la de la oveja Dolly, que fue un fracaso porque envejeció muy joven. Por lo tanto, es riesgoso y no es la manera más digna de crear una vida humana”.
Pero el cardenal O’Malley va más allá y asegura que esta nueva técnica será utilizada por personas que quieren producir niños clonados como “copias” de otras personas. “Tanto si se utiliza para un fin (terapéutico) u otro, la clonación humana trata a los seres humanos como productos, fabricados a fin de satisfacer los deseos de la gente. Un avance técnico en la clonación humana no es el progreso de la humanidad, sino todo lo contrario”.

Los alcances de esta descubrimiento son tales que Clara Inés Vargas plantea que en un laboratorio se podría elaborar un corazón capaz de mantener con vida a un ser humano hasta por 300 años, o que los deportistas se intercambien órganos que les permitan ser más competitivos: “esto sería jugar a ser creadores de vida, jugar al doping genético, buscar quizá crear superhombres que habiten otros planetas. La curiosidad científica puede llegar hasta la posible creación de híbridos entre especies”.

Por ello, dice Arboleda, “tendrán que aparecer regulaciones y normas muy precisas para este nuevo hallazgo. Los científicos tendremos que poner límites claros porque las posibilidades de experimentación son inmensas”.

Por Redacción Vivir

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