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El fin de una incertidumbre

La actual crisis económica es el primer tema pendiente por resolver en la agenda de la Casa Blanca. El tema hipotecario y la recesión que se avecina, las prioridades del nuevo equipo económico de Washington.

César Ferrari*/ Especial para El Espectador
05 de noviembre de 2008 - 05:47 a. m.

Barack Obama ganó las elecciones presidenciales 2008 de los Estados Unidos. Fue el fin de una incertidumbre política; aunque el fin de la incertidumbre económica parezca distante. Ganó quien ofreció la mayor confianza para superar la crisis económica que agobia a los Estados Unidos y que se extiende por el mundo, la más grave desde la Gran Depresión.

Y ganó de una manera contundente, muy distinta a la cuestionada victoria del presidente George Bush hace 8 años que contradijo al voto popular. ¿Quién habría dicho entonces que ese comienzo acabaría años después en un desprestigio nacional y mundial no alcanzado por ningún presidente estadounidense?

Pareciera que la historia se repite. En 1932, un presidente Demócrata, paralítico como secuela de la polio, Franklin Delano Roosevelt, desplazó a un incompetente presidente republicano Herbert Hoover, quien a tres años de desatada la depresión mundial continuaba esperando que la economía se arreglara por sí sola. Esta vez, un nuevo presidente demócrata, en aparente desventaja por su raza, reemplazará a otro incompetente presidente republicano, quien acabó actuando en contra de su ideología ante una crisis que se vislumbra tan grave como la de entonces, aunque sus  partidarios se resistían a hacerlo y muchos continúan dudando sobre las acciones tomadas.

Con estas elecciones, seguramente por largo tiempo, los demócratas controlarán sin atenuantes la Cámara de Representantes y el Senado; al igual que durante la Gran Depresión y los años posteriores, la Cámara entre los años 1933-1945 y el Senado entre los años 1933-1947. Tal pareciera una sabia decisión del electorado, pues una crisis de la envergadura de la actual requiere políticas oportunas y graves que no admiten cuestionamientos de tipo ideológico o partidario.

En sus planes Obama consideraba un paquete fiscal por US$175 mil millones que incluía devolución de impuestos (como el paquete de mayo 2007) y construcción de infraestructura. Sin embargo, varios economistas y políticos consideran que dicho monto es insuficiente y que se requerirían alrededor de US$400 mil millones. Cualquiera de ellos, los montos requeridos más los previos, son de tal magnitud que su financiamiento, en gran medida por el resto del mundo, como hasta ahora, no será sencillo, más aún cuando Europa comienza a cuestionarlo.

Requerirá también apoyo para modificar el sistema impositivo. Obama ha propuesto reducir los impuestos a todos aquellos que “trabajan, pagan impuestos y ganan por debajo de US$200 mil al año y a aquellos que ganan por encima de US$250 mil una tasa menor que la que tenían en 1990”. Nuevamente, pareciera una situación complicada de afrontar en un contexto recesivo que requerirá un aumento contra-cíclico del gasto público, a menos que su decisión de finalizar la guerra en Irak implique una reducción significativa del gasto militar.

Y por más que sea un reclamo generalizado, deberá actuar con fuerza para imponerse sobre los intereses que harán todo lo posible para bloquear una nueva regulación financiera, contra la información asimétrica y otras prácticas no competitivas.

No anunció mayores propuestas para América Latina. No obstante, las mayores iniciativas al respecto han provenido de presidentes demócratas: John Kennedy y su Alianza para el Progreso y Bill Clinton y su Alianza para el Libre Comercio en las Américas. Probablemente, aparecerá una mezcla de ambas como respuesta a las emergencias de la crisis económica. La caída de los precios mundiales de los commodities, las menores remesas de inmigrantes y la reducción de los flujos de capitales y, por lo tanto, los menores ingresos de divisas, inducirán devaluaciones significativas de las monedas nacionales y recesiones internas, que durarán el tiempo que dure la crisis mundial.

Tal nueva propuesta así como las tradicionales estarán condicionadas, seguramente, por su preocupación y la del Partido Demócrata por los Derechos Humanos y los de los sindicalistas; preocupación que beneficiará a las sociedades civiles latinoamericanas.

Pero en donde la nueva orientación será evidente es en el tratamiento que deberá dar a las relaciones internacionales. La crisis económica, que europeos y chinos consideran derivada, con razón, de los errores estadounidenses, no le dará mucho margen de liderazgo. Con ello, deberá asumir un reto: recuperar, por lo menos, su confianza. En ese contexto, es muy probable que el multilateralismo cobre vigencia. Su menor arrogancia, frente a la que mostraba su antecesor, le dará mayores posibilidades de éxito.

* Ph.D. Profesor, Pontificia Universidad Javeriana

Por César Ferrari*/ Especial para El Espectador

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