El folclor en los villancicos

Debemos terminar con la idea de que por folclor colombiano se entiende todo lo que se relaciona con las “alpargatas, ruana, bambuco y pasillo con piano”.

Luis Antonio Escobar (Diciembre de 1960)
23 de diciembre de 2011 - 07:27 p. m.

El folclor, una vez llegado a centros universales y revestido con atuendos de moda, deja de poseer el candor, la originalidad, y pierde el sentido de expresión natural que debe concentrarlo, cuando se trata de algo auténtico. Y no es fobia contra el bambuco. Es simplemente una equivocación de términos. Todo lo que ya resuma una tendencia general, que pierde las cualidades intrínsecas de expresión, de lugar, se puede considerar con el término de música popular y en este caso colombiana. Entonces tenemos que admitir que lo que generalmente se escucha en las emisoras, pasillos, tocados en piano, bambucos, ejecutados hasta con violín, debe aceptarse como música colombiana popular pero en ningún caso folclor. Afortunadamente, los hermanos Zapata Olivella desenterraron muchas de las muestras verdaderamente folclóricas que contienen todas esas mezclas que traen los siglos, las razas, ambientes, idiomas y fuerzas exteriores, pero que al mismo tiempo se han convertido en el medio personal realzado y muchas veces ennoblecido para hacerlo valedero.

Aunque sea a título informativo, en esta ocasión deseo referirme a tres villancicos folclóricos del Chocó y en general de la región del Pacífico. Naturalmente no son conocidos, no están grabados y pocos aprecian las virtudes de estos trozos musicales que compendian tradición, mezclas y, sobre todo, autenticidad de expresión. El primero es el que podemos titular Velo qué bonito. Dice la letra:

Velo qué bonito

lo vienen bajando

San Antonio ya se va

San Antonio ya se va

Ro-Ri-Ro-Ra

Señora Santana (lo pronuncian seguido)

¿por qué llora el niño?

Por una manzana

que se le ha perdido.

La primera parte es sugerente de las tradicionales procesiones venidas de España y acostumbradas en nuestros pueblos en los que desfila el santo por la plaza y, en este caso, San Antonio, venerado por los negros. La segunda parte es de la tradición española y recordada en otros villancicos. Es fácil imaginar el coro de mujeres o de niños cantando en torno a la imagen de San Antonio o del Niño. En los pueblos de otras tradiciones, las procesiones están animadas por la banda de instrumentos de viento, que con sus pasodobles dan la clásica vuelta de plaza en medio del ruido de los cohetes. En el Chocó, y es costumbre en esa región, la danza no alcanza a ser contenida después de la procesión. Pero es que la danza para ellos tiene un significado de exaltación rítmica, un amor por el movimiento, es su más alta manifestación artística. Finalmente, en el villancico citado, atrae el uso de las sílabas, Ro-Ri-Ro-Ra —que bellamente reemplazan lo que en España y aquí se usa más bien con el Arru-rru-Arro-rró.

Otro villancico de verdadero valor folclórico es Réquiem el bombo, cuyas palabras se refieren a ambientes completamente regionales y con música también sugerente de danza. Los “intérpretes”, completamente concentrados, a veces dejan estallar su alegría por medio de modulaciones en la voz parecidas a gritos controlados. Otro villancico, éste sí de más sabor español y quizá guardado en esas regiones por varios siglos, es Los pastores vamos, pero que también guarda esas inflexiones melódicas y rítmicas que caracterizan el folclor del Chocó.

Existen, pues, verdaderos villancicos folclóricos aún no conocidos, de gran belleza y autenticidad. Naturalmente habría que escuchar estos villancicos para dar una explicación amplia, pero de todas maneras es importante que principiemos a valorar las muchas joyas folclóricas que aún siguen escondidas, a percatarnos de la necesidad de examinar y publicar lo que desgraciadamente puede perderse dentro de muy corto plazo.


Luis Antonio Escobar

Nació en Villapinzón (Cundinamarca) en 1925. Fue un versátil compositor y programador de radio y televisión. Destacado músico que además ejerció como conferencista, libretista y presentador de programas de divulgación musical, así como comentarista en periódicos y revistas, entre ellas ‘El Espectador’. Uno de los fundadores de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y cónsul de Colombia en Bonn (Alemania). Murió cuando era agregado cultural en Miami, en 1993.

Por Luis Antonio Escobar (Diciembre de 1960)

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