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El fútbol, un alivio para la enfermedad

José David sufre de parálisis cerebral desde que nació y ninguna medicina le había dado antes un bienestar similar al que experimentó cuando visitó por primera vez el estadio El Campín para alentar a su equipo.

Mariana Rolón Salazar
22 de enero de 2017 - 02:00 a. m.
La Fundación Sueños y Esperanzas de Santa Fe ayuda a niños con discapacidad. / Mauricio Alvarado
La Fundación Sueños y Esperanzas de Santa Fe ayuda a niños con discapacidad. / Mauricio Alvarado
Foto: MAURICIO ALVARADO
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“Era una situación de salud muy difícil, pasó de convulsionar cuatro veces por semana a no convulsionar”, cuenta Diana Cárdenas sobre su hijo José David, quien desde su nacimiento padece parálisis cerebral.

Luego de tener una experiencia negativa con una fundación donde le daban mal trato a su hijo, Diana decidió explorar nuevas alternativas que pudieran mejorar la calidad de vida de José, y fue ahí donde se topó, casualmente, con el fútbol y el presidente del equipo Santa Fe, César Pastrana.

De ahí en adelante José no sólo tuvo asegurada su entrada al estadio El Campín, sino también a tener una actitud diferente frente a la vida. Fue así como Diana decidió crear su propia fundación, con la colaboración de una amiga, para apoyar a personas en condición de discapacidad y promover valores fundamentales para la convivencia en el fútbol.

El resultado fue: Fundación Sueños y Esperanzas de Santa Fe, un escenario donde los jóvenes, que no presentan mejoría alguna con los médicos, medicamentos y centros de rehabilitación terapéutica tradicionales, pueden experimentar y compartir la pasión de un deporte. “Si eso se pudo con mi hijo, que tiene un diagnóstico muy fuerte, ¿por qué no se puede hacer por otras personas’”, se preguntó Diana.

Hoy Fundación Sueños y Esperanzas de Santa Fe cumple tres años desde su creación, reúne a 28 niños en condición de discapacidad, cinco familias y cerca de 700 niños de diferentes equipos que participan en varias actividades. A través de la campaña “La tapa hace la diferencia” logran recolectar fondos para comprarles regalos a los niños, planear viajes al interior del país -cuando el equipo juega en otras ciudades- y hacer visitas a los hospitales donde están los niños diagnosticados con cáncer, entre otras enfermedades.

Aunque reconocen que en tan poco tiempo han logrado trabajar en la salud emocional de los niños y han visto una significativa mejora en su salud, todavía les hace falta un patrocinio que les ayude económicamente para cubrir las demandas que tiene la fundación. Por ejemplo, sueñan con viajar al exterior con varios niños en silla de ruedas, ayudarlos en sus tratamientos médicos y adoptar rancherías en La Guajira para contrarrestar el impacto de la desnutrición en ese departamento. “Cada hinchada de este país puede adoptar una ranchería, pero hace falta voluntad”, aseguró Diana.

Además del factor económico, otro impedimento para visitar los estadios es la violencia entre equipos y la infraestructura de estos lugares. Les hace falta una mejor adecuación para personas en condición de discapacidad, dice Diana.

Más allá de los problemas estructurales de los estadios, otro asunto radica en la violencia sistemática presente en estos escenarios y los enfrentamientos entre las barras bravas. Por eso, ella cree que los niños son un actor fundamental para disminuir la violencia y construir una cultura pacífica alrededor del deporte.

“El golpe visual de ver a los niños en sillas de ruedas es fuerte, la gente se frena. Detrás de eso hay algo más grande que está enmarcado en un proyecto de conciencia ciudadana y de convivencia. Buscamos que nos dejemos de matar”, dice.

Para las creadoras de la Fundación Sueños y Esperanzas de Santa Fe, desde el fútbol se puede hacer revolución, pues a los pequeños en condición de discapacidad no hay que rehabilitarlos, “ellos rehabilitan sociedades, no son los que siempre necesitan ayuda, sino que tienen algo para aportar”, concluyó.

Por Mariana Rolón Salazar

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