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Al referirnos a la educación, en cualquiera de sus niveles, necesariamente ponemos la mirada en sus diversos actores. Uno de ellos, que ha tenido a lo largo del tiempo una gran importancia, es el de ser profesor. Tanto ha sido así, que sobre él ha recaído la responsabilidad de hacer posible la acción formativa que requieren las sociedades a través de personas con competencias y habilidades necesarias para el desarrollo de estas.
En las circunstancias actuales de nuestra historia, el papel del profesor va mucho más allá de enseñar y formar en los aspectos del conocimiento, desde su acción de guía y mediador del proceso de enseñanza-aprendizaje, ese desarrollo integral de la persona que está llamada a un servicio significativo en medio de las realidades concretas de la sociedad. La posición de líder educativo transformacional le exige al profesor ir configurando en su personalidad y en su acción profesional algunas características que pasan por su ser carismático, inspirador, empático, innovador, recursivo, decidido, positivo y empoderado, entre muchas, ya que hace parte de un equipo de trabajo que construye, motiva e inspira lo suficiente para lograr alcanzar las metas propuestas para el beneficio del mismo grupo y de la sociedad.
Las nuevas realidades que nos rodean y sus impactos han transformado los ambientes de aprendizaje y, por ende, los compromisos del profesor. Al final, también cambian las teorías y las prácticas pedagógicas. Los alumnos son diferentes, aprenden de manera distinta y poseen habilidades y talentos particulares. A esto se suma que, mediante sus dispositivos móviles, como celular, tableta o computador, tienen acceso instantáneo a cualquier tipo de información. Por este motivo, el profesor está llamado, en la medida de lo posible, a adaptar las orientaciones a las necesidades de cada estudiante. De esta manera, ellos se verán libres y motivados con respecto a sus tareas: se sentirán “dueños de su propio aprendizaje”.
Saber utilizar las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) es una competencia básica para la vida, al igual que la lectura, la escritura y las matemáticas. El profesor de hoy debe saber comunicar estos conocimientos a los alumnos, y para ello necesita aprenderlos por sí mismo. La buena noticia es que las nuevas herramientas y aplicaciones son cada vez de uso más intuitivo y amigable para el usuario, por lo que ya no es necesario ser un experto en informática para dominarlas.
Por eso es importante incluir en los planes de formación de los profesores el uso de las TIC y sus potencialidades en el proceso de enseñanza-aprendizaje para que puedan ser apropiadas de manera eficiente a su práctica pedagógica diaria. Experimentar con recursos y redes sociales que nunca se habían probado antes ayudará a los profesores a encontrar maneras innovadoras e interesantes de transmitir conocimientos e interactuar mejor con sus alumnos, quienes seguramente lo agradecerán.
Aquí cobra importancia lo que afirman algunos autores de la pedagogía moderna, los cuales proponen que los profesores cuenten con la experiencia directa de los conocimientos o de lo que socializarán con sus estudiantes, de esta forma se facilita el proceso de enseñanza-aprendizaje y será más significativo.
Todas estas prácticas pedagógicas lideradas por los profesores son las que se perfilan coherentes con el mundo de la sociedad del conocimiento y permiten que los alumnos estén mucho más centrados en su proceso de aprendizaje personal y colaborativo, que los lleva a desarrollar las competencias que el siglo XXI requiere. A partir de esto, podemos definir la competencia del liderazgo profesoral como el conjunto de conocimientos, técnicas de enseñanza y características personales que al compartirlas con sus estudiantes mejoran la calidad de su aprendizaje y les inspiran nuevos caminos de realización personal y social.
El mundo y Colombia necesitan más líderes profesores que motiven, brinden seguridad, ánimo, entusiasmo y optimismo a sus estudiantes, para que estos a su vez multipliquen estos sentimientos a sus pares, de manera que, en el camino de la formación para el liderazgo, logren hacer lo mismo y así estén a la altura de lo que la realidad y el mundo les exigen.