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El peso de la fama

La dolorosa y prematura partida de Lina Marulanda revivió el debate sobre las presiones que enfrentan quienes forman parte del mundo de la farándula.

Mariana Suárez Rueda
24 de abril de 2010 - 10:00 p. m.

La trágica muerte de la modelo y presentadora Lina Marulanda tiene a sus familiares, amigos y conocidos embargados por un profundo dolor. Nadie comprende aún por qué esta joven paisa, que aparentemente tenía todo lo que alguien puede desear (belleza, reconocimiento, talento), decidió tomar una decisión tan drástica con respecto a su vida. Amigos cercanos, como Alejandra Azcárate, reconocen que no se encontraba muy bien anímicamente, que insistía en estar sola y que últimamente lucía bastante delgada.

Guillermo Carvajal, un reconocido médico psicoanalista, ex presidente de la Federación Psicoanalítica de América Latina y quien desde hace más de 30 años atiende a pacientes con problemas de depresión y crisis emocionales, entre los que se encuentran reconocidas personalidades de la farándula y la política, confiesa que le sorprendió muchísimo la noticia de la muerte de Lina Marulanda, pues la veía como una mujer seria, nada superficial y aparentemente satisfecha con su vida.

Sin embargo, explica que la idea del suicidio en quienes están inmersos en un mundo protagonizado por las cámaras generalmente no se piensa con mucha antelación, sino que se produce como fruto de un acto impulsivo. Y agrega que es más fácil que este tipo de personas tomen una decisión extrema aunque de pronto no hayan manifestado signos de estar atravesando por una crisis emocional.

“El mundo de la farándula es el de la acción y sentirse sin salida en algún momento determinado puede llevarlos a quitarse la vida”. Para aclarar este punto, Carvajal acude al ejemplo del vocalista de Nirvana, Kurt Cobain, quien sin una razón aparente se disparó el 5 de abril de 1994, con tan sólo 27 años de edad y una promisoria carrera por delante. También menciona a Marilyn Monroe, que para él representa el paradigma de la tragedia de la belleza. Otras personalidades que gozaban de un gran reconocimiento debido a su profesión y talento, como Virginia Woolf, Frida Kahlo, Walter Benjamin, Sylvia Plath y Van Gogh, tomaron la misma determinación de ponerle fin a su existencia.

En muchos de los casos anteriores y de otros tantos que no han sido tan comentados por la opinión pública, la belleza fue una maldición, se convirtió en su gran tragedia, pues eran personas que sólo podían concebirse a sí mismas y valorarse de acuerdo con qué tan bien lucían en las portadas de las revistas o ante las cámaras de televisión o de fotografía. Su realidad eran las luces, el éxito y el reconocimiento.

En esta medida, asegura Carvajal, se vuelven seres extremadamente frágiles, incapaces de tolerar la frustración y vulnerables a tener horribles sensaciones como la de caer en un interminable vacío cada vez que creen haber perdido sus atributos y la capacidad de brillar. El riesgo de sufrir esta crisis emocional es mucho mayor en quienes ingresan más prematuramente al mundo del espectáculo.

¿De qué pueden quejarse las modelos, las actrices, los actores, escritores, artistas o presentadores cuando deciden asistir a psicoterapia, si aparentemente tienen todo lo humanamente deseable? “De que ya no los llaman para cuestiones de trabajo tanto como antes, de que han perdido su fama o se encuentran en dificultades económicas”, advierte Carvajal. Y confiesa que en muchos de estos casos resulta bastante complicado encontrar el mecanismo ideal para ayudarlos a salir de esta situación.

En primer lugar, porque acuden al consultorio con la idea de que necesitan que les receten tranquilizantes o medicinas para poder dormir y sentirse mejor anímicamente —que en últimas son sólo medios paliativos— y no parecen dispuestos a que se realice un trabajo profundo de psicoterapia mediante el cual hagan una introspección que les permita disociar lo laboral (que en estos casos estaría relacionado con el estrellato y la fama) de la vida personal.

Por otro lado, es posible que sean personas que cayeron en la trampa de la belleza y del exceso de superficialidad y en esta medida se hayan propuesto unos ideales inalcanzables que con el paso del tiempo, a menos que sean emocionalmente fuertes, los lleven a caer en la depresión o a una vivencia del fracaso total que los impulse a tomar una salida desesperada.

Gloria Sierra Uribe, psicóloga y tanatóloga de la Universidad Incca de Colombia, quien desde hace más de una década asiste a quienes han sufrido el suicidio de un ser querido, explica que son muchos los factores que pueden influir en el momento de tomar una determinación tan radical como la de quitarse la vida. Pero que en muchos  casos los problemas de pareja son uno de los detonantes principales, al igual que las dificultades financieras.

Lo más doloroso, asegura, lo viven las familias y amigos, que no logran dejar de sentirse atormentados hasta descifrar y comprender los motivos del suicidio. En caso de que la persona haya dejado una nota o carta, este proceso de duelo se puede sobrellevar de una mejor manera, aunque la nostalgia del ser amado que partió prematuramente nunca dejará de acompañarlos y de entristecerlos.

Noticias como la que sorprendió al país a las 11:30 de la mañana del pasado jueves, cuando se conoció la lamentable muerte de la querida presentadora y modelo Lina Marulanda, según Carvajal, es posible que inviten a la reflexión a quienes se encuentren deprimidos, desilusionados de la vida y en medio de una fuerte crisis existencial, o alerten a sus seres queridos para que busquen ayuda lo más pronto posible y eviten una tragedia. Pero esto, concluye el experto, “sólo se logrará en la medida en que estos sucesos no terminen convertidos en un motivo más de farandulería”.

Por Mariana Suárez Rueda

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