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En China la mujer campesina “vale menos que un pollo”

La falta de autoestima de ellas se incrementa con la preferencia social por los varones.

El Espectador
04 de marzo de 2009 - 07:56 a. m.

La mujer campesina "vale menos que un pollo" en la sociedad rural china, tradicional y anquilosada, donde es considerada un ser inferior y sin derechos, denunció Luo Zhaohong, presidenta del Centro de Educación Mujeres Rurales de Pekín, en la víspera del Día Internacional de la Mujer.

"Una campesina está en su casa y llaman a la puerta. Al abrir le preguntan si hay alguien e inmediatamente contesta que no", relata Luo, para explicar la falta de autoestima que sufren las mujeres rurales.

Luo nació en Shanghai y tenía 20 años cuando a causa de la Revolución Cultural china (1966-76) fue obligada, como tantos otros intelectuales, a vivir en el campo y a "reeducarse" entre los campesinos.

"Por aquel entonces no sabía nada sobre estas mujeres y su forma de vida. Pronto me di cuenta de lo dura que es su situación. No tienen oportunidades y valen menos que un pollo" , relata.

La falta de autoestima de las campesinas se incrementa con la preferencia social por los varones.

"Si una familia tiene un niño y una niña y sólo se puede permitir ofrecer estudios a uno, se le dará la oportunidad al varón y su hija se quedará trabajando en el campo para pagar los estudios de su hermano", explica.

Cada año se intentan quitar la vida millones de mujeres en China, principalmente en el campo, y lo consiguen 157.000, lo que convierte al país asiático en uno de los pocos del mundo donde se suicidan más mujeres que hombres.

Pero poco a poco la campesina va tomando conciencia de que existe otra vida. La mujer libre e independiente está ahí, en la otra China, una China moderna y que gracias a organismos como Mujeres Rurales, formar parte de ella se ha convertido en una realidad.

Esta organización no gubernamental, subvencionada por instituciones de caridad nacionales e internacionales, instruye a las campesinas, un gran porcentaje de ellas analfabetas, en diferentes sectores laborales.

El gran reto: educarlas para que formen parte de la vida política y que lleguen a representar cargos públicos en sus localidades, en el partido o en el Gobierno.

Bajo el lema "si te dan un fruta sólo se puede disfrutar una vez. Si te dan una semilla entonces la disfrutarás toda la vida" , les enseñan a sentirse ciudadanas con derecho a elegir, les inculcan que son iguales que los hombres y les hacen comprender que son personas.

El centro es un ir y venir de mujeres sonrientes ansiosas por aprender. A pesar de su juventud la presencia de intrusos no provoca risas, ni cuchicheos, ni mejillas enrojecidas. El ambiente está cargado de una profunda concentración y de un objetivo común: independizarse.

En el aula de música un grupo de treinta chicas repite una canción una y otra vez, y acompañan sus voces con la melodía de un teclado electrónico.

La canción cuenta la historia de una mujer que recorre los campos en busca de su amado. Porque no se trata de erradicar al hombre sino de enseñarles que fuera de los matrimonios concertados, hay relaciones de pareja donde la humillación de la mujer no existe y el respeto es una pieza fundamental de la felicidad conyugal, concluye Luo.

Por El Espectador

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