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Acercándome a los 20 años, a veces resultan rutinarios mis desplazamientos por una ciudad como Bogotá. Atiborrada de personas que vienen y van, otras que no tienen destino alguno. Sin embargo, cada una realiza un viaje distinto. Uno lleno de anécdotas que jamás serán iguales a las de ayer.
El clima y mi viaje
El clima es tan impreciso por estos tiempos; sobre todo en una ciudad como Bogotá. Muchas veces un sol radiante se asoma desde las 6 de la mañana. Pero, rondando las 8 de la mañana, nubes gigantescas se apoderan de su brillo y lo opacan por completo. De momento, empieza a llover despiadadamente.Como yo, hay muchos estudiantes a los que los imprevistos del clima no pueden ser excusa para no asistir a clases. Así que me alisto para emprender mi viaje hacia la universidad: cuadernos, una maleta, algo de comer para el camino y un refresco con pulpa de fruta de guayaba Del Valle Frutal. Al salir, me percato de todas las personas que huyen de la lluvia, de los trancones, de los tumultos en los buses, de las sombrillas que gotean a quienes están sentados. Otros escampan en los aleros de las tiendas, en las puertas de cualquier local. Otros más optan por hacer una fila inacabable en el paradero del SITP pese a la lluvia que no disminuye. Como yo.
Mi viaje en hora pico
Llegar a tiempo parece ser muy poco probable para todos los que esperan por un bus en hora ‘pico’. El tiempo de espera va corriendo. Ya no son 5 minutos, 20, 30. Yo sigo contando. Es una espera muy larga y rutinaria. Logro subirme a mi ruta. Aunque los vidrios están empañados, hace menos frío.Con suerte, es una hora de viaje, a veces una hora y media. Así que tengo el tiempo suficiente para adelantar un par de lecturas que no logré acabar. Distraerme en redes sociales y por qué no, tomarme un refresco con pulpa de fruta de guayaba ¿Por qué de guayaba?, porque me recuerda al que mi mamá solía empacarme de onces cuando estaba en el colegio. Y estando en ciudades distintas, ese delicioso sabor me da mucho alivio. Me hace sentirla más cerquita.
El bus poco a poco se va desocupando, algunas personas hablan con sus jefes y le explican su demora. No todos los rostros son amables en un viaje generalmente largo. La mayoría están aún mojados por la lluvia. Muchas veces, se nota la angustia. Otros están relajados: ¿qué más se puede hacer? Yo, me acerco a mi destino. Resta poco para llegar. Calculando mal, podría llegar a tiempo a clase.
Termino mi refresco con pulpa de fruta de guayaba Del Valle Frutal, saco unas galletas, porque no alcancé a desayunar. Uno de estudiante prefiere dormir 5 minuticos más que levantarse a preparar el desayuno.
Finalmente, llego a mi parada. Mi viaje ha terminado. Logro bajarme del bus sin mayor novedad. Le agradezco al conductor, porque después de tanto caos, su tolerancia me parece admirable. Miro el reloj, por suerte, aún tengo 5 minutos para llegar a tiempo. Agilizo mi paso, otros ya empiezan a correr. Esta vez mi clase no queda tan lejos del lugar de mi parada. Camino la séptima pensando si, en mi viaje de regreso, a eso de las 3 de la tarde, lloverá nuevamente.