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Es mucho más que ir de paseo

Cuando Emile, un joven francés de 31 años, va a los barrios marginales de Bogotá a construir casas para los menos favorecidos, los niños suelen bombardearlo con preguntas: “¿Los aviones franceses vuelan más alto?”, “¿cómo son los carros en Francia?”, “¿cierto que allá los edificios son muy grandes?”.

El Espectador
20 de agosto de 2008 - 09:26 p. m.

Él vino al país gracias a su novia, Anne, quien eligió a Colombia como destino para enseñar francés y así cumplir con la práctica profesional que le exige su universidad. Emile, ansioso de acompañarla, tocó puertas en varias ONG de Toulouse, su ciudad natal, buscando alternativas que lo unieran a Bogotá por medio de un trabajo social y así cumplir con dos objetivos: acompañar a su novia y hacer labores solidarias en zonas sumidas en la pobreza, algo que deseaba de tiempo atrás. Finalmente, no logró encontrar la oportunidad y llegó a la capital en abril pasado sin un plan diferente al de hacerle compañía a Anne.

Un viejo amigo colombiano lo contactó con Un Techo para mi país, una organización latinoamericana sin fines lucrativos que con el trabajo de jóvenes voluntarios se dedica a construir viviendas de emergencia en sectores pobres de países como Chile, Argentina, Colombia, Brasil y El Salvador, entre otros. La oportunidad que el francés esperaba.

Con el contacto establecido, Emile ayudó a construir casas en barrios marginales de Bogotá, en los sectores de Altos de Cazuca y Ciudad Bolívar. “La idea de llamar al trabajo social ‘turismo solidario’ puede ser indicada, porque en el caso europeo los muchachos buscan cosas que no tienen en sus países, pero es egoísta pensar en viajar con mentalidad turística cuando ayudar a las familias necesitadas es una labor difícil, que requiere mucho esfuerzo”, asegura Emile, quien está a menos de un mes de regresar a su país.

Diego Zamora, director social nacional de Un techo para mi país en Colombia, no está de acuerdo con que la organización sea entendida como una agencia de turismo solidario.

“Por supuesto, los jóvenes pueden visitar sitios que no conocen, y compartir con gente quizá de otra cultura. Conocer las zonas está dentro de los planes, pero el objetivo principal es ayudar a la comunidad que lo necesita. Se equivoca quien viaja en actitud pasiva como si se tratara de un paseo.

Es una forma de sacar a los jóvenes de su entorno para que contribuyan con un poco de responsabilidad social”, asegura Diego un poco preocupado porque se pueda malinterpretar la tarea de “Techo”, como él llama a la organización.

Por El Espectador

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