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Estadistas a manteles

Los mandatarios de las Américas discutieron los temas gruesos al ritmo de son cubano en vivo, los mejores platos a la carta y vista a las murallas de Cartagena.

Diego Alarcón Rozo/Enviado especial, Cartagena
14 de abril de 2012 - 11:00 p. m.

En el punto en el que la calle 33 desemboca en la Avenida Santander está el mar pero no hay playa, sólo son rocas. A la izquierda y lejos la ciudad se ve alta y blanca, porque hacia allá queda Bocagrande, y en lo alto resulta común por estos días ver algún helicóptero sobrevolando, una rutina más intensa desde que Barack Obama y Hillary Clinton aterrizaron en Cartagena. Su custodia ha sido detallada, nada de cercanías con los periodistas, escasas (escasísimas) entrevistas, hay lugar para muy pocos. También hay pocos lugares si se mira hacia la ciudad amurallada dando la espalda al mar, a unos 100 metros de la intersección, justo en la esquina de la Calle de la Artillería. En La Vitrola no hay mesas, no hay cupo. Quien entra lo hace hacia las nueve de la noche y sale, si la cena se extiende, a las cuatro de la mañana. Por estos días es mejor no intentarlo, todo está reservado.

Ahora la avanzada de seguridad del presidente de El Salvador, Mauricio Funes, sale por la puerta de la casona, que adentro es restaurante. Miembros de la Policía Nacional y la Armada acompañan al jefe de seguridad salvadoreño que ultima los preparativos. El restaurante es perfecto: la carta seduce, las murallas se ven muy bien y la ubicación es cómoda. Por demás que a espaldas del restaurante está la librería Forum y “a la esposa del señor presidente le gusta la literatura y quizá quiera comprar un libro”, dice el jefe —baja estatura, ceño fruncido, moreno, corte militar—. A la primera dama de El Salvador, Vanda Pignato, le gustan mucho los libros de Paulo Coelho.

El presidente Funes habrá estado en La Vitrola cuando la Cumbre de las Américas termine, después de hacer caso a las recomendaciones de la canciller María Ángela Holguín, quien para las delegaciones incluyó el restaurante en la lista de los imperdibles de Cartagena. Apenas en la noche del jueves los presidentes Juan Manuel Santos, Sebastián Piñera (Chile) y Felipe Calderón (México), salían del lugar a dar un corto paseo por el centro. Motivos de seguridad, señor presidente. Y salían con son cubano de fondo, en vivo, como todas las noches en La Vitrola. Lo cual resulta ser una ironía porque el son se escucha, pero Cuba no está en la cumbre, como en todas las seis cumbres de las Américas que ha habido desde 1994.

Tres presidentes y tres primeras damas en la saludable práctica de caminar después comer. Camarones a la hamaca (al ajillo sobre patacón) y mero del Román (en salsa de tamarindo y chile picante). El presidente de México comiendo chile picante en la misma mesa con el presidente de Chile. De postre un pie de coco. ¿Un mojito? No gracias.

El ambiente del restaurante es descrito como fantástico. En el marco de la cumbre eso es una metáfora de la región, con un momento económico boyante para estos tres países y mandatarios que en sus diferentes intervenciones hablan de la década de América Latina y del potencial de crecimiento como una isla en el mar de la crisis económica mundial. Atrás, como la librería Forum, quedaron las tensiones que se percibían hace poco en las relaciones de Colombia y sus vecinos.

Un vecino, el presidente Ricardo Martinelli de Panamá, era asiduo visitante de La Vitrola antes de llegar a ser jefe de Estado. En sus tiempos de empresario, viajaba en su avión a almorzar y cenar en el restaurante, para luego regresar a sus labores. La casona es una cumbre de empresarios constante, los negocios avanzan entre las mesas y los encuentros con celebridades son comunes. Por esa misma puerta que ahora custodian cuatro policías dispersos por la cuadra, han pasado cantantes como Shakira, escritores como Gabriel García Márquez, directores de cine como Mel Gibson, reyes como Sofía de España, actores como Charlie Sheen. Es una suerte de establecimiento del establecimiento, la India Catalina de la alta sociedad cartagenera, colombiana, de las Américas.

Mientras el jefe de seguridad del presidente Funes revisa los detalles, enfrente del restaurante una camioneta aguarda por la salida del presidente del Congreso colombiano, Armando Benedetti. Almorzó y acudió a la ciudad que recibe la cumbre y que exigía reservaciones con meses de antelación. Si llama por teléfono a preguntar por la actividad del restaurante, Lorena o José Luis le dirán que están a tope, que con los presidentes y los más de 8.000 visitantes en toda la ciudad vinieron los días más fuertes del año.

La carta de La Vitrola

Las entradas más vendidas en el restaurante son los Camarones en hamaca, los Calamares y los Corazones de lechuga, que cuestan $16.000 y $32.000. Los platos fuertes, que incluyen mariscos, pescado, carne de res y pollo, están entre $19.000 y $138.000, que cuesta la langosta. El vino más caro es el chileno Cabo de Hornos (Cabernet Sauvignon - $537.000).

Por Diego Alarcón Rozo/Enviado especial, Cartagena

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