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Facebook o la ventana indiscreta

Los cambios en los términos de uso de este web site desataron una polémica acerca de la privacidad y el derecho de autor en la red.

Santiago La Rotta
25 de marzo de 2009 - 11:00 p. m.

Todos gritaron su descontento a través del hondo espacio de la internet: abogados, analistas, periodistas, aficionados, anarquistas y apocalípticos se asustaron y anunciaron el fin de los días. Al poco tiempo, un portavoz oficial, el mensajero de una voluntad superior, calmó a la turba iracunda: Facebook adoptaría sus anteriores condiciones de uso; algo así como el retorno a la vieja constitución del sexto país más grande del mundo, si tan sólo tuviera un lugar en el mapa.

El escándalo sobrevino cuando el blog norteamericano The Consumerist denunció que los términos de uso de Facebook, la red social de mayor crecimiento en internet (con algo más de 175 millones de usuarios, y contando), habían sido cambiados de manera unilateral por la empresa. La vital diferencia establecía que la compañía podría usar a su antojo la información que los usuarios suben a la red, incluso después de que estos se hayan dado de baja del sistema. En el aire comenzó a circular un tufillo a Gran Hermano, a poder plenipotente con el cual muchos no comulgan.

El problema no es asunto que concierne, al menos no exclusivamente, a los amantes de la propiedad privada, al energúmeno recalcitrante cuyo credo de todos los días es “yo tengo, yo tengo”. En juego estaba la información personal de millones de personas que libremente la han desplegado en la virtual vitrina de Facebook. En últimas, esta era una preocupación del ciudadano contra el sistema; esta vez el turno fue para Facebook, pero podría haber sido cualquier otro. El debate acerca de la privacidad y el derecho de autor en la era binaria se puso de moda, una vez más.

La gran “F” en el cielo

La tecnología transforma constantemente el panorama de la vida a un ritmo exponencial, como si las manecillas del reloj súbitamente se hubieran multiplicado. En 1984 había 1.000 dispositivos de internet, un millón en 1992, 600 millones en 2006. Pero la vida no sólo cambia por el número de aparatos, por la cantidad de cosas que salen de los hornos de las industrias: ha cambiado en sus presentaciones más básicas, la forma como nos relacionamos; en algún momento la palabra “conectar” se volvió extremadamente popular. Las redes sociales son dueñas de una gorda y larga tajada de este fenómeno.

En 2006 se calculaba que cada ocho segundos nacían 34 personas alrededor del mundo. En una semana eso es un poco más de dos millones y medio de nuevos seres humanos. Hoy en día se estima que Facebook acoge un promedio de dos millones de nuevos usuarios cada semana. Do the math, dirían los gringos. En un mundo donde abundan los programas de televisión que elevan al ciudadano común y corriente, al mediocre de todos los días, a la categoría de dios mediático, las redes sociales proveen una vitrina perfecta para el rockstar que habita en cada uno: “tribuna para todos” sería el lema de este movimiento universal.

Sin embargo, si hay algo que es cierto en el universo digital es que cada navegante traza su propia ruta, cada usuario toma las herramientas y las emplea a su manera. El hombre primitivo vio la madera e hizo fuego y lanzas en vez de romperse la cabeza a palazos, aunque también hubo de esto. Algo similar pasa con la internet.


Álvaro Ramírez es un profesor colombiano de la Universidad de Bergen, en Noruega, que dedica sus días a investigar la convergencia entre lo digital y lo electrónico, a escudriñar el creciente universo de los medios digitales. “Con las redes sociales la gente entra en interacción. No creo que haya mucho peligro en que la gente se relacione. Ahora, la forma de estas relaciones puede llevar a problemas. En principio, la idea es comunicarnos”.

En el mismo lado del río se para Katitza Rodríguez, directora de privacidad internacional del Electronic Privacy Information Center (Epic, por su sigla en inglés), ONG que se dedica a analizar y defender los derechos de privacidad en los nuevos medios y una de las primeras organizaciones en reaccionar ante el cambio repentino de las políticas de uso de Facebook. “Las redes sociales tienen muchas ventajas: facilitan el manejo de información de manera descentralizada, incluso sirven para la organización de los mismos usuarios en defensa de sus derechos”.

Entonces, ¿cuál es el problema con las redes sociales, por qué tanto alboroto? “Lo que ocurrió con Facebook es un tema que tiene que ver con derecho de autor y esto, cuando se está hablando de toda una comunidad, es algo mucho más sensible”, responde Carolina Botero, una abogada que estudia el derecho y las nuevas tecnologías, además de ser creadora del grupo de Creative Commons en Colombia (una forma del derecho de autor para entornos digitales). “El punto es que cada sitio web tiene que ser claro con sus usuarios y decirles para qué usan el contenido que pone cada persona y cómo lo manejan dentro de su modelo de negocios: la cosa es, más o menos, todo lo que usted sube es suyo, pero hay unas condiciones”.

La vida de los otros

En Colombia tres millones de personas se han conectado a Facebook y a través de este medio comparten con sus amigos, y a veces con el mundo, sus vidas: algo así como un altavoz de alcance global para cantar las desgracias, las tragedias y las victorias de cada uno. Fue sólo cuestión de un corto tiempo, muy corto en realidad, para que algunos problemas comenzaran a emerger.

“Mi novia prefirió borrarme del Facebook para evitar ver lo que otras mujeres me escribían”. “Terminé con mi novio después de que me di cuenta a través de su página de Facebook que había estado con otras mujeres”. Estas son algunas historias de usuarios colombianos de la red social. Sin embargo, las historias, al igual que la red, son globales. Tanto así que cuando un usuario quiere desactivar su cuenta, el sistema le pide que señale alguna de varias razones predeterminadas de por qué está tomando esa decisión: uno de los criterios reza “Facebook ha resultado  un drama social para mí”.

Un profesor de antropología solía repetir en sus clases que la mentira es uno de los pilares de las sociedades. ¿Qué pasa, entonces, cuando todas nuestras vidas son expuestas? ¿Es este el fin de la privacidad? No, dice Rodríguez: “El punto es ser consciente de qué compartes y qué no. Está bien que alguien diga que quiere utilizar las redes sociales, pero sólo para lo que esa persona acceda”. Algo similar dice el profesor Ramírez: “No hay forma de proteger a alguien que se exponga demasiado, pero sí se puede informar a las personas acerca de las dinámicas y riesgos de exponerse al mundo; esta también es una responsabilidad del Estado”.


Notas sobre la privacidad

A principios de este mes, ante la presión de los internautas, además de varias organizaciones como Epic, Facebook decidió someter a votación de sus usuarios las nuevas condiciones de uso. La empresa, en una declaración que agradó a muchos, afirmó que los suscriptores son “dueños de su información personal y tienen derecho a controlarla”.

Al final del día, lo que todos reclaman, expertos y personas que acceden a las redes sociales, son reglas claras acerca del manejo de la información personal y el contenido que es cargado cada segundo a estas plataformas. Para Rodríguez, “las empresas que colectan nuestros datos personales tienen la responsabilidad de proteger nuestra privacidad y garantizar nuestro derecho a controlar nuestra información personal”.

Pero no hay que perder de vista que solucionar el tema del derecho de autor no solucionará el de la privacidad. Ambas cosas son diferentes, por lo que requieren medidas diferentes, transparencia por parte de las empresas y cuidado por parte de los usuarios, quienes deben saber que aquello que se sube a la red puede enquistarse en ella por muchos años más. Botero lo pone de la siguiente forma: “Yo puedo decir que mis fotos en Facebook tengan Creative Commons, pero eso no significa que yo cuelgue una foto de alguien más en una situación comprometedora. Yo, como usuario tengo que aprender que lo que cuelgo en internet está ahí para siempre”.

Las mil y una batallas contra Facebook

De ser un ecosistema, Facebook sería catalogado como tormentoso. El descontento que ocupa por estos días las horas y comentarios de los usuarios de este país virtual tiene que ver con el cambio de imagen del portal.

De la misma forma que sucedió con las condiciones de uso, las personas emplean las herramientas del mismo sistema que atacan para golpear la decisión de las directivas de modificar la interfaz, algo que, según muchos, desorienta y confunde a los navegantes del planeta de la “F”.

Por Santiago La Rotta

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