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Formando con sentido empático, una responsabilidad ineludible

Trasladando el concepto de liderazgo empático a lo que nos ocupa en perspectiva de la educación superior, estamos invitados a ser conscientes de que existe la necesidad urgente de desarrollarlo, precisamente porque una apuesta educativa que no integre el ser, saber y hacer estaría en la no completitud de los objetivos finales y de sentido de esta

Padre Hárold Castilla Devoz, rector general Uniminuto
04 de octubre de 2020 - 02:00 p. m.
En el contexto actual de la vida social, atravesada por los impactos y consecuencias de la pandemia de la COVID -19, se hace mucho más evidente para las Instituciones de Educación Superior (IES) la necesidad de asumir el reto de un actuar coherente.
En el contexto actual de la vida social, atravesada por los impactos y consecuencias de la pandemia de la COVID -19, se hace mucho más evidente para las Instituciones de Educación Superior (IES) la necesidad de asumir el reto de un actuar coherente.
Foto: Pixabay
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Convertirnos en líderes del más alto orden es uno de los desafíos que exige nuestra ley natural. Salir del ensimismamiento al que hace alusión Robert Green en su libro Las leyes de la naturaleza humana es parte del reto que tenemos los seres humanos para lograr la más alta abstracción en los demás; es decir caminar en la dirección que nos conduce hacia las personas con las que desarrollamos nuestras facultades y acciones empáticas.

Trasladando el concepto de liderazgo empático a lo que nos ocupa en perspectiva de la educación superior, estamos invitados a ser conscientes de que existe la necesidad urgente de desarrollarlo, precisamente porque una apuesta educativa que no integre el ser, saber y hacer estaría en la no completitud de los objetivos finales y de sentido de esta. Educar para la empatía es una necesidad mucho más sentida en el contexto de la cuarta revolución industrial, dada la vivencia de unas interacciones que, movidas en el escenario de lo online, no alcanzan a llenar aún las expectativas de una sociedad que está llamada a relacionarse más entre sí, donde los unos y los otros experimentemos la fuerza clave de las habilidades sociales que permiten construir un mundo más solidario y fraterno. El desafío está en hacer posible que la realidad digitalizada en la que vivimos hoy no cierre las puertas a las competencias sociales que permiten ponernos, como coloquialmente decimos, “en los zapatos del otro”; es decir en esa actitud de vida que nos lleva a comprender y reconocer los sentimientos y puntos de vista de los demás.

En el contexto actual de la vida social, atravesada por los impactos y consecuencias de la pandemia de la COVID -19, se hace mucho más evidente para las Instituciones de Educación Superior (IES) la necesidad de asumir el reto de un actuar coherente y consistente con sus valores y principios de origen, que orientan acciones que vayan en el camino de una construcción social más solidaria, justa y equitativa, haciendo posible un modelo de desarrollo sostenible, donde todos los seres humanos puedan experimentar la calidad de vida y el buen vivir. Se trata de una acción mucho más exógena, asociada a la extensión universitaria, y de apropiación social del conocimiento que se genera en cada una de las interacciones que a diario vive la comunidad académica a través de las funciones sustantivas que pone en práctica.

En este sentido, procurar el liderazgo empático como responsabilidad de las IES, a través de su misión educativa, es aportar a desarrollar los vínculos o puentes que hacen posible la cultura del encuentro como una de las claves esenciales para el desarrollo de la vida de la comunidad académica junto a su entorno y hacer real ese pacto educativo más integrado que aviva la esperanza. Ser empáticos y educar desde el corazón a quienes por muchas razones no han tenido la oportunidad de hacerlo es la tarea, el desafío y la invitación para pensar en una humanidad futura menos desoladora, sombría y sin esperanza. Desarrollar la empatía hará que las competencias creativas mejoren, precisamente porque cada persona que se vincula con otro ser humano es como un país por descubrir y hay que explorar. Este espíritu flexible y abierto es como la energía creativa que nos empuja a muchas posibilidades y opciones.

Formar para un liderazgo moderno requiere de esta apuesta por la empatía para que se logre ese valor que orienta la acción hacia el reconocimiento de los demás en sus fortalezas y oportunidades. Propender por esta formación hace efectiva la capacidad de un ser humano comprometido con las causas de los demás, con la solidaridad, especialmente de los más vulnerables. Se trata de buscar las mejores soluciones, lograr consensos y hacer propuestas tratando de encontrar la salida a la complejidad con una fuerte dosis de practicidad y flexibilidad, dados los escenarios dinámicos y cambiantes que hoy se nos presentan.

Por Padre Hárold Castilla Devoz, rector general Uniminuto

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