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La vida es sueño, decía Calderón de la Barca y el sueño de muchos, en cualquier parte del planeta, es contar con los recursos para hacer más llevadera su vida, para satisfacer sus necesidades básicas y no sufrir la escasez de alimentos o de recursos a la que diariamente están expuestos. Lo saben los 896 millones de personas que viven bajo la línea de pobreza en el planeta. O los 6 millones de niños que muere al año por desnutrición, según Naciones Unidas.
Lo atestiguan también los 1.7 millones de colombianos se ven en calzas prietas para hacer rendir los 689.454 de su salario mínimo mensual con los cuales tienen que enviar sus hijos al colegio, pagar arriendo, costear el transporte y garantizar la alimentación de sus familias, mientras cumplen extensas jornadas laborales, muchos de ellos incluso en la informalidad.
Pero, ¿qué pasa cuando de un momento a otro ese sueño de acostarse pobre y amanecer millonario se hace realidad? A unos cuantos les ha pasado y aunque sus historias por lo general son desconocidas debido a los riesgos de seguridad que su súbito cambio poder económico conlleva, y se sabe que la fórmula de jugar la lotería les ha cambiado la vida. Para bien o para mal.
Las loterías y juegos de azar son una costumbre tan antigua como popular. Algunos estiman que su origen se remontan hasta hace más de 2 mil años, en tiempos de las dinastías china y, para el caso colombiano, hay reportes de prensa como los del Papel Periódico de Bogotá (el célebre impreso del cubano Manuel del Socorro Rodríguez) que se refieren a la existencia de la primera lotería del país a finales del siglo XVIII. Desde entonces hasta la fecha la aplicación de los adelantos tecnológicos para masificar los juegos y evitar el fraude ha venido en aumento y también han crecido las cifras de los premios ofrecidos a los ganadores. Claro está, entre más sea la ganancia ofrecida menos es la probabilidad de acierto para el apostador.
Mientras la posibilidad de ganar un Óscar es de una entre 11.500, la de conquistar una medalla olímpica es de 1 entre 662.000, o la de ser presidente de Estados Unidos no pasa de una en 10 millones, la probabilidad de sacarse el premio gordo del Powerball escasamente llega a 1 entre 292. 2 millones. Semejante escasez probabilista no espantó a los casi de 40.400 millones de apostadores que soñaron con el premio mayor, ya que puede más la ilusión de imaginar las cosas que harían en la vida si la fortuna les sonríe. 1.500 millones de dólares bien valen la pena.
El Powerball es una lotería que se vende en 44 de los 50 estados de la Unión, y también en Costa Rica e Islas Vírgenes. Cada miércoles y sábado, se escogen los seis números de dos baloteras. De la primera, en la que se encuentran 69 pelotas, se sacan los cinco primeros números, mientras que de la segunda, en la que hay 26, sale el sexto, que es el powerball.
El pasado miércoles no solo se jugó el premio más grande en la historia de las loterías, sino además la ilusión de los millones de personas que quisieron salir de la pobreza. Como la del colombiano Diego Moreno quien junto a sus compañeros de trabajo en New Yersey creyó haber ganado el premio gordo, pero en realidad se habían confundido con los resultados del sorteo anterior.
Así mismo, los ganadores son un misterio. Powerball ha confirmado que han sido tres los billetes con los seis números del premio en los estados de California, Florida y Tennessee, pero, aunque se rumoró que una de las ganadoras era una enfermera de un ancianato no dejó de ser un simple rumor. Y es que el anonimato es la recomendación de las directivas de la Lotería estadounidense, quienes aseguran que es mejor que el ganador se tome su tiempo para asimilar su nueva condición económica.
En el país, el premio más grande en un sorteo ha sido de 117 mil millones de pesos, que fueron entregados, en 2012, a un jugador en Bucaramanga y aunque nuevamente ha sido entregado el premio mayor de Baloto, ningún otro sorteo ha causado tanto furor ante cifra tan grande.
Con los cerca de 4.5 billones de pesos entregados en el Powerball, que son 16 veces más de lo invertido este año en Ciencia y Tecnología en el país, ocho veces lo dado a medio ambiente y el doble de lo dado al sector agropecuario, sueñan los miles de colombianos que aportaron al sector $370.597 millones en el último año.
Un sueño con el que culaquier colombiano podría hacer parte del menos de 1% de la población que hace parte de lo más ricos.