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Como en sus días de infancia en el ingenio azucarero de Carlos Sarmiento en Tuluá, Guillermo Ruiz Bonilla sigue pegando fotografías de futbolistas en hojas blancas de cuadernos. Ese oficio de cusumbo solo empezó con recortes de prensa a mediados de los años 50, y hoy, tijeras en mano, seis décadas después, lo sigue haciendo sacando de los afiches los rostros de los jugadores para armar sus equipos. Es la pasión y el deber del gestor del más completo archivo de fútbol en Colombia, que terminó por volverse su empresa familiar.
En 1957 fue por primera vez a un estadio. El Pascual Guerrero de Cali, donde la selección del Valle empató con River de Argentina 2-2, y vio hacer gol a su ídolo de siempre: Delio “Maravilla” Gamboa. Por eso, cuando su familia se trasladó a Bogotá en los años 60, en la ruta de su preferido, se hizo hincha de Millonarios. “De qué color es el cielo”, repite mientras reseña uno por uno a los jugadores del rincón azul de su fortín documental. Un asunto aparte en medio de sus estantes repletos de balones, recuerdos o papeles de fútbol.
Cuando salió del Valle llevó consigo la memoria de los goles narrados en la radio por Joaquín Marino López, y una caja repleta de páginas de periódicos y una docena de revistas El Gráfico de Argentina que recibía el administrador del ingenio y él guardaba para aprender a leer de corrido. En la capital, fue agregando a su colección álbumes de caramelos y ejemplares de las publicaciones Vea Deportes, Deporte Gráfico, Totoguía, Esfera Deportiva o Afición, que fueron ocupando su propio espacio en los armarios y los trasteos.
Estudió psicología, se graduó en 1973 y empezó a ejercer como educador o directivo de colegios, pero en su destino estaba escrito el fútbol. Fue a dar a Medellín y, cuando empezó a correr el rumor de sus condiciones innatas de puntual estadígrafo, terminó metido en el mundo de este deporte, con el privilegio de escuchar de viva voz al técnico del Atlético Nacional, Osvaldo Juan Zubeldía. Su paquete de afiches, banderines, autógrafos y revistas continuó creciendo, y en 1980, cuando volvió a Bogotá, dio sus primeros frutos.
Sus papeles fueron materia prima del libro “La historia del gol en Colombia”, que publicó con Emilio Fernández; y ese mismo año 1980, el método básico para su primer aporte cuando entró a oficiar como Secretario General de la Dimayor, por sugerencia de su amigo de universidad, Raúl Senior, hijo del dirigente Alfonso Senior. Como en sus días de colegial en Tuluá, por cada equipo armó carpeta y folder, hasta construir un completo archivo de jugadores que pronto lo volvió consultor de técnicos, periodistas o empresarios del fútbol.
De ahí saltó a la dirigencia y debutó como asistente de presidencia en Cali, junto al legendario Alex Gorayeb. Fue el comienzo de una larga carrera como gerente que lo llevó después a Millonarios, Santa Fe, América, Chicó y la selección Sub 20 de Colombia, con sumatoria de experiencias y remembranzas. Unas dolorosas como el adiós a Millonarios por diferencias con un directivo tras ayudar a crear el equipo que conquistó la estrella 12 en 1987; o gratas como aportar a la cantera que permitió a América sus títulos de transición al siglo XXI.
En 1999, hace 20 años, cuando dejó los clubes, tras intentar una tienda deportiva en Medellín, retornó a Bogotá y, siempre inmerso en el universo del periodismo deportivo, asumió que había llegado el momento de vivir de los papeles que no dejó de recopilar en su periplo por la vida. Entonces creó su empresa Mundo Fútbol, con asistentes de lujo: su esposa Gloria Matallana que siempre blindó sus cajas; y sus hijos Juan Guillermo, Ángela y Daniel Mauricio, a su vez gerenta, estadígrafo y diseñador. Si requiere una investigación apela a su amigo José Ángel Melo.
Desde entonces, su casa en el barrio Cedritos constituye un auténtico museo con biblioteca y hemeroteca incluidos, con un arsenal de revistas, videos, libros o documentos, el 60% de ellos ya digitalizado o con óptimo empaste. Tiene la colección completa de El Gráfico, Nuevo Estadio o Vea Deportes. Ediciones especiales por países. Cerca de 3.000 volúmenes y más de 100.000 fotos. Y en medio de sus álbumes, banderines u objetos alusivos al fútbol, ejemplares de los 38 libros que ha publicado sobre el balompié colombiano.
Él dice que en todos ha dejado su memoria de eterno aficionado, pero que el que lo dejó más satisfecho es el A,B y C del fútbol colombiano en cuatro tomos, con 9.000 mini biografías deportivas de todos los jugadores nacionales y extranjeros que han pasado por las canchas del país. El que necesita algo más, como él recalca, “llaman a su teléfono o le escriben a su correo, piden la información, y tras la consignación respectiva, de retorno va el paquete entero”. Recibe peticiones de España, México, Argentina, Chile, y por supuesto de sus colegas.
Cada fin de semana aporta conocimiento en las transmisiones de Caracol Radio, con el mismo entusiasmo con el que aprendió de los verdaderos maestros del oficio deportivo en el micrófono. El inolvidable Carlos Arturo Rueda; el gol visitante con precisión milimétrica de Alberto “El Patico” Ríos; Hernán Peláez, Javier Giraldo, Gabriel Muñoz López, Pastor Londoño o Jorge Eliécer Campuzano, a quien exalta aparte como “un tipazo generoso”. Todos, sin perder la conexión con la gente nueva, ni tampoco con los exfutbolistas que reviven en sus recuerdos.
Hace un año, junto a César Augusto Londoño, publicó el libro de la selección Colombia de todos los tiempos. Por estos días circula su aporte de 634 páginas a la celebración de siete décadas de fútbol profesional. Ya prepara otro sobre los grandes equipos que han visitado al país. Entre tanto, sigue a la cacería de colecciones privadas, o dictando clase sobre historia del fútbol en la Universidad Sergio Arboleda. Su esposa e hijos atentos a sus pesquisas y su nieto jugando con los balones de fútbol de su estudio, que luego deja en su sitio.