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'Hay que irnos ya para el periódico': Fernando Cano

Hace 25 años, en la mañana del 2 de septiembre explotó un carro bomba frente a El Espectador.

Steven Navarrete Cardona
01 de septiembre de 2014 - 10:20 p. m.
'Hay que irnos ya para el periódico': Fernando Cano

Juan Guillermo y Fernando Cano nacieron con el periodismo en sus venas. Crecieron en El Espectador y, luego de que el 17 de diciembre de 1986 el narcotráfico asesinó a su padre Guillermo Cano, asumieron la responsabilidad de hacer honor a su estirpe periodística y dirigir el diario. Comenzaron a hacerlo ese mismo año y en 1989 tuvieron que exiliarse para salvar sus vidas. Tras el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán regresaron al país. Hace 25 años, cuando se ponían al tanto de lo que estaba pasando en Colombia, la mañana del 2 de septiembre el cartel de Medellín detonó un carro bomba frente a las instalaciones del periódico. Hoy, dedicado a la fotografía, Fernando Cano recuerda esos momentos.

¿Cómo inicio su vida en la redacción?

En el periódico comencé como reportero gráfico, luego fui redactor de deportes y de allí pase a El Magazín Dominical. En ese aprendizaje pasé súbitamente a la codirección del periódico con Juan Guillermo Cano.

¿En la dirección mantuvieron la línea editorial de don Guillermo Cano?

Integré la dirección cuando la junta directiva decidió nombrarnos a mi hermano Juan Guillermo y a mí como directores. Fue una decisión de los directivos para no poner en la cabeza de una sola persona toda la responsabilidad y el peso de dirigir un periódico que había librado una ardua lucha contra los carteles de la droga que querían imponerse en el país. En la dirección Juan Guillermo y yo continuamos la línea de don Guillermo Cano. Por supuesto, su línea editorial no fue de empecinamiento por enfrentarse al narcotráfico sino de defender la democracia y las instituciones del país que para aquel entonces estaban siendo devoradas por el narcotráfico.

Es de conocimiento público la existencia de constantes amenazas a los directivos, redactores y empleados de El Espectador por parte del cartel de Medellín durante la década de los años 80, ¿Cuál fue el detonante para su exilio?

Me encontraba haciendo un recorrido por las costas colombianas y decidí ir a Panamá. Cuando llegamos me recibió un escolta y me dijo que, por petición del gobierno colombiano, el de Panamá me iba a brindar seguridad mientras estuviera en dicho país. Llamé a Juan Guillermo y le pregunté qué sucedía y me contó que la familia tenía información de primera mano sobre un plan para asesinarme en Buenaventura, destino al cual iría en los próximos días. Entonces me dirigí a Bahía Solano y conseguimos dos pasajes para Quibdó, luego tomamos un vuelo para Medellín y otro para Bogotá. A la semana salimos del país. En esa época las amenazas nos llegaban todo el tiempo.

Y el atentado del 2 de septiembre fue un indeseado recibimiento, usted apenas acababa de llegar de su exilio…

Sí, salí del país en febrero de ese año. Duramos deambulando con mi hermano por España por unos meses y nos enteramos que habían matado a Luis Carlos Galán. En ese entonces recibimos pedido de nuestros familiares que no regresáramos a Colombia por nada del mundo, pero si no regresábamos en este momento a seguir luchando por el país, la desvinculación con Colombia hubiera sido total. Con mi esposa y mis hijas decidimos regresar antes que mi hermano Juan Guillermo. Llegué el 26 de agosto de 1989 a Bogotá y quería empaparme de los últimos hechos que habían ocurrido en el país durante nuestra ausencia y tenía pensado regresar al periódico el lunes de la siguiente semana. Hablé con mi mamá y ella nos comentó que la situación estaba muy delicada, y que se tenía la certeza de que luego del asesinato de Galán el próximo golpe sería contra El Espectador.


¿Cómo vivió ese trágico día?

“Hay que irnos ya para el periódico, hay que ver fue lo que sucedió”, fue lo que dije cuando nos enteramos del hecho, a un par de minutos del estallido. Hablamos con mi mamá y mi hermano Camilo salió corriendo para el periódico. Cuando llegamos encontramos la desolación total, vidrios por todas partes, y la destrucción de los equipos. Pero por otro lado, a medida que iba entrando por el corredor del periódico, se podía ver la respuesta inmediata de los compañeros de trabajo que llegaron al lugar y con escoba en mano empezaron a recoger vidrios, limpiar los escritorios.


¿Y las rotativas?

Había mucha actividad por parte de los operarios tratando de limpiar lo que había caído encima de las unidades de la rotativa. Además un par de horas después el balance de don Luis Gabriel Cano y don José Salgar analizando si al otro día se iba a poder salir con una edición. No se dejó de trabajar un solo segundo, había que hacer presencia para volver a manifestar que, a pesar de lo que había sucedido, estábamos presentes, y que si caía uno el otro seguía adelante. Ese fue el ambiente que permitió salir al otro día con una pequeña edición de 16 páginas.

¿Cómo mostraron solidaridad los demás medios?

En ese ambiente algunos mostraron solidaridad, mientras que otros trataron de esconderse y minimizar las cosas, pero en el fondo pues si hubo algunas visitas del ministro de Gobierno. Lo habitual que pasaba en ese momento: muchas palmadas de apoyo pero en el fondo había una soledad tremenda.

¿Qué fue lo más difícil de preparar la edición?

Saber si se iba a poder tener una edición del periódico ya que su ausencia del periódico era permitirle pensar a quienes nos habían hecho eso, que nos habían derrotado. Que después de tantas amenazas, muertes e injurias, por fin habían podido silenciar a El Espectador. Afortunadamente el equipo de redacción y los operarios de las rotativas, dieron manifestaciones de solidaridad tremenda y de convicción extraordinaria. Ello permitió que el periódico saliera al otro día.

¿Cuáles son los retos más apremiantes que tienen que enfrentar su hermano y usted cuando asumen la dirección de El Espectador?

El Espectador siempre fue muy fuerte a nivel nacional y era la forma de competir con El Tiempo que era muy fuerte a nivel Bogotá. Al perder la circulación a nivel nacional, el periódico se fue encogiendo y se fue perdiendo las posibilidades de una competencia sana. Luego vino la bomba que destruyó las instalaciones del periódico. Hay muchos que han tratado de minimizar lo que sucedió en el periódico, pero fue un golpe bastante fuerte.

Entonces, la reconstrucción del periódico también representó un gran reto económico…

Afortunadamente la prensa internacional, la Asociación Internacional de Periódicos, dio un préstamo de fácil pago para que el periódico pudiera recuperar los equipos y sobreviviera unos años más. Aun así, ya las cifras no daban y lo que estaba sucediendo en el mundo de la industria de las comunicaciones y el periodismo indicaba que los periódicos no iban a sobrevivir por sí solos sino estaban acompañados de otros medios. Es cuando los demás medios empezaron a buscar su relación con la televisión y la radio. De otro lado, los periódicos regionales comenzaron a ser más fuertes, a profesionalizarse aún más, a traer rotativas. Todo eso hizo que el periódico se fuera debilitando porque no había forma de medírsele a la competencia. El periódico aunque hizo intentos no pudo. La situación límite fue que o se buscaba un socio de afuera o el periódico se cerraba. Entonces la familia Cano decidió buscar el socio estratégico.

El año de 1989 fue para el país uno de los más violentos de su historia, con cientos de heridos y muertos, en ese sentido, ¿cree que ha cambiado de forma radical la sociedad colombiana en el campo socio-político del país?

Creo que aún hay muchos rezagos de esa época, muchos eslabones perdidos que todavía están circulando por allí, y nunca han sido condenados o judicializados por la forma en que actuaron en ese entonces. En este momento es muy importante que se desenmascare esos otros elementos que ayudaron a que los grandes carteles o a que las Farc se fortalecieran, o a que el paramilitarismo invadiera el país. No se trata de venganza sino de que se haga justicia, que se sepa de verdad que ocurrió ahí, y que, de una u otra forma, se repare al país por algo que cometieron.

¿Cuáles son las razones para que El Espectador fuera perseguido desde su fundación?

El periódico ha pasado por muchas circunstancias, antes fue la Iglesia Católica y el conservatismo que arremetieron contra él en las primeras décadas del siglo XX, posteriormente el narcotráfico. ¿A qué se debe? porque el periódico siempre ha creído en un sistema democrático, en conseguir una sociedad igualitaria y justa para todo el mundo, en justicia para todos y no para unos pocos y eso no parece gustarle a muchos círculos que han estado en el poder en Colombia. En El Espectador siempre ha habido cabida para todas las opiniones porque esa es parte de su esencia, para que las personas formen su propio criterio.

¿Le hace falta la redacción de El Espectador?

Sí, a veces. Pero fue tan intensa la vida que vivimos que volver a arrancar es muy difícil, para estar ahí no hay que tener un momento de duda y se dio todo lo que se pudo. Se guerreó como se pudo guerrear. Hoy no tengo la pasión de estar dedicado el día a día a la actividad periodística, ahora más bien espero que mis hijas me den nietos para empezar a maleducarlos.

@StenavCardona

Por Steven Navarrete Cardona

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