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Juegos en el bosque

¿Por qué cooperamos?, ¿por qué somos egoístas a la hora de aprovechar los recursos naturales? En busca de respuestas, Juan Camilo Cárdenas viajó a las costas y a pueblos escondidos en los Andes.

Pablo Correa
12 de agosto de 2009 - 10:49 p. m.

Ely Devons, un economista inglés del siglo XX, dijo en alguna ocasión: “Si los economistas quieren estudiar el caballo, no van a mirar a los caballos. Se quedan en sus estudios, diciendo: ‘¿Qué haría yo si fuera caballo?’. Y muy pronto descubren que podrían maximizar sus utilidades”.

Advertido de los vicios de algunos economistas e investigadores, y con la bendición de Sam Bowles, su mentor en la Universidad de Massachusetts, Juan Camilo Cárdenas empacó maletas y salió en busca de respuestas al por qué cooperamos o tomamos decisiones egoístas cuando compartimos recursos naturales.

Con fajos de billetes de 1.000 y 2.000 pesos escondidos en un bolso, atravesó trochas, ríos y montañas hasta llegar a la casa de campesinos de Nuquí, Encino, Circasia, Filandia, Neusa, La Vega, Sanquianga, Gaira, Barichara, Tabio y Providencia. Al tocar a sus puertas, los invitaba a participar en juegos en los que podrían ganar sumas equivalentes a uno o dos jornales de trabajo.

La teoría de juegos, una amplia rama de las matemáticas y la economía, permite conocer la manera como razonan y se comportan los seres humanos a la hora de resolver dilemas. “Un ejemplo sencillo”, sugiere Juan Camilo, “reunimos cinco personas. Les decimos que tienen un fondo común de $25.000. Cada uno puede sacar hasta $5.000 de esa bolsa. Después miramos cuánto queda y duplicamos esa cantidad. La pregunta es, ¿qué debería hacer cada uno?”.

Algunos grupos se ponen de acuerdo para que nadie saque dinero y los $25.000 se conviertan en $50.000. En otros, alguien decide llevarse sus $5.000 y luego reclamar una parte de lo que ahorraron sus compañeros. Quizás una de las conclusiones más interesantes de este investigador de la Universidad de los Andes es que no es tan cierto aquello de que lo que es de todos es de nadie. La gente sí está dispuesta a cooperar y somos capaces de renunciar al ingreso propio para incrementar el colectivo.

En un país como Colombia, donde el 40% del territorio es propiedad colectiva, es indispensable conocer a fondo cómo se mezclan nuestros intereses, deseos y necesidades. “De ese conocimiento depende el futuro y la sostenibilidad de los recursos”, explica Juan Camilo, “el problema ambiental está inmerso en muchas decisiones económicas que cada uno de nosotros enfrenta día tras día y esas decisiones tienen implicaciones fundamentales en la conservación o agotamiento de los ecosistemas”.

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Por Pablo Correa

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