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No comía, estaba acurrucada. Había aceptado el lecho de su muerte. Con 59 años, sabía que los coqueteos con la otra vida ya habían pasado al siguiente nivel. Mama, una chimpancé de un parque zoológico de Holanda, se invadió de alegría al ver a un viejo amigo con quien compartió varios años de su vida.
Se trata del profesor Jan Van Hoof, que conocía desde 1972. Cuando ella se dio cuenta de la visita especial, se invadió de alegría y sacó fuerzas de donde no las tenía para sonreír y darle la mano como en sus mejores tiempos. Hasta gritaba de la felicidad.
Incluso aceptó la comida del profesor. La mirada y el brillo de los ojos de Mama, son una muestra más de los lazos tan estrechos y el amor que pueden darle los animales a los humanos. La chimpancé murió feliz, sabiendo que su gran amigo había venido a despedirse.