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“La familia es un reto permanente”

Luego de ejercer treinta años como psicóloga y veinte de escribir libros basados en su experiencia, María Elena López sintió la necesidad de plasmar en una nueva publicación, Inteligencia familiar, una clave para la felicidad, el conocimiento adquirido en diálogo con padres que buscan comprender las situaciones que en algunos casos los llevan al límite.

El Espectador
18 de octubre de 2015 - 02:00 a. m.
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López, magíster en psicología comunitaria de la Universidad Javeriana y columnista permanente de diversos medios, habla en entrevista con El Espectador de los retos de la familia en la actualidad.

¿Por qué la familia como formación social sigue siendo tan importante?

Porque su función es generar pertenencia e identidad y afecto, que son necesidades profundas del ser humano. Son intrínsecas y la familia puede solventarlas. Por supuesto, la configuración de la familia ha cambiado, y debemos poder orientar a esas nuevas familias para que provean a sus miembros un desarrollo pleno.

Cuando las personas adquieren el compromiso del matrimonio piensan que podrán alejar los conflictos de su relación de pareja. ¿Es posible eso?

Una familia sin conflictos es uno de los mitos que tomaron fuerza durante el siglo pasado. Hay que decir que las familias están atravesada por las dificultades, por momentos difíciles, por las complejidades de la vida cotidiana; no son un lugar único y maravilloso a donde algunos llegan y otros no. La familia es una constante construcción de sus miembros, un reto permanente. Hay que trabajar constantemente, es de sacrificio y de entrega, pero también de disfrute. Doy fe de que la familia es un buen lugar para vivir, si lo decidimos así.

¿Qué tanta fuerza ha tenido la idea de las familias con un solo hijo?

Tener un hijo único es una tendencia, porque muchos prefieren darles lo mejor a sus hijos, prepararlos para este mundo tan complejo. Por supuesto, el tema económico es clave, y se quiere acceder a los mejores jardines, colegios, la mejor universidad, y todo eso es muy costoso.

¿Es sano darles gusto en todo a los niños?

En la actualidad los padres buscan llenarlos de múltiples experiencias, que en muchos casos los saturan. También en algunos escenarios cedemos aunque creamos que lo que nos piden es dañino para ellos. En nuestro rol de padres, dado el caso, se deben tomar medidas impopulares para defender lo que es saludable para los niños, que en muchos casos no coincide con lo que quieren. Es allí donde se marcan los límites de la autoridad.

Ahora que usted habla de autoridad, ¿cuál es la medida justa en el seno de la familia?

La autoridad es necesaria. Los niños necesitan una guía que marque el norte. Lo que pasa es que no se pueden usar los métodos del pasado, ser autoritarios, ni verticales, ni creer que la palabra del padre es la única verdad, sino que hay que conocer a los hijos, hay que compartir con ellos y generar un ambiente de confianza para que las reglas tengan sentido. En este conocimiento se descubre cuáles métodos sirven y cuáles no.

¿Cuál es la importancia del ejemplo de los padres?

Requiere ser consecuentes con nuestros actos. Se dice que los niños aprenden más de lo que ven que de lo que oyen. El ejemplo es supremamente importante. La autoridad también es una manera de convivir, no sólo se basa en figuras y castigos.

¿Son nocivas las nuevas tecnologías en la comunicación de la familia?

Es verdad que han trastocado la forma como se comunican, pero no hay que satanizar. Hay que conocer la tecnología para saber que puede ser útil en la educación de nuestros hijos y regularla, así como los contenidos a los que nuestros hijos acceden en la web, por supuesto, según la edad. Es necesario estar muy atentos. Todo esto antecedido por un ambiente de confianza más que de fiscalización, de comunicación constante con ellos, conocerlos y compartir actividades agradables; es la mejor herramienta para protegerlos. Se trata de conocer cómo se divierten los niños y buscar actividades agradables para compartir en familia.

En la actualidad existe una tendencia a que los jóvenes entre los 20 y 30 años se queden varios años viviendo con sus padres, incluso luego de hacer un posgrado. ¿Qué tan sanas son estas relaciones?

Tienen aspectos positivos y negativos. Muchos hijos se quedan en casa porque es un lugar agradable para vivir, y valoran ese calor de hogar. Cuando no está en juego la independencia, puede ser una experiencia interesante. En caso contrario, en que el hijo hace uso de su edad y su título para reclamar autoridad y no respeta las normas ni reglas de los padres, se genera un conflicto permanente donde sale a relucir el “respétenme un espacio, pero yo vengo a la hora que quiera”. Se crea esa brecha generacional y esta forma de convivencia no es tan sana.

Por El Espectador

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