
El porcentaje de grasa de un bonobo está entre 1 y 8.6%. El del humano, entre 15 y 30%. / @Keith Roper
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Durante los últimos 35 años, cada vez que moría un primate bonobo (o Pan paniscus en la jerga de científicos), el zoológico de Milwaukee, Estados Unidos, tenía la obligación de llamar a la antropóloga Adrienne Zihlman de la Universidad de California en Santa Cruz. Ella, igual que cualquier operario de funeraria, debía recoger el cuerpo del animal para hacerle una autopsia. Junto a su colega Debra Bolterb, de la universidad sudafricana de Witwatersrand, estuvieron estudiando qué papel tiene la grasa en la evolución de los humanos.
“Tradicionalmente, la evolución se explica partiendo de dentición, cráneo, huesos del rostro y tamaño del cerebro ya que son las partes del esqueleto que encontramos en los fósiles”, afirma Zihlman. “Pero los huesos suponen menos del 15% de la masa corporal humana. El otro 85% del cuerpo está formado de tejidos blandos que no fosilizan. Sin embargo, son esenciales para la supervivencia. Por eso tener una muestra de Pan Paniscus para comparar con el Homo sapiens es un paso importante para comprender la base de la presión electiva sobre las funciones de cada elemento”, añade en su declaración para el diario español El País.
Los bonobos son considerados los primates más cercanos de los humanos. Por esto, para buscar pistas sobre cómo cambia la cantidad de grasa, cualidades de la piel y redistribución muscular, las científicas recopilaron datos sobre los tejidos blandos de 13 ejemplares de esta especie y los compararon con los de los humanos.
Al parecer, entre los procesos fisiológicos que atravesó el ser humano cuando se bajó del árbol, está el haber adquirido grasa, pues solo el 0,1% de la masa corporal de los bonobos está formada por ácidos grasos, y cuando una hembra está en embarazo o cercana a él, esta puede aumentar a un 8.6%. Una cifra baja cuando se compara con el 15% de ácidos grasos que acumulan los hombres y el 30% que suelen tener las mujeres, según el modelo que propuso Albert Bhenke, capitán de la Marina de EEUU y padre de la antropometría.
No obstante, como estas medidas solo corresponden a referencias occidentales, las antropólogas buscaron datos de pueblos más cercanos a la subsistencia. Por ejemplo, entre los turkana del noroeste de Kania, la media de grasa es del 9,1% e, incluso, cuando están en periodos de escasez, esta medida supera el 5%.
Entonces, ¿para qué los humanos adquirieron más grasa que sus antecesores? La razón fundamental fue la de ayudar a la preproducción, pues los Homo eran nómadas que recorrían largas distancias en el día. Por esto, las mujeres acumularon grasa para mantener a sus crías.
En cuanto a la piel de los bonobos, esta es más gruesa que la de los humanos: consiste en un 16% de masa corporal frente a un 6% que representa en los Homo sapiens. Además, presenta una pigmentación irregular cubierta de pelo y, bajo la dermis, las glándulas sudoríparas ecrinas no responden al calor exterior, sino que sirven como un mecanismo termorregulador.
La explicación que dan las investigadores de estos cambios en los humanos es que manos pelo y una piel más delgada, permitió que los humanos salieran del refugio térmico que es la selva, para poder expandirse por la sabana. Además, la piel desnuda facilita un microbioma más variado que ayudaría a combatir mejor las infecciones y tener un mejor sentido del tacto.
Por Redacción Vivir
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